SIDA-PAKISTÁN: Entre el estigma y la negligencia

El médico Saleem Azam no puede quitar de su mente a sus pacientes MN y FM, fallecidos en dos hospitales estatales de la meridional ciudad pakistaní de Karachi sin recibir tratamiento a tiempo.

MN y FM —iniciales que Azam utilizó para no revelar sus identidades— eran usuarios de drogas inyectables hasta que contrajeron VIH/sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).

"Murieron debido a la negligencia criminal de los proveedores de servicios de salud", dijo Azam, culpando sin rodeos a los médicos que estaban de guardia.

"Les negaron flagrantemente las intervenciones que necesitaban porque eran VIH positivos", recordó.

"¿Por cuánto tiempo más esta gente morirá una muerte silenciosa? Alguien debería hacerse responsable", expresó.
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Azam dirige una organización no gubernamental, la Pakistan Society, que desde 1982 trabaja con usuarios de drogas inyectables, la mayor parte de los cuales viven en las calles.

Actualmente, la Pakistan Society tiene registrados a más de 3.000 de estos consumidores de estupefacientes, y 500 de ellos tienen VIH/sida.

Según la Organización Mundial de la Salud, unos 33 millones de personas viven con VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida). Aproximadamente 90 por ciento de ellas residen en países de ingresos medios y bajos.

Se estima que en Pakistán hay unas 85.000 personas afectadas por la enfermedad, según el Programa Nacional de Control del Sida. De éstas, 21 por ciento son usuarias de drogas inyectables.

Azam todavía evoca vívidamente lo que le ocurrió a MN, de 38 años. Al hallarlo en estado de coma, yaciendo en un pasillo, activistas de la Pakistan Society lo llevaron a la sala de emergencia del gubernamental Hospital Civil.

"El médico que estaba de guardia le administró un suero sin hacer ninguna investigación adecuada", relató Mohammad Raisuddin, el activista que lo encontró.

Al enterarse de que MN era VIH-positivo, el médico lo llevó a otra sala.

"Nosotros seguimos llevando al pobre tipo de una sala a la otra, pero le negaron la admisión en todas partes, con un pretexto u otro", dijo Raisuddin.

Dos días más tarde, MN fue llevado al Hospital de Jinnah. Tras mucho suplicar y "muchas llamadas telefónicas después", finalmente MN fue admitido en el hospital, donde poco después falleció. Azam considera que la falta de conciencia y capacitación entre los miembros de la comunidad médica es una de las mayores barreras para controlar la incidencia del sida en Pakistán, y a menudo esto deriva en el estigma y la discriminación contra las personas que tienen VIH/sida.

"Tenemos un problema justo frente a nuestra nariz, pero no podemos verlo. A veces los médicos ni siquiera saben cuál es el modo de transmisión", dijo.

Esto se volvió evidente en el caso de FM, de 58 años. Él había sido sometido a tratamiento antirretroviral a raíz de sus dificultades respiratorias, lo que alentó a Azam y su equipo a conseguirle la atención médica que tanto necesitaba.

A continuación realizó una serie de consultas con diferentes médicos, acompañada de internaciones en hospitales, ninguna de las cuales ayudó. Según Azam, en determinado momento a FM le prescribieron Viagra en el Instituto de Enfermedades Cardiacas de Karachi, a donde lo derivaron incluso antes de que su situación se estabilizara.

Viagra es la marca comercial del compuesto activo Sildenafil, que además de emplearse como antídoto para la disfunción eréctil se usa para tratar graves afecciones cardiacas y pulmonares.

La próxima escala de FM fue en el Instituto Nacional de Enfermedades Cardiovasculares, de donde fue llevado a un hospital multidisciplinario. El Hospital Civil fue la única opción que le quedó, pero allí también le negaron el tratamiento.

Antes de poder ser trasladado al Hospital de Jinnah abandonó todo deseo de vivir, dijo Azam.

"Ellos no tienen ni idea sobre la enfermedad y la tratan usando gafas morales", sostuvo, a propósito de los profesionales médicos cuyos servicios buscaron él y su equipo.

Las muertes de FM y MN podrían haberse impedido "si los médicos hubieran mostrado un sentido de la responsabilidad, de la empatía y de respeto por la vida humana", aseguró Azam.

Estos no son casos aislados, dijo. El año pasado, 12 personas que estaban bajo el cuidado de la Pakistan Society corrieron el mismo destino en estos hospitales, donde les negaron tratamiento en base a lo que Azam describió como motivos muy endebles.

"O bien la sala de emergencia no tiene una cama libre, o bien el médico no está de guardia, o el paciente tiene que ser trasladado a otra sala, y luego a otra. Ellos simplemente ganan tiempo hasta que el paciente fallece", agregó.

La organización no gubernamental Nai Zindagi trabaja con usuarios de drogas inyectables y personas que viven con VIH/sida en la oriental provincia de Punjab. Su director, Syed Tariq Zafar, dijo que "la falta de información, conocimiento y experiencia a menudo se traduce en temor, que los expertos catalogan como discriminación".

Es fundamental abordar este tipo de situaciones, sostuvo.

Azam cree que no siempre es dinero lo que se necesita para mantener vivos —y de un modo digno— a los pacientes con VIH/sida. "A veces la simple compasión puede aliviar el dolor", ejemplificó.

"El mundo de la ciencia puede haber logrado avances en los aspectos médicos y terapéuticos de la pandemia", pero el social ha sido lamentablemente desatendido, opinó.

La médica Azra Ghias, que dirige uno de los Centros de Excelencia creados por el Programa Nacional de Control del Sida, admitió que el estigma y la discriminación acosan a las personas que viven con VIH/sida. Incluso los profesionales de la salud los ven como intocables, dijo.

Sin embargo, se apresuró a destacar que hubo un notorio cambio de actitud entre algunos paramédicos y médicos en lo relativo a pacientes afectados por este flagelo.

"Ahora estas personas pueden acceder a tratamiento en los hospitales", lo que era imposible hace tres años. "El cambio existe, pero es lento", señaló.

No obstante, Azam dijo que no se podrá ganar la batalla contra la enfermedad hasta que se cree conciencia entre los médicos jóvenes y en los muchos nuevos paramédicos que tratan a estos pacientes.

"La mayoría de los pacientes con sida padecen múltiples complicaciones, lo que requiere no sólo una serie de análisis caros, sino también tratamientos inmediatos", dijo.

Los Centros de Excelencia deberían ser lugares donde los infectados con sida puedan recibir los servicios necesarios "bajo un solo techo", añadió.

"Estas personas no sólo son pobres, sino también débiles y enfermas, y no tienen idea de a dónde ir y cómo buscar ayuda. Tienen que correr de un lado a otro y hacer largas filas, cuando su salud no se los permite", explicó.

Ghias discrepó. "Eso es exactamente lo que no queremos hacer. ¿Por qué deberíamos tener servicios separados para ellos y aislarlos, cuando toda la idea de la intervención apunta a la integración?", planteó.

"No seamos exageradamente sensibles en relación a los infectados con VIH/sida. Todos los enfermos necesitan ser socorridos y tratados con compasión. Es necesario actualizar el sistema de salud y las políticas sobre estos temas, y que los proveedores de estos servicios comprendan sus roles y responsabilidades", afirmó.

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