En Gaza hay pocos espacios verdes y los existentes están atestados de gente hambrienta de aire libre. Día y noche, personas todas las edades se congregan en el Joondi, o en la Plaza del Soldado Desconocido, en el centro de la ciudad.
Allí se instalan vendedores ambulantes de nueces tostadas, falafel, refrescos, té y café. Más al este, el principal jardín de Gaza, que cobra una entrada de un shekel (unos 25 centavos de dólar), alberga cuidados arbustos, árboles y plantas florales decorativas. Aunque ni se compara con arboretos de otras partes, es un poco de verde en una faja de tierra completamente gris.
En la calle Omar Mukthar, la principal de Gaza que va de este a oeste, funciona el área comercial de Rima, que atrae a consumidores de vestimenta, perfumes, productos electrónicos y recuerdos. El inventario incluye una triste colección de telas baratas y costosos artefactos electrónicos.
Los gazatíes no tienen otra opción, a menos que vayan al mercado negro de los túneles de Rafah. De hecho, la mayor parte de las mercaderías llegan a través de esos mismos túneles y terminan siendo muy caras.
Quienes tienen shekels para gastar van a las pocas cafeterías de moda en Rimal o en el distrito del hospital de Shifa. Pero las opciones son las mismas: café árabe, capuchino, jugos, comidas livianas. Y el entretenimiento se limita a usar el servicio de Internet inalámbrico, escuchar la música árabe que suena en los altoparlantes del café y conversar con amigos, tal vez mientras se fuma una pipa de agua o narguile.
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Algunos eligen estos cafés para celebrar cumpleaños con un pastel que cuesta, en promedio, 70 shekels (19 dólares).
Pero todo esto es para unos pocos privilegiados. La mayoría de los 1,5 millones de habitantes de Gaza no pueden darse el lujo de frivolidades como éstas, pero tampoco tienen para alimentos, pañales, leche, ropa y libros para escolares.
La mayor parte de los palestinos de Gaza no tienen cómo escapar de las limitaciones del sitio impuesto por Israel con la complicidad del gobierno egipcio y de la comunidad internacional. La medida se intensificó desde junio de 2007, cuando el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) tomó el poder en la franja.
Pero el sitio en realidad data de poco después de que Hamás ganó las elecciones, en enero de 2006. Desde entonces, los palestinos han vivido bajo restricciones cada vez más asfixiantes sobre lo que puede entrar y salir de Gaza.
En el área comercial de Rimal, menudean los mendigos. Entre ellos hay viudas que intentan alimentar a sus hijos, y los propios niños y niñas pidiendo limosna para contribuir al ingreso familiar.
Una presencia cada vez mayor de niños vendiendo cualquier cosa por un shekel domina buena parte de las calles de Gaza.
Los niños, de incluso siete u ocho años, pasan sus días intentando convencer en los semáforos a peatones y conductores de que les compren sus baratijas.
Los jóvenes tienen pocas opciones de recreación. Ni cines, ni conciertos, ni clubes nocturnos, ninguno de los pasatiempos de la juventud del resto del mundo. Esto se debe, en parte, a la cultura conservadora que reina en Gaza, pero principalmente al sitio y a los muchos ataques militares israelíes contra la franja.
Un recinto teatral con un escenario de madera ubicado en el complejo hospitalario Al-Quds fue destruido por fuego israelí en la guerra contra Gaza entre el 27 de diciembre de 2008 y el 18 de enero de este año.
En cualquier caso, el principal obstáculo es financiero: con 90 por ciento de la población en la pobreza extrema, según el informe presentado este mes por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), la mayoría de los palestinos de Gaza dependen de la asistencia alimentaria y sobreviven con una alimentación rica en carbohidratos, sin dinero para lujos como vestimenta escolar y libros.
Los adolescentes Ibrahim, Mahmoud y Mahdi, de Beit Hanoun, cursan su último año de enseñanza secundaria. Todavía no han llegado al estado de frustración que sienten muchos recién graduados universitarios ante la escasez de trabajo. Para ellos, la preocupación de un empleo de tiempo completo todavía está a algunos años de distancia.
Ellos pasan su tiempo libre de manera muy simple. "Jugamos fútbol cuatro o cinco veces a la semana", dice Mahdi. "Yo voy a nadar casi todos los días, pero siempre tengo miedo de las lanchas cañoneras israelíes. Han bombardeado esta playa antes", afirma Mahmoud.
Ibrahim señala una motocicleta estacionada cerca de allí. "Si tuviéramos dinero para comprar una de esas, recorreríamos la ruta costera", dice.
Otra opción de ocio es acercarse al mar para disfrutar la brisa nocturna mientras se fuma un narguile.
Muchos eligen nadar, pese al peligro de las lanchas cañoneras israelíes y a la grave contaminación del mar Mediterráneo que baña Gaza, en el que se descargan a diario 80 millones de litros de aguas servidas.
"Instalamos una especie de trampolín en el borde del muelle. Todos los días vamos a nadar allí", dice un guardacostas. El puerto de Gaza es una de las áreas más contaminadas.
La economía de la franja fue diezmada: 95 por ciento de sus industrias han cerrado sus puertas. Los pescadores enfrentan la constante amenaza de las cañoneras israelíes, pero tienen que dar de comer a sus familias.
Los comerciantes no pueden importar productos a través de Israel, como lo hicieron durante años, y entonces hacen uso del contrabando a través de los túneles.
Hamsa Al-Bateran, de 22 años, es la viva imagen de la indigencia de Gaza. Vive en un cuarto con techo de asbesto, junto con su esposa Iman y su hijo de tres meses.
Antes de que el bebé naciera, Al-Bateran recorría las calles en busca de plásticos reciclables, cargando lo que encontraba en un carro tirado por un caballo. A veces lo alquilaba a otras personas.
"Mi hijo enfermó y tuve que vender el caballo y el carro para poder pagar la cuenta del hospital. Ahora no tengo ninguna manera de ganar dinero", dijo. Todo lo que hace es pensar cómo ganarse la vida. La recreación es un concepto ajeno para él.
"Incluso pensé en trabajar en los túneles. Haré cualquier trabajo, sólo necesito ganar dinero para alimentar a mi esposa y a mi bebé", dice.