ISRAEL: Madonna aplaudida por su silencio

Todas las imágenes estuvieron calculadas para conjurar las emociones correctas, para estar del lado correcto de todos los desafíos mundiales, cuando Madonna, la reina del pop, interpretó su canción «Get Stupid» en el Parque Yarkón de Tel Aviv.

Como telón de fondo se sucedían fotografías del presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad, de su par de Corea del Norte Kim Jong Il, de Adolf Hitler, del Holocausto judío que desencadenó, y también de desastres ecológicos, de la pobreza en África, de las guerras del mundo, del presidente de Estados Unidos Barack Obama y del defensor de los derechos civiles Martin Luther King.

Sin embargo, no hubo ni una palabra sobre el conflicto que la artista tenía más al alcance de su mano: el que enfrenta a israelíes y palestinos.

Sus dos conciertos en Israel, el martes y el miércoles, fueron la escala final de la gira mundial "Sticky & Sweet", que se desarrolló a lo largo de los últimos dos años.

En general, Israel está más acostumbrado a la visita de políticos y diplomáticos que aconsejan "frenen los asentamientos judíos en Palestina", más que a disfrutar del apoyo de artistas como Madonna. Ella evitó, deliberadamente, dar cualquier tipo de opinión.
[related_articles]
La cantante estadounidense se mantuvo cuidadosamente lejos de la controversia política, pero no de su famosa mezcla de sexo, violencia y símbolos religiosos.

Lo más cerca que llegó a los temas políticos fue cuando dijo a la multitud de 60.000 espectadores: "Cada vez que vengo aquí me recargo de energía. Realmente creo que Israel es el centro energético del mundo. También creo que si todos podemos vivir juntos en armonía en este lugar, entonces podremos vivir en paz en todo el mundo".

Pero cualquier malestar político que pudiera haber evocado entre los israelíes se disipó cuando un miembro del público le entregó una bandera del Estado judío. Madonna la utilizó para hacer su pasaje final por el escenario, envolviéndose en los colores azul y blanco y dejando en claro de qué lado están sus simpatías.

Sus dos escalas anteriores fueron en Bulgaria y Rumania, y no estuvieron exentas de controversia. En Sofía, el clero ortodoxo le reprochó su falta de respeto al cristianismo. En Bucarest, la abuchearon por criticar la discriminación contra la etnia roma (gitana) en Europa oriental.

Al promediar su espectáculo en Tel Aviv, y apartándose de un guión cuidadosamente armado, Madonna expresó su profundo afecto por Israel, donde no realizaba un recital desde 1993. "No debería haber pasado tanto tiempo sin venir", dijo a su multitud de adoradores.

Esta artista de 51 años afirma tener un vínculo especial con el Estado judío. Desde hace más de una década viene coqueteando con la Cábala, esencia del misticismo judío, e incluso ha adoptado un nombre hebreo: Esther.

Antes de la primera de sus dos presentaciones, las radios israelíes transmitían continuamente sus éxitos. En la emisora del ejército, un disc-jockey bromeó: "Esta noche se presenta la tía Esther en el Parque Yarkón".

Como anticipo de su gira, Madonna, criada como católica apostólica romana, escribió un artículo para el periódico israelí Iediot Ajronot. Allí señaló que el estudio de la Cábala le ayuda a comprender mejor la vida.

"Ella tiene un vínculo especial con nosotros, y nosotros le retribuimos el amor. No es sólo su música o este espectáculo increíble", dijo la diseñadora gráfica Ilana Erez, de 42 años, que concurrió al recital.

"Los israelíes se sienten agradecidos cuando una estrella sin parangón los aprecia", agregó.

En 2004 y 2007, Madonna realizó "peregrinaciones privadas", pero de alto perfil, a Israel. En esas ocasiones visitó los lugares sagrados para la Cábala, y también el sitio más reverenciado por el judaísmo: el Muro de los Lamentos, en la Ciudad Vieja de Jerusalén.

Los israelíes consideran que su sociedad está simbólicamente dividida entre los reclamos religiosos, políticos, nacionales e históricos sobre Jerusalén y el espíritu tolerante y hedonista, de vivir el momento, de Tel Aviv. Madonna se las arregló para trascender esa división.

Tras visitar nuevamente el Muro de los Lamentos, cenó con la mujer más importante de la política israelí: la líder opositora Tzipi Livni, del centrista partido Kadima. Y este viernes visitará al primer ministro Benjamín Netanyahu, del derechista partido Likud, en su residencia de Jerusalén.

Tras años de preocupación por las tensiones políticas y la violencia, más artistas internacionales visitan Israel. Otra música del pop, la estadounidense Lady Gaga, se presentó la semana pasada en Tel Aviv.

La misma noche del show de Madonna, el grupo de rock Faith No More ofrecía el suyo. Y el mítico Leonard Cohen llegará a fin de mes.

No todos logran evitar la polémica, ni eligen hacerlo. El año pasado, el ex Beatle Paul McCartney suscitó críticas de los palestinos, que se quejaron de que su concierto en Tel Aviv equivalía a apoyar la ocupación israelí de Cisjordania.

En contraste, el día de la primera actuación de Madonna, Roger Waters, líder de Pink Floyd —que actuó en Israel hace dos años— visitó otro sitio de peregrinación, pero de tinte político: el muro que separa al Estado judío de Cisjordania, diseñado presuntamente para disuadir ataques palestinos, pero que se adentra en territorio ocupado y lo fragmenta.

Refiriéndose al muro como a "esta cosa espantosa", Waters dijo que brindará otro concierto cuando sea derribado. El álbum emblemático de Pink Floyd es "The Wall" ("El muro"). En 1990, la banda interpretó la canción homónima en el lugar donde antes se erguía el Muro de Berlín.

Madonna se aseguró de no levantar semejantes olas políticas o religiosas, aunque en la pantalla gigante del escenario apareció brevemente la imagen de una cruz.

Del mismo modo que demostró que puede imponerse ante los tribunales de Malawi con su determinación de adoptar un segundo niño de ese país, la estrella también puede darse el lujo de mantenerse distante de toda crítica. Incluso de la de eminentes rabinos de la Cábala, que la acusan de estar vulgarizando y distorsionando el judaísmo.

En cualquier caso, Madonna se mantuvo fiel a su propia doctrina de provocaciones.

En sus espectáculos usó su habitual short negro ajustado y medias de encaje, jugueteó con un bailarín, realizó movimientos sensuales en torno a un caño, y le dio un profundo beso a una bailarina, aunque ninguno de estos son actos de fe mencionados en la Cábala.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe