En una temporada teatral saturada de monólogos, el joven director Juan Carlos Souki cosecha éxitos en Venezuela con 10 actores sobre el escenario para una adaptación, llena de luz, sonidos y erotismo, de la última obra de Antón Chéjov (1860-1904), «El jardín de los cerezos».
La adaptación respeta la nomenclatura y el eje dramático expuestos por el clásico ruso, pero el lenguaje muta al habla de la Caracas moderna, así como el vestuario, muebles y decorado, más dosis de música en vivo y un intenso juego de luces y penumbras.
En otra sala y con otro horario, pero en las mismas jornadas que acoge el caraqueño Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, Souki presenta, también como director, la pieza infantil "Marcianos", que ya no es una adaptación sino una risueña obra salida de su pluma y de su imaginación para jugar con música y vídeos.
"La explicación es que yo crecí atado a un extremo del cable del televisor y los videojuegos, pertenezco a la generación Nintendo", dice Souki, en entrevista con IPS.
Nacido en 1980, el dramaturgo venezolano confiesa responder al impulso de que sus obras "sean un trabajo de arte total, no sólo guión y expresión corporal, sino también música e imágenes".
"Busco combinar elementos que se convierten en parte indispensable de nuestras vidas, como videojuegos, Internet, mensajería de texto o experiencias interactivas en parques de recreación", aseveró.
Los autores y directores "han subestimado la relación entre el teatro y la tecnología, pero si el mundo está comunicando a otra velocidad, el teatro debe buscar una manera de ir a su par", abundó.
"El jardín de los cerezos" cuenta la historia de una familia rusa y de su hacienda, en el tránsito de los siglos XIX al XX. La heredera, Liubov Andréievna Ranévskaia, regresa de París, arruinada, y encara el dilema de vender o no la propiedad para que se torne un centro vacacional, como aconseja el mercader Ermolái Alexeievich Lopajín, un antiguo criado.
Tras confiar esos papeles a los experimentados actores venezolanos Marialejandra Martín y Adolfo Cubas, Souki usa la guía de Chéjov para hacer lucir a 10 personajes, que en la práctica son 10 historias sobre la mezcla de dinero, poder, prestigio y erotismo, mostrando escenas apasionadas y apelando más de una vez al desnudo.
"Son personajes y situaciones presentes en nuestra cotidianidad, no importa el lugar del mundo en el que vivamos", sostuvo el director.
Explicó la apelación al desnudo porque "estudié a fondo la obra de Chéjov y encontré una gran carga de erotismo reprimido, entre personajes separados por pertenecer a clases sociales diferentes, pero que se atraen muchísimo y no saben cómo convivir".
Por eso, también, "al enfrascarme en detalle en las relaciones entre esos personajes privaticé escenas y algunas, en las que intervienen estudiante o criados, las coloqué en códigos descifrables por los jóvenes de hoy", explica Souki, en alusión a la disolución entre música en vivo, de guitarras, de uno de los pasajes más tensos de su adaptación.
El crítico Alfonso Molina dijo que "en la adaptación de Souki resalta su deseo de romper con las viejas formas narrativas". "Lo hace a través de una sexualidad que pareciera fundamentarse no sólo en la búsqueda del placer sino sobre todo del poder, del sometimiento del otro, el dominio de algo que se perdió o se acaba de adquirir", apunta.
"Entiendo que es la propuesta de Souki. Es evidente que hay cambios notables en la Venezuela de los últimos 10 años, ha existido un desplazamiento en el poder político, pero también en el ascenso social y económico. Identificamos una nueva oligarquía que detenta un poder casi omnímodo. Siguiendo al autor ruso, no hay buenos y malos sino poderosos y humillados, y el poder transforma a quien lo ejerce", opina Molina.
La otra obra, "Marcianos", es la risueña historia de unos niños habitantes del planeta vecino que se extravían, llegan a Caracas y antes de subir a las tablas del teatro pasean por algunas calles y parques, en un trabajo de pre-producción que al mostrarse en vídeo permite una rápida identificación de parte de los chiquillos entre el público.
Luego, sus peripecias son explicadas por un presentador como los de programas de variedades de televisión, tarea a cargo de la joven promesa Víctor Romero —horas después hace parte del elenco de "El jardín"— y una vez más se recurre a la música y juegos verbales con el público, al que terminan integrados los marcianitos.
"Es una exploración sobre la combinación de lenguajes para niños, cuyos códigos de lectura de la realidad cambian continuamente con los artefactos modernos y les hace generar rápidas respuestas, además de divertirlos, entretenerlos y, obvio, acercarlos al teatro", explicó Souki.
Ha podido cosechar éxitos de público a pesar de la ola de monólogos que recorre el país, en algunos casos con obras escritas con ese propósito, como "El aplauso va por dentro", de Mónica Montañés e interpretada por Mimí Lazo, y en otros, los más, relatos de su propia vida por artistas ya muy conocidos por la radio, la televisión o las pasarelas.
Quizás, pese a distanciarse de los monólogos, en el futuro el propio Souki pudiera contar uno sobre su vida teatrera, todavía en fase de maduración, desde que a los 14 años, cuando cursaba la escuela secundaria, sin experiencia teatral previa, asumió el reto de dirigir a un grupo de condiscípulos que decidieron experimentar ese arte en un rincón de su colegio.