Si el público no va a las galerías de arte, éstas van al público. Esa es la propuesta de una exposición callejera que cada tres meses sube pinturas, esculturas u otras expresiones a las paredes de un edificio del centro de esta meridional ciudad brasileña.
El proyecto "Pared gentil", de la galería Gentil Carioca, invita cada cuatro meses a un artista para exponer su trabajo en la pared externa del espacio que la alberga, una casona de principios del siglo XX.
Descascarada por el tiempo, por viejas superposiciones de pinturas y avisos de publicidad del pasado, esa pared de unos cuatro metros de ancho y 10 de altura está ubicada en pleno centro de la ciudad que fuera capital de Brasil hasta comienzos de los años 60, en un barrio de comercio popular conocido como Sahara.
Marcio Botner, artista plástico y uno de los dueños de la galería de arte, explica a IPS que arquitectónicamente se trata de una "pared ciega", que debería estar siempre blanca.
El desafío fue invitar siempre a artistas diferentes para que las obras estén en discusión con el gran público, señala. El objetivo es presentar esto "como una oportunidad de educar".
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"Yo acostumbro a decir que una obra de arte es como una bomba de cultura", reflexiona.
"En ese sentido, este proyecto es una semilla, una forma de mostrar a la gente, que habitualmente no tiene oportunidad de ver una obra por motivos económicos o de formación, este poema visual", sostiene.
Los hermanos Tiago y Gabriel Primo, que hasta fines de este mes exponen su obra en la pared, consiguieron con creces ese efecto explosivo.
Ambos duermen, comen, leen, hablan por teléfono y ven televisión en una casa montada puertas para afuera. Colgados de la pared se pueden ver varios objetos cotidianos, como una cama, una cómoda, un viejo gramófono y hasta una hamaca paraguaya.
¿Escultura, cuadro o intervención urbana? "Primero, cuando concebimos la obra la consideramos una performance", intenta definir Gabriel Primo ante la consulta de IPS.
"Después, con el tiempo, claramente se convirtió en una intervención urbana, porque ocupaba el espacio del público, pues cualquiera que pasaba la vería y nos vería, y finalmente pensamos que era una instalación, porque convertimos habitable un lugar que no lo era", agrega.
"Es una obra muy potente en su discusión plástica. Dialoga tanto con el campo de la pintura como de la escultura", reflexiona a su vez Botner.
Intervención, instalación o hasta un cuadro colgado literalmente de la pared, todo puede ser pero la obra no pasa desapercibida. En pleno centro de Río de Janeiro, con el bullicio cotidiano de las bocinas, de las voces de los vendedores ambulantes, y del traquetear de vasos, platos y cubiertos de los bares cercanos, es el foco obligado de las miradas de quien pasa por allí.
"Eso no es arte, es locura", exclama un vendedor de maníes que pasa por la pared. Un hombre que ofrece cocos en un puesto de enfrente dice que le gustaría llevarse el cuadro a su casa, pero para ellos necesitaría no sólo de la buena voluntad de los artistas para mudarse sino de sus artimañas y habilidades deportivas.
Para subirse a la pared, los hermanos Primo tuvieron que aprender técnicas de andinismo. Y, a falta de ascensor, el ascenso cotidiano a la casa implica la utilización de todo tipo de sogas y aparatos de seguridad para escalar la pared.
"Estábamos comenzando a hacer escalada y entonces decidimos juntar una cosa con la otra. La galería proponía usar la pared y nosotros teníamos experiencia en escalar paredes", cuenta Gabriel Primo.
Deporte o arte, la obra se hace ver. Generalmente por un público que no esta acostumbrado a frecuentar exposiciones porque creen que es un espacio que no les pertenece.
"Hay gente que hace comentarios maliciosos, que grita ¡salta! Otros dan el grito de Tarzán. Es divertido ver las diferencias de reacciones de las personas", comenta el artista.
Reacciones no faltan. Incluso de identificación personal con los artistas. Los habitantes de las calles que viven allí, por necesidad y no por amor al arte, se identifican con los hermanos que viven "colgados" de la pared.
Según Gabriel, los mendigos les cuentan toda su vida. Desde la pared se oye todo, especialmente a la noche cuando el ruido de la ciudad da lugar a sus fantasmas nocturnos y silencios.
Tiago primo, el mayor de los dos hermanos artistas, cuenta que el objetivo era hacer que la gente piense y que lo consiguieron. En una mezcla del espacio público y privado, el artista reconoce hasta una metáfora de la nueva sociedad. Una especie de interacción entre voyeur, con el arte como nexo.
La obra dialoga de una manera "muy fuerte" en relación al público. Es una casa abierta que abre la discusión sobre lo que es ser visto y lo que es ver", interpreta Botner.
El galerista agrega que, al mismo tiempo, la obra trae preguntas sobre otras cuestiones como los problemas de vivienda, de subsistencia. Es un trabajo que trae interpretaciones no sólo de arte contemporáneo sino de antropología y sociología".
Tiago recuerda como una de las experiencias más interesantes de su interacción con el público, fue una vez que hubo una fiesta en un edificio de al lado. Todo el mundo embriagado hacía apuestas a los gritos para adivinar si las personas colgadas de la pared eran muñecos o personas de carne y hueso.
"Comencé a moverme lentamente, para indicarles de alguna manera que éramos personas de verdad", relata el artista.
Gabriel Primo tiene cariño especialmente por otra anécdota. La de una madre que para responder a su hijita la pregunta por qué "esos hombres estaban viviendo en la pared". Ella le explicó que "porque eran brasileños, y los brasileños son héroes capaces de hacer cualquier cosa para sobrevivir, hasta subirse a una pared".
"Me causó mucha gracia que nuestra pared sea base también de una interpretación tan patriótica", comenta.
Por la pared ya pasaron otros 10 artistas. Desde graffiteros a escultores y pintores. Internamente la galería tiene otras exposiciones convencionales y, según Botner, consiguió una interacción del público entre una y otra.
"Puedo hasta decir que el proyecto es tan discutido afuera, en la pared, como dentro, en la galería. Creó tal expectativa entre los vecinos que ahora por ejemplo, que salen los hermanos Primo y entra otra obra, todos me preguntan si será una intervención urbana o que "incomodidad urbana causará", cuenta Botner al destacar el lenguaje artístico ahora utilizado popularmente en su calle.
Cada obra de la "Pared Gentil" es patrocinada por un coleccionista diferente, para que, según el artista, se pueda al mismo tiempo abrir una discusión sobre el "coleccionismo".
Según Botner una colección legitima e inmortaliza las obras y "cuando se hace pública cumple una función de educación".
La próxima obra en instalación es de la artista Carla Zaccagnini. Una obra "más conceptual" que jugará con los nombres de las calles del centro de la ciudad, haciendo con cortes y collages, que al mismo tiempo creará nuevos nombres.
El objetivo de la nueva "pared" será discutir la cuestión del nombre, de la propiedad, de la vecindad, creando nuevos sentidos, concluye Botner.