«Caminamos una hora y veinte minutos, porque no tenemos plata para el autobús» que hace el recorrido en 30 minutos, pero las niñas nunca faltan a las clases de música, ni siquiera cuando se quedan sin almuerzo porque «el tiempo no alcanza», dijo su madre, la brasileña Maria da Cruz.
En aquel día de junio, Jaqueline, de nueve años, tenía la garganta inflamada, lo que le impedía ejercitarse en el violín, pero acompañó a la hermana de 12 años para que no perdiera su clase de percusión. «Tienen que venir las dos, porque no tengo con quien dejar a una de ellas en la casa», justificó la madre.
El esfuerzo de Maria da Cruz y sus hijas se repite los martes y jueves para aprovechar la oportunidad que ofrece el Proyecto Gurí en Itaquaquecetuba, un municipio pobre de 350.000 habitantes en el área metropolitana de la ciudad de São Paulo, en el sur de Brasil.
Gurí es una palabra indígena guaraní que significa niño. El proyecto, iniciado en 1995 por la Secretaría de Cultura del Estado de São Paulo con la misión de promover la «inclusión sociocultural de niños y adolescentes por medio de la enseñanza musical», atiende a cerca de 40.000 menores y atrae a una gran mayoría de pobres por ser gratuito.
Esa cantidad de alumnos constituye un récord para iniciativas de este tipo en Brasil, pero equivale a solo 0,5 por ciento de los estudiantes de primaria y secundaria del estado paulista. Constituye también una fuente sin precedente de trabajo para los músicos, pues ofrece 1.800 puestos de profesores y auxiliares.
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Las clases se dictan en 362 polos distribuidos en 302 municipios y administrados por la Asociación de Amigos del Proyecto Gurí, básicamente con recursos del gobierno estadual, además de aportes de socios, como alcaldías e instituciones que ofrecen sedes, y patrocinadores que ayudan a la financiación.
MEJORANDO EL APRENDIZAJE
«Mis niños sueñan con ser músicos, tocan y cantan todo el día», según Eliana Mendes, que trae a tres de sus cuatro hijos a Gurí. Más allá de la profesionalización futura, ella celebra los frutos inmediatos. El mayor, de 12 años, mejoró mucho sus dificultades para hablar gracias al coro, y la hija que estudia guitarra está superando una timidez excesiva.
Maria da Cruz destaca que estudiar percusión redujo la agresividad de su hija, que también se reconcilió con la escuela, antes rechazada bajo el argumento de que «basta saber leer y escribir».
Las madres lamentan que el Polo Itaquaquecetuba, que tiene 428 alumnos, dejó de ofrecer meriendas a inicios de este año, cuando fue desplazado del amplio edificio de una escuela especial, hacia la ropería y las oficinas de un estadio de fútbol en el mismo barrio Morro Blanco.
[pullquote]1[/pullquote]Las nuevas instalaciones, pequeñas y sin ventilación, muy calientes o muy frías según la temporada, no permiten que los 120 componentes de la orquesta ensayen juntos y hay que hacerlo en grupos separados, se queja la coordinadora de la unidad local de Gurí, Jocimara Caetano. Además, debido a la humedad, algunos instrumentos han aparecido con moho.
La alcaldía desplazó al polo este año porque necesitaba más aulas en la escuela para atender a los niños de un nuevo conjunto habitacional recién construido, que aumentó mucho la población del barrio. La prioridad es la enseñanza regular.
«Solo queremos un local adecuado para un proyecto serio y bueno, que socializa y forma ciudadanos», reclamó Raimundo Siqueira, quien tiene una hija y un sobrino en el polo y critica a la Secretaría Municipal de Cultura por esta negligencia.
Marcia de Camargo, dueña de un pequeño comercio vecino, también quiere una sede mejor, agradecida porque cantar en el coro ayudó a su hijo de nueve años a vencer buena parte de su déficit de atención y mala dicción.
«El arte es la mejor educación», reconoció Luci Arena, la directora de la escuela de donde fue desalojado el polo de Gurí. La música desarrolla «la atención, la disciplina y la convivencia», dijo. «Una clase convencional no estimula la concentración, la música sí», además de emocionar, y por eso impulsa el aprendizaje, acotó.
La escuela tenía un alumno con deficiencia mental que «entraba y salía del aula cuando le daba la gana, como si estuviera en su casa», pero al frecuentar el Proyecto Gurí entendió la necesidad de las reglas y de escuchar a los profesores. A partir de entonces, progresó mucho también en la enseñanza regular, ejemplificó la directora.
Arena, que no tiene potestades para mantener el proyecto en la escuela pues sus funciones son sólo pedagógicas, explicó que sus alumnos ascendieron a 1.400 este año, 300 más que el año pasado, y se necesitarán nuevas aulas en 2010.
SESGO SOCIAL
Sin embargo, el Proyecto Gurí tiene «objetivos sociales», no educativos ni de fomento del empleo, según su directora ejecutiva, Alessandra Costa. Se busca «democratizar el acceso a la cultura musical», pero principalmente como una iniciación, pues «no pretendemos formar artistas», precisó.
En su visión, la enseñanza musical provee «instrumentos para la vida», fomentando «capacidades cognitivas, sensoriales y físicas» para cualquier carrera o empleo que uno elija, por eso el proyecto se define como sociocultural.
En ese aspecto, sólo se admite la enseñanza colectiva y no se hace distinción de clases, sino que se estimula la mezcla para proporcionar una convivencia «saludable, igualitaria» de alumnos de distintas capas, lo que favorece el desarrollo de la sociedad, explicó la directora.
El descubrimiento de talentos es «algo que pasa, pero no es una meta», añadió.
Esas limitaciones definidas en el proyecto contradicen sin embargo los sueños y objetivos de probablemente la mayoría de los alumnos, estimulados por la formación de orquestas en los polos más numerosos y por las funciones que celebran en ocasiones especiales.
Buena parte de los profesores fueron alumnos de Gurí, como Valdir Maia, de 27 años, que estudió cinco años en el proyecto, donde contrajo «amor por el violonchelo a primera oída», y pasó luego a la universidad. Ahora da clases en el Polo de Achiropita, una parroquia católica ubicada en un barrio tradicional de São Paulo.
Además, la descentralización administrativa del Proyecto Gurí está creando 13 Polos Regionales para coordinar un conjunto de polos locales, y que ofrecen una enseñanza más calificada, incorporando nuevos instrumentos y formando bandas populares, lo que alienta la búsqueda de profesionalización.
En uno de esos Polos Regionales, que puede alcanzar a 500 alumnos, cada instrumento tendrá su profesor, mientras en los locales un docente da clases de un conjunto de instrumentos, como los de vientos metálicos o de cuerdas, explicó Idelli Costa Nichele, coordinadora del Polo Regional de Jundiaí, una ciudad a 60 kilómetros de São Paulo.
Esto podría acentuar las desigualdades entre polos grandes y los más precarios de las pequeñas ciudades. En Cordeirópolis, municipio de 20.000 habitantes a 160 kilómetros de São Paulo, el Proyecto Gurí local sólo funciona en las tardes, excluyendo a los escolares del turno vespertino. Un tercio de su cupo, de 129 alumnos, está ocioso.
[pullquote]2[/pullquote]De todas formas, la presencia del proyecto beneficia a «una juventud olvidada» y a los pobres, destacó el secretario de Cultura de Cordeirópolis, Nivaldo Menezes, subrayando que la sede del polo es posible por la contribución privada. A los políticos, según él, no les gusta la cultura por su «retorno lento». «Un actor se forma en años, mientras un puente se construye en pocos meses», ejemplificó.
El inevitable florecimiento de talentos llevó a la administración del proyecto a decidir crear un Fondo de Becas para ayudar a que algunos ex alumnos continuaran sus estudios en instituciones de excelencia, nacionales y extranjeras.
La idea ganó fuerza cuando Anna Murakawa, de 18 años, fue invitada el año pasado a perfeccionar sus estudios de violín en la Academia Nacional de Sofia, capital de Bulgaria, donde vive desde marzo con apoyo financiero de Gurí.
La próxima beneficiaria será Milena Salvatti, quien descubrió tardíamente, a los 17 años, su pasión por el violonchelo, después de soñar con la danza y el diseño. En seis meses de paso por el Proyecto Gurí, y sólo tres de clases efectivas con el instrumento, reveló un talento suficiente para ganar una beca de preparación y luego graduarse en la universidad.
Ahora con 25 años, la joven cuya madre está jubilada por invalidez y que no conoció a su padre, pues la abandonó antes de que naciera, tiene que aprender apresuradamente la lengua alemana para hacer una maestría en Suiza, como invitada de una orquesta de Zurich.
«Este artículo es parte de la serie de reportajes El Arte es la Mejor Educación. El proyecto que dio origen a este trabajo fue el ganador de las Becas AVINA de Investigación Periodística. Los abonados que lo reproduzcan deben incluir los logos correspondientes. La Fundación AVINA y la Casa Daros, socia en la categoría Arte y Sociedad, no asumen responsabilidad por los conceptos, opiniones y otros aspectos de su contenido». |