VIVIENDA-URUGUAY: Del rancho al pueblo blanco

«Si no fuera por las viviendas de Mevir, éste sería un pueblo fantasma», dice el comerciante que provee de comestibles y otras necesidades básicas a los habitantes del caserío perdido en el medio de la nada en el centro de Uruguay.

Pueblo Mevir San Gabriel, departamento de Florida Crédito: Dino Cappelli
Pueblo Mevir San Gabriel, departamento de Florida Crédito: Dino Cappelli

«Con las viviendas el pueblo existe y tiene otra vida», añade ante IPS Wilder Barreiro, dueño de la tienda donde vende desde alimentos hasta herramientas para tareas agropecuarias.

Apenas 200 personas viven en Pueblo Barceló, en el central departamento de Florida, y la mitad de ellas ocupan las típicas casas pintadas de blanco, con techo a dos aguas y paredes de bloques de hormigón que han brotado como hongos en todo el país rural.

Para construir estas viviendas debe trabajar necesariamente toda la familia, claro que con tareas adecuadas al sexo y edad de cada integrante. Cumplen horas como lo podría hacer un empleado, aprenden tareas de albañilería, administración o sirven de simple compañía como los hijos más pequeños. Y el pago es su casa propia.

«Cuando no pueden cumplir con esa obligación, pagan a un tercero, alguien que les trabaja por ellos», explica a IPS Roberto Ojeda. Y él sabe de lo que habla, porque vive en una vivienda de Mevir… y porque ahora trabaja como oficial de obra contratado por el programa.
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Esa es la parte de ayuda mutua que requiere el plan estatal Medir (Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural), nacido a fines de la década del 60 y profundizado tras la recuperación de la democracia en 1985, tras 12 años de dictadura cuando prácticamente no se hizo nada. Ha contribuido de manera fundamental en la desaparición de los rancheríos (grupo de viviendas precarias) que proliferaron en el pasado en las periferias de ricos y extensos establecimiento agropecuarios.

Aquellos ranchos de antes, ahora son taperas, como se les llama en este país desde el fondo de la historia a las pobrísimas construcciones rurales, generalmente de barro y paja, que sus ocupantes abandonaban a la buena de Dios debido a la vida nómada de antaño. Ahora son el producto del mayor acceso a la vivienda digna.

Esos ranchos son construcciones de una planta, con techo de paja, rodeadas de árboles y un aljibe, algunas con cuarto de baño apartado varios metros o directamente sin ese servicio, que en algún momento arroparon familias enteras y a veces numerosas.

[pullquote]1[/pullquote]A partir del cambio en la forma de subsistencia agropecuaria muchos campesinos emigraron para ocupar los cinturones de pobreza de las ciudades con igual carencias y precariedad, en un proceso de deterioro social aún mayor.

CUENTAS PENDIENTES

Hugo Lapizaga es un antiguo colono de la ruta 42, en la zona de Polanco del Yí, en el mismo departamento y no muy distante de Pueblo Barceló, que disfrutó por segunda vez una inauguración de Mevir en su tierra.

«Hubo una primera intervención en casa en el 2000 y ahora una refacción de sala de ordeñe» de vacas, dijo al momento de recibir las obras de refacción. Pero, al mismo tiempo de recibir el beneficio, se preocupa por aquellos otros uruguayos que no tienen acceso a esta ayuda estatal… porque viven lejos.

Es que todos quienes viven o tienen la construcción laboral a reparar más allá de los 30 kilómetros de donde se levanta un pueblo Mevir quedan fuera del programa en esa oportunidad.

Mevir es administrado por la Comisión Honoraria Pro Erradicación de la Vivienda Rural Insalubre. Funciona como una persona pública no estatal para mejorar el nivel de vida de los campesinos, y en los últimos tiempos se ha transformado en un agente promotor del desarrollo local.

La ayuda ha llegado a miles de trabajadores rurales, pero hay otros tantos que aún esperan. Lapizaga narró que había visto a «mucha gente que se fue para atrás con mucha tristeza, porque Mevir le dijo que no porque no las podía atender por la distancia».

«Entendemos que este programa ha ido flexibilizando las distancias, sobre todo cuando en 2000 se hizo la intervención en mi casa, en la parte de vivienda, el máximo para ingresar al plan eran 15 kilómetros, ahora se extendió a 30», indicó.

«Pero yo me sigo preocupando por los que están a 40 y 60 kilómetros (del conjunto Mevir a construir) y más también que necesitan una vivienda, una unidad productiva o una refacción», sostuvo.

Lapizaga habló ante periodistas, entre ellos IPS, otros vecinos y un auditorio donde se encontraba el arquitecto Francisco Beltrame, presidente de Mevir. Fue en Puntas de Maciel, en el centro del país y a unos 30 kilómetros de varios hogares que fueron construidos con la ayuda del plan.

«Hablé con una persona de las que se fueron triste ese día, está viviendo en el paraje de Molles de Timote (también en Florida), una zona alejada de la mano de Dios y que necesita de la mano de Mevir. Hay mucha gente de ahí que está pensando en abandonar el campo y eso es muy triste», apuntó al describir los problemas laborales y de vivienda que aún afrontan.

Uno de los que están en esa disyuntiva es «un alambrador (instalador de cercos rurales), cuya esposa es cocinera de una escuela y viven lógicamente a pocos kilómetros de ese centro educativo», contó.

«Yo pienso que se debería rever la distancia y darse una vuelta por la zona pues esa gente merece ser atendida, pues no quieren dejar el campo, pero necesitan una unidad productiva o que le refaccionen la casa, y para eso creo que todos tenemos derechos», arengó.

El arquitecto Beltrame no demoró en contestar. «En Mevir nos pasa a diario, de alguna forma», afirmó.

«Hay una historia, una forma de hacer, y uno intenta introducir en el arraigo de la institución algunos cambios sobre a qué lugar se debe apuntar. Todos los días la alternativa es qué se atiende primero», precisó.

«En la Comisión la disyuntiva se plantea cada día: dónde atender primero, cómo se organiza un plan, cuál criterio se utiliza para priorizar, atendemos la calidad o buscamos la cantidad. ¿Cómo hacemos?», detalló.

«Seguimos apoyando las necesidades en los grandes pueblos o en el medio netamente rural, damos la oportunidad de que la gente se quede para desarrollar en forma fuerte y eficiente la producción en su predio o resolvemos un problema de vivienda (…) y muchas veces no encontramos las soluciones definitivas», admitió.

AMPLIANDO LA MIRA

Mevir ha jugado un papel protagónico en el modelo de desarrollo implementado por el gobierno izquierdista del Frente Amplio desde que asumió en 2005. Los números proyectados para 2010 arrojarán un saldo similar a periodos anteriores.

Entre 1965 y 1990 se levantaron 4.096 viviendas, de 1990 a 1995 fueron 4.474, un poco más entre los años 1995 y 2000 cuando totalizaron 5.303, luego descendió la cifra a 4.034 entre 2000 y 2005, para situarse en 4.045 en 2010, contando las 1.310 aún en construcción y que se terminarán en esa fecha.

Con los años, Mevir amplió su objetivo original, pasando a asistir en forma integral tanto a los asalariados rurales como a pequeños productores familiares de bajos recursos, facilitando no sólo la construcción o refacción de viviendas sino también edificaciones productivas, servicios comunitarios, capacitación y asistencia técnica y mejora de la infraestructura, como el acceso al agua potable, electricidad y saneamiento.

Lo que antes eran núcleos habitacionales ubicados en los costados de las ciudades pequeñas, hoy se han enfocado, fundamentalmente y a partir del cambio de gobierno nacional en 2005, a unidades productivas ubicadas en la zona rural profunda.

«Mevir ha cambiado la fisonomía de los poblados del interior, de hecho ha permitido que muchos existan y subsistan», comentó a IPS Andrés Arocena, ex gobernante del departamento de Florida. «La casa–habitación de Mevir se multiplicó por pueblos, villas y hasta ciudades» en el pasado, recordó el dirigente del opositor Partido Nacional.

«Un ejemplo es Sarandí Grande (en Florida), donde se ubican tres planes que un total de unas 80 viviendas para 400 personas… pero en una ciudad de 6.000 habitantes», cuestionó Arocena.

Beltrame se defendió indicando a IPS que el aumento de la distancia para acceder a vivienda de Mevir tema está hoy en discusión en la dirección del programa.

Pero planteó como inconveniente para avanzar más en que hay que tener en cuenta «el traslado de los peones y los materiales por 40 kilómetros, pues tiene un costo muy alto, y nosotros debemos racionalizar el uso de los recursos pues no son ilimitados, son escasos».

Señaló que esos son los criterios por los cuales se trabaja con un límite territorial, con epicentros y con prioridades.

Actualmente se construyen 1.310 viviendas y 433 unidades productivas. Y las taperas se suceden porque las familias mejoran su calidad de vida. Construyen, trabajan, pagan la cuota.

Ahora el techo de material sustituye a la chapa y a la paja. Ahora el agua potable corre por cañerías, y ahora el baño es parte integrada al núcleo habitacional. Hay energía eléctrica, y sobre todo hay sentido de propiedad.

Los habitantes de estos pueblos blancos son peones rurales, familias que cumplen tareas en tambos (establecimientos de ordeñe), grande establecimientos ganaderos y chacras pequeñas del Uruguay profundo. Todos pagan cuotas accesibles que no superan los 500 pesos uruguayos (24 dólares) en la mayoría de los casos.

Sin embargo otras familias continúan esperando una solución, que aparece, en algunos casos, a kilómetros de distancia.

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