ISRAEL-PALESTINA: Dudas sobre acuerdo definitivo de paz

El gobierno estadounidense de Barack Obama lanzará una nueva ronda de negociaciones de paz entre palestinos e israelíes durante el 64 periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, que se inaugurará el 15 de septiembre.

Hasta ahora, la mayoría de los medios de comunicación centraron su atención en la disputa de Estados Unidos con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en torno al proyecto de construcción de asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén oriental.

Mucha menos atención se dedicó a las perspectivas del esfuerzo por concretar una paz definitiva entre israelíes y palestinos.

Estos temas están vinculados. Es que las colonias que Israel continúa construyendo se adentran en el territorio de cualquier futuro Estado palestino.

Incluso Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina y líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que está a favor de la paz, ha dicho que no participará en las conversaciones sobre el estatus final a menos que Israel deje de construir los asentamientos.
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La posición de Abbas ha sido firmemente apoyada por todos los otros líderes y partidos palestinos, incluido el radical Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás).

Sin embargo, Abbas dijo que podría "encontrarse" con Netanyahu en la Asamblea General de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), incluso sin que haya un congelamiento total de las colonias. Pero no aclaró si este encuentro sería en el contexto de una negociación o no.

El hecho de que Israel haya continuado casi ininterrumpidamente su proyecto de construcción de asentamientos siempre debilitó la confianza que los palestinos pudieran haber tenido en la buena fe del gobierno de Netanyahu.

El programa de construcción de asentamientos también constituye una violación de la "Hoja de Ruta" elaborada en 2002 por el entonces presidente estadounidense George W. Bush (2001-2009) y sus socios del "cuarteto" para la paz en Medio Oriente, que integra junto a la ONU, Rusia y la Unión Europea.

Pero algunos analistas de las negociaciones palestino-israelíes sostienen que ahora la mira de Obama y todos los demás debería estar puesta no en el asunto de los asentamientos, sino en la rápida concreción de un acuerdo de paz definitivo.

Desde esa perspectiva, toda prolongación de la infructuosa disputa en torno a los asentamientos puede verse como una pérdida de tiempo y como un creciente drenaje del capital político de Obama, tanto en el plano interno como en el internacional.

Estos analistas señalan que un acuerdo de paz necesariamente deberá incluir una demarcación de las fronteras finales entre Israel y el futuro Estado palestino.

Una vez delimitadas esas líneas, la cuestión se transformará instantáneamente pues el Estado judío podrá construir libremente dentro de sus propias fronteras finales, cumpliendo con el derecho internacional.

Sin embargo, fuera de esas fronteras no sólo no podrá continuar con sus programas de construcción, sino que los ciudadanos israelíes que ya viven allí rápidamente quedarán sometidos a la ley palestina.

Y cuando entre en vigor el acuerdo de paz no habrá más ocupación militar israelí y por lo tanto no habrá un problema, según el derecho internacional, en relación a los colonos israelíes de esas áreas.

Pero trazar una frontera final entre Israel y Cisjordania es algo a lo que se han opuesto Netanyahu y muchos de sus aliados en el gobierno de derecha.

El derechista partido Likud, del primer ministro, tradicionalmente consideró que toda la superficie que se encuentra entre el río Jordán y el mar Mediterráneo —e incluso un segmento de tierra al oriente del Jordán— son parte de la bíblica "Tierra de Israel".

En junio, Netanyahu finalmente sucumbió a la presión de Estados Unidos y expresó su apoyo a regañadientes a una forma muy limitada de Estado palestino dentro de Cisjordania.

Pero él y sus asesores señalaron que quieren que ese Estado tenga, en primera instancia, sólo fronteras "provisorias", que estén abiertas a nuevas modificaciones en el futuro.

De hecho, fronteras provisorias ya se vislumbraron en la "Fase Dos" de la Hoja de Ruta de 2002. Pero los palestinos se oponen fuertemente a él.

El analista palestino, favorable a la paz, Walid Salem dijo que crear un Estado de esas características "colocará a los palestinos en una situación que algunos considerarán una ocupación internacional".

Ahora Salem urgió a actuar rápidamente para garantizar un acuerdo final de paz.

Hay una posibilidad de que Abbas y otros líderes palestinos dejen de lado su insistencia sobre un congelamiento de las colonias israelíes durante un tiempo suficiente para permitir que se reanuden las negociaciones.

Pero para esto necesitarán recibir garantías suficientemente firmes de que esta nueva ronda de negociaciones no terminarán siendo tan dañinas e infructuosas para los palestinos como las que lanzó Bush en noviembre de 2007 en Annapolis.

En esa localidad estadounidense, Bush dijo que se aseguraría de que antes del fin de su presidencia se concretara un acuerdo de paz para Medio Oriente. Eso nunca ocurrió. Y tampoco el congelamiento de las colonias requerido en la Hoja de Ruta y reafirmado en Annapolis.

Las negociaciones lanzadas en Annapolis fueron las últimas de una larga serie que se remonta a la conferencia de paz de Madrid, en 1991, en la que se prometió a los líderes palestinos que pronto se llegaría a un acuerdo final.

¿Qué puede dar a los palestinos más garantías de la seriedad de Estados Unidos que las que tuvieron en Annapolis?

El veterano periodista y analista palestino Rami Khouri aportó una clave al escribir que cualquier intento realista de resolver el conflicto palestino-israelí "debe afirmar el imperio de la ley tal como está definido por las resoluciones y convenciones internacionales de la ONU sobre derechos de los refugiados".

Dentro del gobierno de Obama existe un debate sobre hasta qué punto articular y perseguir el propio interés de Estados Unidos en la paz para Medio Oriente.

Desde hace 16 años, los líderes israelíes se han acostumbrado a ejercer casi un poder de veto sobre cualquier iniciativa de Estados Unidos.

Prácticamente todas las iniciativas independientes que adopte Obama y que no cuenten previamente con el visto bueno de Netanyahu despertarán la ira de éste y de quienes lo apoyan en el Congreso legislativo estadounidense.

Sin embargo, es difícil pronosticar cuánto peso político tendrán los partidarios de Netanyahu en Washington. De hecho, este año el gobernante israelí recibió muy poco apoyo de los legisladores de Estados Unidos a raíz del enfrentamiento con Obama en torno al tema de los asentamientos. * Helena Cobban es analista de Medio Oriente y escritora. Su blog se encuentra en: www.JustWorldNews.org.

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