No les impactan las credenciales de combate y cuestionan seriamente a los políticos. Son los jóvenes «nacidos libres» y quienes eran niños en 1990, cuando Namibia proclamó su independencia de Sudáfrica, que están convocados para concurrir por primera vez a las urnas el 27 y 28 de este mes.
"El apartheid (régimen de segregación en detrimento de la mayoría negra) se terminó. ¿Podemos, por favor, pasar a los temas de la actualidad?", propone Jaimee-Lee Diergaardt, que les tiene poca paciencia a los ancianos que sonríen desde afiches que adornan toda la ciudad.
"La gente que quiere ser electa no hizo ningún esfuerzo por hablar con nosotros. Claramente no somos su objetivo", resopla.
"Pero simplemente porque las personas de mi edad no miran (el programa televisivo) Talk of the Nation no quiere decir que no tengamos problemas. Miren este barrio, es como si todos estuvieran en las drogas", agrega.
En un país con población joven, como Namibia, el voto de los "nacidos libres" se volverá crucial en los próximos 10 años, aunque esta generación se siente desconectada de sus líderes.
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"Los ancianos siempre arman escándalo en relación a la lucha. Cuando mi abuelita me cuenta sobre tiroteos, entiendo que debe haber tenido miedo. Pero también es tiempo de pasar a otra cosa", sostiene Jaimee-Lee.
Ella se registró hace poco para votar en las elecciones. "Mi familia me convenció. Mi abuelita dice que si una no vota no tiene derecho a quejarse. Y yo me quejo mucho", agrega.
No mira la política con apatía. "Tengo opiniones. Por ejemplo, sobre las horas de trabajo. Empecé a trabajar hace apenas tres semanas, pero tengo algo para decir sobre eso", dice. O sobre los derechos femeninos: "Si el aborto fuera legal, habría menos presión sobre las mujeres".
Jaimee-Lee considera que las mujeres serían mejores conduciendo al país. "Somos más inteligentes", asegura.
Esta morocha de 18 años procedente del área de Khomasdal, en Windhoek, sueña con una carrera como diseñadora de modas, mientras se gana la vida como promotora de una firma de telefonía celular. El año pasado terminó el grado 12, y pronto se inscribirá en el Departamento de Arte de la Universidad de Namibia.
Su posición relativamente privilegiada en una sociedad desigual no la ha vuelto ciega a sus injusticias. "Mi futuro parece brillante. Pero con nuestra nueva libertad también damos las cosas por sentadas. Cuando estuve en Austria para un intercambio noté que los estudiantes trabajan mucho más duro allí. Aquí algunas personas ni siquiera lo intentan, mientras que otras no pueden pagar su educación", señala.
Terminar la escuela es algo con lo que Horstancia Namises, de 19 años, sueña todos los días, mientras estudia a la luz de la vela en la choza de su madre.
"Estoy tan, tan feliz de haber vuelto a la escuela", dice a IPS esta estudiante del grado 11 en un estacionamiento abandonado, oscuro como boca de lobo, en Otjimuise, un municipio pobre y asolado por el delito, que además carece de electricidad.
Es época de exámenes. Al día siguiente rendirá sobre afrikáans, el idioma nacional, y física. Dice estar lista.
"En 2006, mi vida se desmoronó. Mi madre perdió su trabajo y tuve que cuidar a mis cuatro hermanos mientras vivíamos en el patio de alguien. Ese año casi me violaron y perdí toda la confianza", recuerda. Los sueños de un título en psicología o ingeniería agrícola se evaporaron. Y es que alrededor de 52 por ciento de todos los estudiantes del décimo grado fracasan.
Ella tuvo que abandonar el sistema escolar para adaptarse a la controvertida política de la época en Namibia. Un cambio de régimen y un patrocinador de Canadá le permitieron volver a clases el año pasado, y ahora obtiene las máximas calificaciones.
Horstancia está determinada a no quedar embarazada, como muchas otras muchachas de su escuela. "Cuando complete mi educación todavía tendré que ocuparme de mis hermanos y hermanas", explica.
Para el grupo demográfico de Horstancia, la independencia ha significado un declive del sistema educativo, una terrible atención a la salud, un aumento de la pobreza, una violencia indiscriminada contra las mujeres y una expectativa de vida mucho más baja.
Aunque cuando se le pregunta por su país suspira mientras sus ojos miran hacia la oscuridad, sostiene que "de todos modos es maravilloso ser una nacida libre".
"Motiva. Si mi abuelita hubiera sido libre de ir a la escuela, tal vez mi mamá no habría sido una trabajadora doméstica, y nosotros no habríamos tenido que sufrir", resume. También la inspira el hecho de tener una tía parlamentaria.
Morachia Job, de 17 años, tampoco quiere tener hijos. Como cumplirá los 18 en febrero no podrá votar en los comicios de noviembre. "Pero tendré mi oportunidad el año próximo, en las elecciones locales", señala. Eso no le impide ingresar a la escena política con todo el entusiasmo que su juventud le permite.
"Ahora hago campaña por el Congreso de Demócratas. Le digo a la gente que es el único partido con representación igualitaria para las mujeres y preguntan: ¿De verdad?. Es genial, yo creo en la política", declara.
"Nacer libre quiere decir que todo es libre, aunque haya que pagar por eso. Bajo el apartheid, un hombre negro no podía simplemente comprar un automóvil, aunque tuviera el dinero para hacerlo", dice.
También está la libertad de la mente, piensa. "Yo fui toda mi vida a escuelas privadas. No tengo problema en dormir en la misma casa que personas blancas. Para la gente mayor eso todavía no es normal", añade.
Venesa Karises, de 18 años, se registró para votar porque quiere un cambio en la política. "Ya desde la independencia todo se refirió a la lucha. Ahora que los nacidos libres estamos votando eso ya no importa, nosotros no estuvimos allí. Un manifiesto político basado en la guerra de la liberación no tiene relevancia para nuestra situación actual", opina esta estudiante del primer año de sociología.
"Diecinueve años después de la independencia, 400.000 personas en este país todavía viven en una profunda pobreza. Grandes áreas carecen de acceso a agua purificada, y la violencia basada en el género continúa", sintetiza. Como las demás Venesa desprecia la violencia rampante contra las mujeres.
"Ayer otra muchacha fue muerta a puñaladas por su novio. ¿Quién hará algo al respecto?", plantea.
"No veo muchas mejoras luego de la independencia. Todavía hay una minoría que vive a expensas de la mayoría. Y nuestra generación no está representada", añade.
"Ser un nacido libre es ser un don nadie", concluye Venesa.