El histórico discurso pronunciado este jueves en El Cairo por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fue escuchado con generalizado beneplácito en su país. Como una previsible excepción, la derecha conservadora lo abucheó.
Obama realizó en la Universidad Al Azhar una alocución de amplísimo temario pero con pocos pronunciamientos políticos específicos, si bien admitió los conflictos históricos entre su país y el mundo árabe y musulmán, que llegaron a su sima con el extremismo islamista y antioccidental de hoy.
Pero más que concentrarse en las diferencias, Obama propuso un "nuevo comienzo" y compromisos basados sobre el "interés y respeto mutuo", y adherezó sus palabras con referencias a la coexistencia pacífica en textos religiosos, incluido el Corán.
La reacción de gran parte de los expertos estadounidenses fue abrumadoramente positiva. El presidente abordó, dijeron, cuestiones espinosas del vínculo entre el país norteamericano y el mundo musulmán.
"Obama reconoció que hay espacio para el disenso y la controversia, y demostró que entiende y respeta las visiones alternativas aunque no las comparta", dijo el académico Stephen Walt en su blog de la revista Foreign Policy.
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"Pero marcó límites claros a su tolerancia: el discurso incluyó un directo rechazo a la violencia y una clara declaración sobre el compromiso de Estados Unidos con los derechos humanos básicos", agregó.
"Se comprometió a establecer una serie de principios y políticas frente al mundo entero. Ahora debe convertir sus palabras en hechos, y también su auditorio", concluyó.
Obama dividió su discurso en secciones, en las que abordó el "extremismo violento", el conflicto árabe-israelí, el armamentismo nuclear, la democracia, la libertad religiosa, los derechos de las mujeres y "el desarrollo y las oportunidades".
El ex negociador de paz israelí Daniel Levy, hoy asociado al centro de estudios New America Foundation, observó en su blog Prospects for Peace que "este discurso quizás sea recordado tanto" por el alcance de su temario como "por lo que no dijo".
Obama no elogió al autocrático presidente egipcio Hosni Mubarak, su anfitrión y uno de los más fieles aliados de Estados Unidos, no trató "la versión 'dedo morado' de la democracia" (en alusión a la falta de opciones electorales en ciertos países, donde suele usarse la huella digital para registrar el voto), ni mencionó "la condescendencia tradicional de Estados Unidos hacia la narrativa palestina", sostuvo.
"Pero lo más destacable de todo fue, quizás, que las palabras 'terror' y 'terrorismo' no legaron a pasar a través de los labios del presidente", anotó. "He aquí un líder que reconoce que ciertas palabras se han contaminado demasiado, están demasiado cargadas y rsultan contraproducentes."
"Hoy, dejó descansando, realmente, a la 'guerra global contra el terrorismo'", concluyó.
El discurso marcó "una agenda completa" y "dejó clara la profundidad del agujero en el que estamos metidos", según declaró al diario USA Today el presidente del Instituto Árabe-Estadounidense, James Zogby.
"Este discurso está a años luz de la retórica del odio de los tiempos de (el ex presidente George W.) Bush", indicó la profesora Rossina Hassoun, de nacionalidad palestino-estadounidense.
"Escuché a un presidente estadounidense admitiendo que su país había depuesto en Irán a un gobierno legalmente electo, reconociendo el sufrimiento del pueblo palestino y negando la inevitabilidad del choque de civilizaciones", agregó.
En cuanto al conflicto palestino-israelí, Obama ofreció algunos pocos datos concretos, entre ellos que "Estados Unidos no acepta la legitimidad de la permanencia de los asentamientos" judíos en Cisjordania y que Palestina debe concentrarse en su propio desarrollo.
El mandatario estadounidense se refirió a Palestina, un término poco usual en boca de un funcionario de su país para aludir a un estado aún inexistente.
La extrema derecha proisraelí atacó el discurso por ingenuo y ridículo. Ira Stoll, ex periodista del diario The New York Sun, lo calificó de "horrible" en su blog para la revista neoconservadora Commentary.
Stoll cuestionó, incluso, que Obama considerara "a los árabes palestinos como víctimas".
La Coalición Republicana Judía (RJC, por sus siglas en inglés) se quejó de que el discurso de Obama tuviera un "tono equilibrado" en relación al conflicto palestino-israelí. "Eso es lo que estuvo mal de su discurso", advirtió, en un comunicado.
"La política estadounidenses no debería ser equilibrada", agregó. Los palestinos "o bien se comprometen" con el extremismo "o bien son demasiado débiles para impedirlo", sostuvo la RJC.
Otras grandes organizaciones judías adoptaron un enfoque más cauto, a menudo aplaudiendo partes del discurso y lamentando otras.
El principal dirigente de la Conferencia de Presidentes de Grandes Organizaciones Judías, Alan Solow, quien apoyó la candidatura de Obama a la presidencia, dijo a la Agencia Telegráfica Judía que el discurso fue "bastante positivo", aunque esperaba una retórica más dura en relación a Irán.
M.J. Rosenberg, director de análisis político del pacifista Foro de Políticas sobre Israel, escribió en el sitio web Talking Points Memo Café que el discurso de Obama fue un hito en la relación entre el Islam y Occidente.
"El discurso no sólo rechazó específicamente el colonialismo occidental (y estadounidense), sino que todo su tono fue la antítesis de lo colonial", escribió Rosenberg.
"Ésta es una voz estadounidense profundamente diferente, que hará mucho por hacer avanzar los objetivos estadounidenses, en vez de sabotearlos", añadió.
En una declaración escrita, el IPF aplaudió "fuertemente el discurso histórico, osado y variado del presidente Obama", y se mostró "alentado" por los firmes esfuerzos del mandatario hacia la solución de dos estados.
Otra palabra que estuvo ausente del discurso fue "democracia", según anotó, equivocadamente, el experto Michael Rubin, del centro de estudios neoconservador American Enterprise Institute. Ése fue, explícitamente, uno de los temas —el cuarto— abordados por Obama en El Cairo. "El cuarto asunto que trataré es la democracia", dijo.
La palabra estuvo presente tres veces más, una de ellas con su habitual definición estadounidense: "Un gobierno del pueblo y para el pueblo."