El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu batalla en varios frentes, hasta ahora sin suerte, para amortiguar la enorme presión internacional desatada por el informe Goldstone, que acusó a este país de cometer crímenes de guerra en la franja de Gaza.
Según esta investigación, en la "Operación Plomo Fundido", que Israel ejecutó contra Gaza entre el 27 de diciembre de 2008 y el 18 de enero de este año, se cometieron crímenes de guerra contra los palestinos de la franja, y el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) hizo lo propio con habitantes del sur del Estado judío.
Este informe fue presentado el 15 de septiembre por una comisión cuatripartita de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) liderada por el juez sudafricano Richard Goldstone.
Como Israel no pudo enterrar el informe, Netanyahu terminó enfrentado con su aliado político más cercano, el ministro de Defensa, Ehud Barak.
En una entrevista publicada el fin de semana en el diario estadounidense The Washington Post, Netanyahu dejó al descubierto que carece de ideas claras para superar esta situación.
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El primer ministro sostuvo que no rechazaba de plano la posibilidad de crear una comisión investigadora independiente en Israel para revisar las acusaciones del informe Goldstone.
"Estamos examinando este tema, no por el informe Goldstone, sino por nuestras propias necesidades internas. La mejor manera de superar esto es decir la verdad, porque Israel se estaba defendiendo con medios justos contra un ataque injusto", dijo Netanyahu.
Tanto Barak como el jefe del Estado Mayor Conjunto, teniente general Gabi Ashkenazi, se oponen con vehemencia a cualquier investigación nacional o internacional, una postura que suscribió la semana pasada el gabinete israelí, que sin embargo evitó decidir qué hacer exactamente.
La entrevista del Post no hizo nada por disipar las preocupaciones de los militares sobre un posible abandono de Netanyahu de su anterior rechazo a todo tipo de investigación de los hechos.
Tras la adopción del informe, hace 10 días, el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dio a Israel tres meses para investigar la guerra por su cuenta.
Israel no tiene garantizado el chaleco antibalas de Estados Unidos, ejercido bajo la forma de veto en el Consejo de Seguridad a una condena al Estado judío y la consiguiente posibilidad de sanciones.
Esto llevó a Irit Kahan, ex jefa del Departamento Internacional de la oficina del fiscal del Estado de Israel, a insistir en que resulta imperativa una investigación interna. "Para nuestros amigos en el Consejo de Seguridad será más fácil vetar cualquier propuesta de transferir el asunto a la Corte Penal Internacional en La Haya", sostuvo.
Pero enfrentado con la intransigente posición de los militares, que se niegan a que uniformado alguno comparezca ante una comisión investigadora, Netanyahu dio otro giro en la noche del domingo.
En una reunión de alto nivel volvió a rechazar una investigación independiente, anunciando en cambio la creación de un panel especial "para contrarrestar" el informe Goldstone ofreciendo "recomendaciones para la acción en el frente legal, diplomático y político".
El panel, presidido por un aliado cercano de Netanyahu, el ministro de Justicia, Yaakov Neeman, también tiene a su cargo evaluar las investigaciones internas del ejército sobre presuntos delitos de sus tropas durante la guerra.
Pero no hay muchas esperanzas de que así se alivie la presión internacional.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, declaró que confía en que la justicia israelí realizará una investigación adecuada. Con sus idas y vueltas, Netanyahu está amplificando las dudas sobre el sistema político de Israel.
El primer ministro puede enfrentar otro encuentro difícil con el mandatario de Estados Unidos cuando vuelvan a verse en noviembre en Washington.
Hasta ahora, Netanyahu ni siquiera ha conseguido impulsar su argumento de que hay un imperativo mayor que las "defectuosas" recomendaciones del informe Goldstone: la necesidad de cambiar el derecho internacional de guerra.
Netanyahu insiste en que esos principios ya no son aplicables a "la realidad contemporánea de combate contra entidades terroristas en guerras asimétricas".
Este fracaso quedó explícito en las declaraciones del alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier Solana.
En una entrevista publicada el día 23 en el periódico israelí Haaretz, Solana caminó al filo de la navaja entre las posturas favorables a que el informe Goldstone permita enjuiciar a Israel y la cautela ante los posibles daños a los esfuerzos internacionales contra el terrorismo y a las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos.
"En el mundo de ayer había guerras de ejércitos contra ejércitos, y había leyes y convenciones que abordaban la ejecución de esas guerras. Es necesario invertir pensamiento en esta situación cambiante en la que es difícil implementar las reglas clásicas de la guerra", reconoció Solana.
"Pero hasta que se implementen nuevas reglas, debemos obedecer las viejas", enfatizó.
Aunque Israel no da señales de abordar los cuestionamientos éticos planteados por el informe Goldstone, políticos y analistas tratan las implicaciones políticas que éste entraña para Israel.
Y es inevitable tocar el otro tema candente en la agenda internacional de Israel: los asentamientos judíos en tierras palestinas.
El analista Ari Shavit se refirió a las cinco décadas de la política de asentamientos en la Cisjordania ocupada desde 1967, que llamó "las crónicas de la estupidez".
"Netanyahu y Barak no tienen tiempo. Deben actuar rápidamente. La opción de la primera década (el statu quo) no es una opción. La opción de la segunda década (los asentamientos) nunca lo fue. La opción de la tercera década (la paz) es una ilusión. La opción de la cuarta década (el unilateralismo) es una receta para el desastre".
"De ahí que sea vital producir rápidamente una opción sobria para la quinta década: una retirada limitada en parte de Cisjordania, a cambio del reconocimiento internacional de una línea de defensa y del derecho israelí a defenderse desde dentro de esa línea", agregó.
Pero, según el analista Zvi Barel, ni Shavit ni la abrumadora mayoría de los israelíes llegan a percibir la quintaesencia de la "estupidez" de esta política.
Barel señala que las acusaciones éticas contra Israel son parte constitutiva de las críticas a la ocupación misma.
"Goldstone usa el término 'continuum' para establecer que la guerra de Gaza no puede comprenderse si no es como parte de una cadena de acontecimientos, que incluyen el bloqueo de tres años contra la franja de Gaza, la política de arrasar viviendas y los arrestos, los interrogatorios y las torturas, no sólo en la franja sino en Cisjordania y Jerusalén oriental. En pocas palabras, la guerra no fue un 'incidente' aislado, sino un eslabón en una cadena tan vieja como la propia ocupación".
Varios analistas en Israel han dicho que Goldstone acusó injustamente a su país.
Pero Barel señaló que, a diferencia de los ejecutores de otras "guerras antiterroristas", que disfrutan de cierta legitimidad internacional porque su ocupación de terceros países (como Iraq o Afganistán) es de carácter táctico y no estratégico, Israel se niega a aplicar esa concepción a su propia ocupación de tierras palestinas, incluso en las conversaciones con su mejor aliado, Estados Unidos.
"La ocupación israelí da señales de ser eterna, y esto provoca un disgusto lo bastante potente para afectar incluso a nuestros amigos", concluyó Barel.