La municipalidad cierra el grifo. El ministro de Desarrollo y Recursos Hídricos pide que lo abran. Los usuarios no quieren pagar las facturas. El cólera acecha. Debe ser la capital de Zimbabwe.
"No vamos a pagar", aseguró Netsai Mutongi, quien debe el equivalente a 230 dólares y no está dispuesta a saldar la deuda porque ni siquiera pudo ver el agua que le quieren cobrar.
La deuda que los usuarios mantienen con la municipalidad asciende a 22 millones de dólares.
"La cifra está inflada y quieren que paguemos por el agua que pierden sus cañerías. Esa cantidad no tiene relación con el valor ni con la cantidad suministrada", arguyó.
La falta de ese recurso vital en los barrios periféricos y en las ciudades satélites es cada vez peor. El consumo doméstico y comercial de Harare es de 1.200 megalitros al día. La capacidad de la planta potabilizadora Morton Jeffrey es de 614 megalitros, pero sólo bombea entre 400 y 500 megalitros al día.
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Más de 40 por ciento del agua potable se pierde por el mal estado de las tuberías, según numerosos ingenieros.
"Las cañerías de la planta de Morton Jeffrey están viejas, las cintas transportadoras ya no funcionan. Perdemos cientos de megalitros al día por averías y el ruinoso estado de la infraestructura", remarcó el ingeniero hidráulico Albert Nhongomhema.
La población protesta porque deben ir a buscar agua al mismo lugar donde beben burros y otros animales, con el consiguiente riesgo de contraer alguna enfermedad derivada de la contaminación de ese recurso vital.
"Está prohibido hacer perforaciones en barrios de mucha densidad poblacional, a menos que sea en una iglesia o una escuela. Los templos suelen vender o suministrar agua a los fieles+. No nos queda otra que recurrir a quienes tienen pozos ilegales en su terreno", dijo a IPS Roslyn Matarutse. "Un balde lleno suele costar dos dólares y, a veces, tres".
La gente denuncia que se hicieron perforaciones en las residencias oficiales del vicepresidente, ministros y secretarios permanentes, entre otros altos funcionarios, así como en la sede presidencial.
Los habitantes más pobres temen enfermarse por los cortes permanentes de agua.
La mala calidad y la escasez derivaron en una epidemia de cólera el año pasado, calificada por la Organización Mundial de la Salud como el peor brote de este mal ocurrido en África en 15 años. Cientos de miles de personas contrajeron la enfermedad que le causó la muerte a 4.000 de ellas.
"El agua es vital, la necesitamos para todo. Si cortan el servicio, la gente tendrá que buscarla en otro lado y puede estar contaminada. Cortar el suministro será como sacarles la vida", señaló el ministro de Desarrollo y Recursos Hídricos, Sam Sipepa Nkomo.
"No se puede esperar que la gente pague un servicio que no recibió o no utilizó. En vez de cortar el suministro, la municipalidad tendría que dar facilidades de pago pues corremos riesgo de que haya otro brote de cólera", añadió.
El gobierno destinó este año 17 millones de dólares para reparar la infraestructura vetusta, según Nkomo, quien reconoció que la solución definitiva excede las posibilidades actuales del gobierno.