Dos experiencias educativas no gubernamentales de Brasil lograron trasponer los muros de la enseñanza pública, asumiendo por un tiempo la gestión de escuelas en las que dejaron semillas, pero comprobaron cuán refractario a la innovación es el sistema escolar.
En las escuelas rurales de Araçuaí, un municipio pobre del estado sudoriental de Minas Gerais, el Centro Popular de Cultura y Desarrollo (CPCD) apeló a un arsenal de instrumentos, como bizcochos con forma de letras o carteles escritos indicando puertas, muebles y objetos, juguetes y juegos pedagógicos, entre otras técnicas que desarrolló desde su fundación en 1984.
Por invitación de la alcaldía, esta organización no gubernamental reconocida por su creatividad educativa, aceptó el desafío de sacar del abismo la enseñanza municipal y asumió la conducción de la Secretaría de Educación entre agosto de 2003 y fines de 2004.
La inmersión en un ambiente letrado buscaba alfabetizar a niños rurales que, de acuerdo con evaluaciones especializadas, enfrentaban graves insuficiencias para leer, contar y escribir en los ocho grados de la educación primaria.
En Araçuaí, la alcaldía se encarga sólo de la enseñanza rural, a diferencia de la mayoría de los municipios brasileños responsables de toda la educación primaria, incluso la urbana.
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El programa se llamó "De la UTI educacional a la Ciudad Educativa", en referencia a la necesidad de una unidad de terapia intensiva para salvar de "la muerte cívica" a los niños analfabetos o sin conocimientos básicos para ejercer su ciudadanía, según el fundador y presidente del CPCD, Sebastião Rocha.
Se promovió una intensa movilización de las comunidades, a través de la capacitación de "madres cuidadoras" y "agentes comunitarios", de las "folías de libros", imitaciones de fiestas religiosas, y de muchas "rondas", las conversaciones en círculo que son la base de la "Pedagogía de la Rueda" del CPCD.
Se trató de "una confusión pedagógica", definió Eliane Almeida, coordinadora de Araçuaí Sustentable, un programa del CPCD iniciado en 2005 que amplió los objetivos educativos a la sustentabilidad social y ambiental del municipio.
La valorización de los conocimientos de la población en el proceso educativo es otro principio del CPCD. La contribución de una mujer que se confesaba analfabeta fue la elaboración de bizcochos con formas de letras, en un esfuerzo por dar expresión letrada a todo lo que rodeaba a la población.
Araçuaí tenía entonces cerca de 36.000 habitantes, casi la mitad de ellos en el campo, y 2.700 alumnos en sus 37 escuelas municipales, que fueron agrupadas en nueve micro-regiones, porque muchas eran demasiado pequeñas.
Para aprovechar los largos períodos de traslados de buena parte de los alumnos, se inventó el "educador del autobús", que hacía cantar y contar historias a los niños durante el recorrido por carreteras precarias.
TRAUMA
Las evaluaciones realizadas a fines de 2004 constataron acentuadas mejoras, pero el nuevo alcalde, José Antonio Martins, no renovó el acuerdo con el CPCD cuando asumió su cargo en enero de 2005, aunque su gobierno fue de continuidad, ya que él se había desempeñado como vicealcalde en la gestión anterior y era miembro del mismo Partido de los Trabajadores (PT) de su antecesora, Maria do Carmo da Silva.
El Consejo de Infancia y Adolescencia del municipio "no se interesó en continuar el convenio" con la organización no gubernamental, y los gobiernos del PT "son participativos" y valorizan a los consejos populares, explicó el ahora ex alcalde Martins, derrotado en su intento de reelegirse en 2008.
"Se nos prohibió entrar a las escuelas en 2005, pero seguimos cuidando la educación afuera, en las calles, con las madres cuidadoras", sostuvo Rocha. El CPCD mantiene en Araçuaí varios proyectos, como "Ser Criança" (Ser Niño), dedicado a actividades extracurriculares en el turno en que los niños no frecuentan la escuela formal.
La misma campaña de UTI, con el nombre de Ciudad Educativa, fue adoptada por la alcaldía de Virgen da Lapa, un municipio vecino.
"No nos interesa la escuela, sino los niños, que no sigan siendo analfabetos a los 9 o 10 años", afirmó Rocha, destacando la participación de las "madres educadoras que tienen más interés y conocimiento de la vivencia".
La experiencia de Rocha y el CPCD comandando la Secretaría de Educación fue traumática para muchas maestras.
"Fuimos devaluadas, se nos quitó el papel de docente" a favor de "madres que hacían bizcochos sin conocer nada de pedagogía ni métodos", se quejó Rosángela Silva, profesora desde hace 15 años, quien se sintió "decepcionada al final", después de "abrazar la iniciativa" por su creatividad.
Según la teoría del CPCD "los alumnos no son una página en blanco, pero nosotras sí fuimos tratadas como páginas en blanco", acusó Rosilene Santos, hoy subdirectora de una escuela urbana del gobierno estadual. El proyecto UTI fracasó y sus resultados fueron falseados, opina, porque alumnos que ya estaban alfabetizados fueron contados como analfabetos.
Las madres y los agentes comunitarios "enseñaban a escribir con errores, confundiendo a los alumnos", según otra maestra, Andreia Rocha. "Todo fue impuesto, no se aceptaban críticas, como si las profesoras no supieran nada, y cualquier progreso era mérito de las madres educadoras", acotó Deusdilene Silva, con 13 años de docencia.
Otra profesora, Adriana de Jesus Rocha, discrepó de sus colegas, afirmando que sus 19 alumnos de tercer grado "aprendieron mucho con los juegos, los libros y el huerto". Como resultado, todos terminaron por dominar la lectura. Al inicio pocos sabían leer, recordó. Faltó, quizás, un mejor diálogo previo con las maestras, admitió.
Pero todas reconocieron la validez de los juegos pedagógicos y de otras novedades introducidas por el CPCD. "Aprendí mucho" con Sebastião Rocha, pero su gestión en la Secretaría de Educación fue "autoritaria", evaluó Santos, que había trabajado cuatro años en un proyecto preescolar anterior de la organización no gubernamental.
Los datos sobre las insuficiencias con que partieron los alumnos y sus progresos en la UTI están registrados en un sistema de evaluación estadual de Minas Gerais y siempre fueron transparentes para los profesores, replicó Rocha, que atribuye a "una cuestión de poder" las quejas de las maestras por la participación de las madres en la enseñanza.
Algunas directoras de escuelas urbanas, que no tomaron parte en la UTI, también se quejan del CPCD, por haber creado el coro Niños de Araçuaí, cuyos frecuentes espectáculos en otras ciudades hacen que los alumnos se ausenten de sus clases.
Entre esos escolares hay algunos que son indisciplinados y se los premia con los viajes, por lo que "falta compromiso del CPCD con la escuela", criticó Marilda Guedes, directora de la Escuela Estadual Leopoldo Pereira, que tiene ocho alumnos en el coro.
Janice Pereira Sá, directora del colegio Arthur Berganholi, lamentó especialmente la ausencia de una alumna con dificultades de alfabetización por casi tres semanas en mayo. Para no afectar el aprendizaje, las giras del coro deberían planificarse en período de vacaciones escolares, o por lo menos preverse e informarse con mucha antelación, pero falta integración entre el proyecto y la escuela, sostuvo.
Otra suerte de "invasión bárbara" en una escuela oficial se registró en Salvador, capital del norteño estado de Bahia, donde el no gubernamental Proyecto Axé consiguió crear en 1999 la Escuela Municipal Barbosa Romeo, destinada a sus educandos, que son niños en riesgo social, como los que viven en las calles.
La escuela, también llamada "Ilé Ori" —que significa "casa del conocimiento" en la lengua africana yoruba—, permitió a Axé poner en práctica sus ideas de una enseñanza de calidad, basada en "proyectos", es decir temas interdisciplinarios investigados en forma colectiva, formación permanente de los maestros, y el papel de los niños como "sujetos de derechos, conocimiento y deseo".
Se hablaba también de "desescolarizar".
"El Axé nos dio otra visión del niño, menos escolar, no solo como alumno sino como persona cognitiva, humana y social", resumió Elizabete Monteiro, coordinadora pedagógica y una de las nueve profesoras iniciales, "con deseo de aprender" y que pueden dedicar a ese fin parte de sus horas semanales de trabajo.
El primer año, en un edificio alquilado y pequeño, fue un poco caótico. Había cerca de 400 alumnos de 6 a 19 años, divididos en dos turnos. Algunas clases funcionaban en el patio y eran frecuentes la indisciplina, los niños entrando y saliendo de sus cursos cuando les daba la gana, las amenazas de agresión y las malas palabras.
"Querían enfrentarnos, poner a prueba la escuela", recordó Raidalva da Silva, otra de las maestras del grupo inicial.
Ante las dificultades, como las de Sonia Rossi, hubo llantos y renuncias. "Fue importante salir e importante volver", confesó la maestra que se fue por "miedo y por aplazar el desafío", y volvió porque "aprendí a ser profesora, a ver valores, todo puesto en jaque, porque no bastaba con dar clases, sino ser especial".
La nueva postura terminó por triunfar. Un año y mucho diálogo después, empezó a reinar un cierto orden. Los alumnos decían "ustedes me gustan porque les importamos, no desisten de nosotros", señaló Rita Brito, profesora de la escuela desde 2000. Se comprobó que es posible "una escuela para infractores, rebeldes y niños de la calle", concluyó.
La escuela obtuvo un edificio nuevo, se convirtió también en un "centro irradiador de discusiones pedagógicas" y algunas profesoras que por allí pasaron hoy son directoras, apuntó la coordinadora Monteiro.
La experiencia, sostenida por sus maestras, continúa sin la participación del Proyecto Axé desde 2005, porque las nuevas autoridades de la alcaldía no renovaron el convenio con la organización. No se materializó así el sueño de Cesare La Rocca, fundador y presidente de Axé, de "contagiar" con sus propuestas a la enseñanza pública municipal de Salvador.
* Con reportes adicionales desde Salvador, Brasil.
“Este artículo es parte de la serie de reportajes El Arte es la Mejor Educación. El proyecto que dio origen a este trabajo fue el ganador de las Becas AVINA de Investigación Periodística. Los abonados que lo reproduzcan deben incluir los logos correspondientes. La Fundación AVINA y la Casa Daros, socia en la categoría Arte y Sociedad, no asumen responsabilidad por los conceptos, opiniones y otros aspectos de su contenido”. |