SALUD-BRASIL: Una comunidad para curar dolores del alma

Las brasileñas Zilá Ferreira y Juraci Lisboa sufrían depresión profunda desde 1996, una por la muerte de su madre, la otra por haber sido «abandonada con siete hijos, el mayor de 14 años». Ambas mujeres tenían 36 años y pasaban sus días tendidas en la cama, sin ganas de salir.

Muro de una de las sedes del Movimiento de Salud Mental Comunitaria de Bom Jardim Crédito: Mario Osava/IPS
Muro de una de las sedes del Movimiento de Salud Mental Comunitaria de Bom Jardim Crédito: Mario Osava/IPS
"La vida ya no valía la pena, sólo lloraba y tenía miedo de todo", recuerda Ferreira, quien sin embargo rechazaba los medicamentos psiquiátricos. "No soy loca", reaccionaba.

"No me sentía capaz de criar a mis hijos, nunca antes había trabajado fuera" de casa, confiesa Lisboa.

La salvación vino con el "Padre" Rino, que acababa de inaugurar el Movimiento de Salud Mental Comunitaria de Bom Jardim, uno de los barrios más pobres y violentos de Fortaleza, capital del nororiental estado brasileño de Ceará, donde viven estas dos mujeres desde que sus familias dejaron el campo, tres o cuatro décadas atrás.

"El Padre Rino me dio un abrazo con un cariño tan grande", dice Ferreira, para quien "la vida volvió a tener sentido" al ser acogida en el Movimiento, donde se capacitó en masaje terapéutico y donde trabaja desde 1998.
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El mismo destino tuvo Lisboa en su oficio de cocinera. Hoy se siente tan feliz en el trabajo que preferiría no tener vacaciones ni días libres. Superar la depresión, en su caso, fue un proceso prolongado, con "idas y venidas como la marea", hasta alcanzar el convencimiento de que "no fui abandonada por mi marido, sino liberada", señala.

"Aguanté por muchos años su alcoholismo y humillaciones, porque creía que era mi obligación de esposa", acota. Hoy lamenta que, siendo niña, su padre le impidió estudiar más allá del cuarto año de escuela primaria.

En eso Ferreira enfrentó suerte peor. "Yo era analfabeta, fui una niña sin oportunidad de estudiar", describe. Cuando decidió asistir a la enseñanza para adultos, su marido le "cerraba la puerta". Ni siquiera la dejaba conversar con los vecinos, afirma.

El alcoholismo es el problema más extendido de Bom Jardim, pues afecta a 45 por ciento de las familias, seguido de la depresión, con 4,5 por ciento, según el Padre Rino, un italiano de nombre Ottorino Bonvini, que eligió Fortaleza para su misión de sacerdote católico y psiquiatra.

En 1993, cuando conoció en un congreso de psiquiatras la "terapia comunitaria" desarrollada por su colega brasileño Adalberto Barreto, profesor de la Universidad Federal de Ceará, sintió que encontraba lo que estaba buscando: una forma masiva de promover la salud mental, incluyendo a los pobres.

América Latina lo atrajo por la Teología de la Liberación, una corriente católica progresista, y por su iglesia movilizadora, nacida en la lucha contra la desigualdad social. Y escogió Bom Jardim, barrio de unos 200.000 habitantes situado en un extremo de la periferia de Fortaleza, porque allí actuaba la orden de los Misioneros Combonianos.

Su acción en este lugar empezó en 1996, formando a decenas de terapeutas comunitarios e inaugurando el Movimiento, que se expandió en 10 "espacios" dispersos por el barrio y alrededores.

"La terapia comunitaria es solo una puerta de entrada" al Movimiento, explica el Padre Rino a IPS. Se practica en reuniones con decenas de personas que, en círculo, "todos mirando a todos", buscan alivio a sus sufrimientos. Algunos cuentan sus problemas y todos discuten los casos elegidos como ejemplares, compartiendo experiencias y soluciones.

En muchos casos, el debate colectivo y los lazos de solidaridad construidos en esos encuentros semanales son suficientes para superar las dificultades individuales.

Se trata de movilizar los recursos de la propia comunidad, su cultura y el conocimiento acumulado en la experiencia de todos, a favor de la salud mental de cada uno, según Barreto, psiquiatra y antropólogo que creó la terapia comunitaria en 1986 atendiendo a pobladores de Pirambú, una "favela" (barrio hacinado) de Fortaleza donde viven más de 250.000 personas.

Reconocida como una innovación eficaz, esta forma de terapia fue incorporada en los servicios públicos de muchas ciudades brasileñas y llevada a otros países.

Además de promover la salud mental de poblaciones sin acceso a la asistencia individual, la técnica opera como un "filtro" que identifica y encamina hacia tratamientos específicos algunos casos que los requieren. Así se reducen colas en los hospitales públicos, que pueden atender mejor a quienes realmente necesitan atención personalizada.

El Movimiento se inscribe en una política contra el hospital psiquiátrico, establecida en Brasil por ley en 2001, que evita la internación y estimula la "vuelta al hogar" y la participación social en la prevención y asistencia de trastornos mentales.

Los Centros de Atención Psicosocial, parte de esa política, se diseminan lentamente por el país. Hoy son cerca de 1.600, y en Fortaleza pasaron de tres, en 2005, a 14 este año.

El Centro de Atención de Bom Jardim, inaugurado en 2005, es operado por el Movimiento, en convenio con la alcaldía. Es el único de carácter comunitario en la ciudad, lo que permite una "importante sinergia" con el Movimiento, según el Padre Rino.

El Movimiento aporta su experiencia en terapia comunitaria y otras acciones en salud mental y combate a la pobreza, mientras el convenio con la alcaldía representa la mitad de su presupuesto, según su administrador financiero, Reni Dino. Otras fuentes de ingreso son los proyectos sociales y culturales de los gobiernos estadual y nacional, donaciones y la venta de productos propios.

Con 43 funcionarios, los gastos de la organización varían entre 30.000 y 40.000 dólares mensuales, costos reducidos que se explican por los salarios bajos que paga y por el trabajo voluntario de unas 120 personas, explica Dino.

La eficacia del Movimiento se mide en la reducción de consultas psiquiátricas mensuales del Centro de Atención, de 3.500 a 1.300, lo que entraña un gran ahorro para la red pública de salud, destaca Dino.

El Centro de Atención detecta a través de la terapia comunitaria trastornos mentales como esquizofrenia, psicosis y depresión grave, y les da tratamiento multidisciplinario, desde la asistencia psiquiátrica individual hasta la terapia ocupacional o artística, explica su coordinadora, la pedagoga Ana Claudia Rodrigues.

Los métodos —grupos de biodanza, artes, apoyo a la familia, promoción de la autoestima y una farmacia "viva" basada en plantas medicinales—, hacen más colectiva e innovadora la terapia y reducen el tratamiento centrado en fármacos.

Aloisio Caminha, de 33 años, es un paciente que exigió cuidados psiquiátricos. Sufre desde niño un trastorno obsesivo compulsivo y ha convivido con "pensamientos molestos e indeseados", manifestados en blasfemias y palabrotas que entraban en conflicto con su religiosidad. El síndrome se agravó en su adolescencia y lo obligó a interrumpir sus estudios secundarios.

La mejora que experimentó al ser asistido por el Padre Rino y al participar en actividades del Movimiento, como grupos de autoestima y cursos de informática, justifica que lleve tres años viajando una hora y media en tres autobuses para llegar desde su casa hasta Bom Jardim.

Para "retribuir" esos beneficios, Caminha presta ayuda voluntaria a varios proyectos del Movimiento y espera superar su trastorno para estudiar filosofía y convertirse en sacerdote franciscano.

En el Movimiento "los funcionarios hacen de todo". El administrador Dino es además "facilitador de biodanza". Marcio Firmiano, de 29 años, se ocupa de la captación de recursos, pero es también actor de la unidad Arte, Música y Espectáculo, que ofrece a la población local cursos de música, artes visuales, artesanía y teatro.

Allí se formó el grupo Semearte, que emplea técnicas del teatro del oprimido y callejero. La mitad de los ingresos que obtiene en sus funciones se destina al Movimiento. Y allí descubrió Firmiano su vocación de payaso, creando un personaje hilarante llamado "Fuxico" (chisme).

Pero la característica más destacada del Movimiento, según Ferreira y Lisboa, es "la igualdad" en el trato entre todas y todos. Por eso, el Padre Rino no es para ellas un santo ni un jefe, sino "un amigo".

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