«Café en las ruinas», un popular restaurante rústico en este balneario montañoso filipino, usualmente recibe a turistas que disfrutan de beber y comer mientras aprecian obras de arte.
Pero estos días, el lugar está lleno de voluntarios que cocinan y entregan comida a los evacuados de sus casas y granjas destruidas por el tifón Parma.
Muchos de estos desplazados son agricultores cuyas tierras fueron asoladas por una de las tormentas más devastadoras de los últimos años.
Cuando se enteró de que las víctimas necesitaban comida, ropa y medicamentos, Feliz Perez, uno de los empresarios, artistas y amantes del arte co-propietarios del café, decidió convertirlo en un centro temporal de asistencia. Invitó a voluntarios y aceptó donaciones de comida, dinero y mantas para los evacuados.
El restaurante ha entregado entre 200 y 300 paquetes de alimentos diarios en Baguio y en las cercanas localidades de Benguet, en la septentrional Región Administrativa de la Cordillera (RAC), donde habitan tribus indígenas llamadas genéricamente "igorot".
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Perez dijo que los evacuados por lo general piden frijoles mungo "porque llenan más", aludiendo al hecho de que la mayoría de las víctimas no acceden de inmediato a alimentos y por tanto necesitan comer algo que los mantenga saciados mientras esperan la próxima entrega.
La RAC abarca varias áreas montañosas de la Cordillera Central en Luzón, la mayor isla filipina. Gracias a su suelo fértil y clima fresco, la actividad agrícola es la principal allí.
Los agricultores de la cordillera producen verduras, arroz y café tanto para el mercado local como para el internacional.
Pero los tifones consecutivos Ketsana y Parma, que barrieron todo el país a fines de septiembre y principios de octubre, cambiaron la fortuna no sólo de la cordillera, sino también de otras provincias productoras de alimentos en Luzón.
Una de estas es Nueva Ecija, en la región de Luzón Central, el granero de arroz del país. Lito Tambalao se siente lo suficientemente afortunado porque las inundaciones no destruyeron su granja de una hectárea, que su familia ha trabajado por décadas. Sin embargo, Parma dañó la mayor parte de su arroz.
"Se suponía que iba a trillar el arroz que acabo de cosechar, pero no pude secar el grano por las lluvias", dijo este agricultor de 40 años. Contó que se vio obligado a vender su producción a un precio que no le permitió recuperar su capital.
Aun ahora que las tormentas han pasado, Tambalao no puede plantar porque la mayor parte de las instalaciones de irrigación fueron dañadas. Además, tiene dudas sobre invertir en otra temporada, si es que llegara a contar con el dinero suficiente.
Funcionarios filipinos dijeron que el sector agrícola fue el que más sufrió por los dos tifones. Evaluaron el daño total a la agricultura y la pesca en 397,65 millones de dólares. Esto incluye las cosechas, el ganado y los peces perdidos, las instalaciones de irrigación dañadas y 200.000 hectáreas de tierra sumergidas.
El impacto de las tormentas sobre Luzón fue tan grande que obligó al secretario de Agricultura, Arthur Yab, a reducir el pronóstico de crecimiento de la producción este año a entre 0,5 por ciento y 1,5 por ciento, cuando la previsión original era de tres por ciento. Luzón responde por 50 por ciento de la producción total agrícola del país.
La peor parte es que el hambre y la pobreza persisten en lo que se supone es el centro de producción alimentaria del país. Las otrora abundantes granjas, ahora severamente dañadas, podrían no ser rehabilitadas, privando a los agricultores de su principal fuente de sustento.
En un foro económico celebrado la semana pasada, Yap dijo que los dos tifones dejaron más de 50.000 familias agricultoras en Luzón "en estado de ruina financiera, hambre y pobreza severa".
A menos que el gobierno provea préstamos y subsidios, será difícil para esos productores recuperarse de esta devastación, sostuvo Rolando Dy, director ejecutivo del Centro para Alimento y Agronegocios en la Universidad de Asia y el Pacífico.
"Esos agricultores perdieron todo", afirmó. Aparte del hecho de que sus tierras y sus sistemas de irrigación fueron destruidos, están sumidos en deudas. Con sus cultivos destruidos, les será difícil pagarlas.
Si bien varios grupos de la sociedad civil, agencias de gobierno y organizaciones internacionales han sido activas en la promoción de la tan necesitada ayuda a esos productores, no todos se han beneficiado de sus donaciones, al menos durante los primeros días después del tifón.
Santos Mero, subsecretario general de la Alianza Popular de la Cordillera (CPA), federación de pueblos y organizaciones indígenas en el norte de Luzón, informó que no pudieron enviar suministros a otras provincias afectadas, como Ifugao, Apayado y La Montaña, ya que la principal carretera que une a Baguio con éstas quedó obstruida por los destrozos causados por el tifón.
Mero dijo que más de 2.000 familias agricultoras en esas áreas están en grave necesidad de asistencia, y es por eso que la CPA también colabora con los trabajadores para despejar las vías de tránsito. Pero señaló que las donaciones de alimentos son apenas medidas paliativas. Lo más importante, sostuvo, es ayudar a esos agricultores para que puedan recuperar su forma de subsistencia.
"El próximo paso es la rehabilitación. Le pediremos a nuestras organizaciones miembro y al gobierno que provea semillas y otros insumos agrícolas para que estos productores puedan comenzar de nuevo", afirmó.
En un foro agrícola la semana pasada, la presidenta Gloria Macapagal Arroyo dijo que ya había ordenado a Yap que distribuyera semillas a los agricultores este mes. Añadió que se priorizaría las áreas más afectadas por las inundaciones, de manera de que la nueva plantación comience de inmediato.