ISRAEL-PALESTINA: Plan de Obama todavía con vida

El compromiso del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, con el proceso de paz entre palestinos e israelíes logró superar la fallida política de su predecesor. Pero Washington sigue dando pasos en falso.

Pese a las opiniones desfavorables hacia Washington que se multiplican en Medio Oriente, quizá no todo esté perdido para la iniciativa de Obama.

Un ejemplo del lamentable estado de los esfuerzos del mandatario estadounidense, laureado con el premio Nobel de la Paz en octubre, fueron las declaraciones que efectuó la semana pasada su secretaria de Estado (canciller), Hillary Rodham Clinton, tras reunirse con autoridades palestinas e israelíes y con los cancilleres de la Liga Árabe.

Para deleite del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, Clinton elogió en Jerusalén la disposición "sin precedentes" de Israel para limitar la construcción de asentamientos, pese a que la actuación del Estado judío está muy lejos de lo que la propia funcionaria había reclamado.

En mayo, la secretaria de Estado sostuvo que se debía frenar por completo la construcción de asentamientos judíos en territorios palestinos, "no algunos, ni los puestos de avanzada ni los que se espera sean parte del ‘crecimiento natural’, sino detener por completo" esa práctica.
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Los términos de Washington se han desdibujado, desde el "congelamiento total", a "contener" o "limitar" los asentamientos.

Pero cuando el secretario general de la Liga Árabe, Amr Musa, encabezó el coro de protestas contra Washington por dejar que Israel se saliera con la suya, Clinton dio marcha atrás y moderó sus elogios a Israel.

Su justificación fue que "Estados Unidos no dejará de presionar a Netanyahu para que haga más", si bien "quiere alentar a Israel para que avance en la dirección correcta".

"Expectativas" es la palabra clave. El propio Obama alentó las expectativas árabes en el discurso que pronunció en junio en El Cairo.

En esa alocución, que pretendía ser la piedra angular de su política para Medio Oriente, Obama señaló que no iba a permitir que Israel siguiera ignorando los reclamos internacionales. Los árabes, en general, y los palestinos, en particular, redescubrieron literalmente a Estados Unidos.

Pero en vez de convertirse en un pilar para la paz, el discurso de El Cairo se está convirtiendo en una errada señal en el camino de la decepción.

Luego llegó el verdadero hecho clave, el informe de la misión dirigida por el sudafricano Richard Goldstone para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que acusó a Israel de cometer crímenes de guerra durante la ofensiva contra Gaza entre el 27 de diciembre de 2008 y el 18 de enero de este año.

La ONU encomendó al ex magistrado de la Corte Constitucional de Sudáfrica y ex jefe de fiscales de los tribunales internacionales para juzgar crímenes de guerra y actos de genocidio en Ruanda y en la antigua Yugoslavia que indagara lo ocurrido en el ataque israelí contra Gaza. Goldstone es judío y se define como sionista.

Citando las mejores intenciones de lograr la paz, Obama trató de archivar el informe Goldstone por entender que sólo endurecería las posiciones de los bandos enfrentados y complicar su propia estrategia.

El mandatario estadounidense decidió entonces presionar duramente al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, para que demorara el reconocimiento del documento.

Pero eso dejó a Abbas abandonado a su suerte y fuera de la hoja de ruta hacia la paz diseñada por Obama.

¿Qué puede salvar a Obama del descrédito?

Según fuentes cercanas al ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, Israel recordó a Washington su fracaso con los asentamientos y ahora prepara un "paquete sorpresa" para que Abbas regrese a la mesa de negociaciones y, de paso, salvar la atribulada iniciativa de paz de Obama.

Las mismas fuentes indican que Netanyahu está considerando el plan de su ministro de Defensa que incluiría una oferta tentadora al líder palestino sobre las futuras fronteras del vecino estado palestino, para negociar en los próximos dos años.

Al parecer esa es la propuesta que Netanyahu y Barak presentarán a Obama cuando se reúnan en Washington en dos semanas.

Pero si esa iniciativa no logra materializarse, entonces Obama tendrá que reconocer que el momento de la verdad se acerca a pasos agigantados, no tanto para árabes e israelíes, sino para su propio gobierno. Él tendrá la responsabilidad de establecer cuáles son los pasos para alcanzar la paz.

Asesores del presidente estadounidense ya le recomendaron que, si palestinos e israelíes no están dispuestos a salir del impasse, Estados Unidos no podrá hacer otra cosa que retirarse y dejarlos que sufran solos su intransigencia.

Obama pudo haber hecho lo mismo que su predecesor, George W. Bush (2001-2009), nada, hasta el final de su mandato. Pero, como decidió involucrarse, debe saber que ahora no es posible dar la espalda a Medio Oriente. Después de todo, fue él quien definió que este conflicto regional es un asunto estratégico para Estados Unidos.

A pesar de todo, nada permite olvidar que Obama dijo explícitamente que su gobierno no tolera los asentamientos, algo que jamás había hecho ninguno de sus antecesores.

También demostró que no está dispuesto a aceptar de modo automático que Israel retenga los asentamientos más poblados, como había prometido Bush.

Pero eso no basta para demostrar a los árabes que Obama se toma en serio el proceso de paz. "Asentamientos" no es más que una palabra clave para referirse a las fronteras del futuro estado palestino.

La firmeza de Obama respecto de las colonias judías es una señal de cómo su gobierno imagina las fronteras entre Israel y Palestina.

Se acabó el tiempo de las evasivas, arguyó la conocida analista israelí Leslie Susser.

"Cuando Obama siente a árabes e israelíes a la mesa de negociaciones, debe presentar a Israel un plan de paz completo con las fronteras de ambos estados", sostuvo.

El problema de Obama es que Medio Oriente no suele permanecer mucho tiempo en el limbo sin que irrumpa la violencia. Puede ser prematuro para su gobierno, pero si no canaliza la energía hacia objetivos claros, un nuevo estallido está cada vez más cerca.

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