El uso de la variedad más compleja de maíz transgénico fue aprobado en Canadá y Estados Unidos sin investigar sus potenciales riesgos para la salud y el ambiente, alertaron activistas.
Ni los funcionarios de salud de Estados Unidos ni los de Canadá han evaluado la seguridad del nuevo maíz genéticamente modificado SmartStax, resultado de una colaboración entre las empresas Monsanto y Dow AgroSciences, señaló la Red Canadiense de Acción Biotecnológica (CBAN, por sus siglas en inglés), una organización no gubernamental con sede en Ottawa.
Dow AgroSciences es una subsidiaria de The Dow Chemical Company.
En el ADN (ácido desoxirribonucleico) de este maíz se introdujeron ocho nuevos genes, agregó.
Health Canada, el departamento (ministerio) canadiense de salud "ni siquiera autorizó oficialmente su liberación en el sistema alimentario", dijo a IPS Lucy Sharratt, coordinadora de la CBAN.
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"Se están ignorando los cuestionamientos sobre los riesgos", añadió.
Según Sharratt, los reguladores canadienses no realizaron las evaluaciones correspondientes simplemente porque las ocho nuevas características introducidas fueron aprobadas antes de modo individual. Aunque ésta es la primera vez que una variedad de maíz las combina todas, las autoridades le confirieron una suerte de pase libre.
"Esto constituye una falta crucial de comprensión de la biología y la complejidad de la biotecnología", dijo Sharratt. Y también revela una falla clave en el sistema regulatorio canadiense.
"Health Canada ha abdicado de su responsabilidad y ha hecho caso omiso de los potenciales riesgos sanitarios de ingerir en un solo maíz ocho alteraciones genéticas", sostuvo.
SmartStax combina por primera vez genes para tolerar herbicidas (glufosinato y glifosato), y resistentes a insectos en una sola variedad de semillas. Esto permite el más amplio control de insectos y malezas, según un comunicado de prensa de Monsanto.
"Éste es un paso clave y temprano para ayudar a los agricultores a duplicar sus rendimientos de modo sostenible para 2030, a fin de satisfacer la creciente demanda de granos para alimentos y combustible", dijo Robb Fraley, jefe de tecnología y vicepresidente ejecutivo de Monsanto.
El lanzamiento del producto el año próximo "representará la mayor introducción de una semilla biotecnológica de maíz en la historia de la agricultura", argumentó la compañía.
En 2010 podrían plantarse hasta 1,6 millones de hectáreas con semillas SmartStax en Canadá y Estados Unidos.
La CBAN dijo que Canadá debe retirar inmediatamente la autorización de la semana pasada para la venta de la nueva semilla transgénica, porque la evaluación de seguridad de los cultivos con múltiples características genéticas introducidas forma parte de las normas del Codex Alimentarius, establecidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
"Combinar muchos atributos transgénicos a la vez puede conducir a efectos no buscados y perjudiciales para la salud, por ejemplo creando nuevas alergias o toxinas, o exacerbando alergias existentes", dijo el experto Michael Hansen, de Consumers Union, una organización no gubernamental con sede en Estados Unidos.
"Este cultivo transgénico debería haber pasado por una nueva evaluación de seguridad, tal como recomienda el Codex", dijo Hansen en una entrevista.
Sin embargo, las regulaciones estadounidenses no requieren ninguna evaluación en materia de salud y seguridad porque los cultivos genéticamente modificados se consideran del mismo modo que los comunes, aunque se combinen genes nuevos, explicó.
"La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos ni siquiera le echó una mirada a SmartStax", destacó Hansen.
En Estados Unidos, cualquier estudio sobre seguridad y nutrición hecho por Monsanto y Dow no tiene por qué hacerse público ni mostrarse a los reguladores, a quienes apenas les corresponde ver un resumen. Además, no pueden realizarse estudios independientes sin permiso de las compañías.
"Es ilegal que un agricultor dé semillas a los investigadores sin permiso de las empresas", dijo Hansen.
En mayo, la Academia Estadounidense de Medicina Ambiental (AAEM, por sus siglas en inglés) reclamó una moratoria inmediata a este tipo de productos.
El documento de la AAEM concluyó que existe "más que una asociación casual entre los alimentos genéticamente modificados y los efectos adversos en la salud", y que "los alimentos transgénicos plantean un serio riesgo sanitario en las áreas de toxicología, alergias y función inmunológica, salud reproductiva y salud metabólica, fisiológica y genética".
"Múltiples estudios en animales han mostrado que los alimentos transgénicos causan daños a varios sistemas de órganos en el cuerpo. Con esta evidencia creciente, es imperativo adoptar una suspensión de la distribución de alimentos genéticamente modificados, por la seguridad de la salud de nuestros pacientes y del público", dijo Amy Dean, integrante de la directiva de la AAEM.
Además, según las normas internacionales de intercambio, sin una nueva evaluación de seguridad para este maíz transgénico otros países pueden rechazar la variedad SmartStax sin infringir las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), señaló Hansen a IPS.
Tampoco parece que las autoridades canadienses hayan evaluado el riesgo ambiental. "Esto confirma que el maíz pasó por encima de los procesos existentes de evaluación científica que ya habían sido juzgados como insuficientes por el Panel (de Expertos) de la Sociedad Real de Canadá en 2001", dijo Sharratt. Se refería al panel de científicos constituido por dicha Sociedad para evaluar la regulación y la seguridad de los nuevos productos transgénicos. Se trató de la primera evaluación independiente realizada en este país.
Cinco años después de que los cultivos y alimentos transgénicos aparecieran en el mercado de Canadá, ese informe de 2001 asestó un duro golpe a las autoridades sanitarias y de la Agencia Canadiense de Inspección Alimentaria, que permitieron cultivar variedades genéticamente modificadas.
Poco cambió desde entonces, y la Agencia no pudo explicar su decisión de no pedir evaluaciones del riesgo ambiental para SmartStax, dijo Sharratt.
"Este escándalo expone el más profundo y peligroso descuido de Health Canada ante los riesgos de los alimentos transgénicos", concluyó.