El esperado discurso del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, sobre el asunto más importante de su política exterior fue intranscendente, según el secretario del comité ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Abed Rabbo.
El discurso del domingo fue vacío y no conduce a nada, subrayó Abed Rabbo, un hombre de estrecha confianza del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas.
"Netanyahu es un estafador que hace trampas al proceso de paz", declaró a la agencia de noticias palestina Maan.
"Las declaraciones de Netanyahu sabotearon todas las iniciativas, paralizaron los esfuerzos realizados y desafiaron la posición de los palestinos, los árabes y los estadounidenses", sostuvo, por su parte, Nabil Abu Rdeinah, portavoz de Abbas.
El responsable de las negociaciones de la ANP también la emprendió contra el discurso de Netanyahu. Saeb Erekat había dicho la semana pasada a IPS que la situación política de los palestinos ante el conflicto con Israel es la más fuerte que hayan tenido y que Estados Unidos se había tomado en serio la importancia de lograr la paz.
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El primer ministro israelí "cerró la puerta a las negociaciones para un estatuto definitivo. El mundo no debe dejarse engañar por su uso del término Estado palestino tal como él lo calificó", señaló Erekat.
Netanyahu "declaró que Jerusalén debe ser la capital de Israel, que no se negociará el regreso de los refugiados palestinos y que permanecerán los asentamientos (judíos). El proceso de paz avanzaba a paso de tortuga. Netanyahu lo dejó patas arriba", puntualizó.
Erekat llegó a sugerir la anulación de la iniciativa de paz árabe. La propuesta, patrocinada por Arabia Saudita y adoptada durante la cumbre de la Liga Árabe de Beirut en 2002, incluye la normalización de las relaciones entre árabes e israelíes a cambio de que el Estado judío se retire de los territorios ocupados hasta las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967.
El discurso del domingo mostró a un gobernante con un único objetivo, su salvación política, en un contexto exigente y conflictivo.
Por un lado, el presidente estadounidense Barack Obama presiona a Netanyahu para que acepte la solución de dos estados al conflicto palestino-israelí. Por otro lado, los aliados de extrema derecha del primer ministro israelí, rechazan de plano la existencia de un Estado palestino independiente.
Washington felicitó el compromiso de Netanyahu con la creación de un Estado palestino.
Quizá Netanyahu expresó a regañadientes esa frase tan esperada, pero en definitiva, dijo lo que se negaba a decir desde que asumió el cargo de primer ministro en febrero, pese a que las condiciones que impuso son por demás cuestionables. Netanyahu se trepó al vagón de la solución de dos estados a último minuto, tras ser objeto de intensas presiones.
No sólo Obama insistió en el asunto, sino también la Unión Europea (UE), figuras de la oposición dentro de Israel y líderes árabes. Por si fuera poco, hasta la comunidad judía de Estados Unidos critica cada vez más a Netanyahu por su política de extrema derecha.
"Fue un Netanyahu estratégico", señaló el ex jefe de edición del periódico israelí Haaretz, David Landau, quien escribe un libro acerca de cómo otro gobernante de derecha, el ex primer ministro Ariel Sharon (2001-2006), tomó un camino que ahora Netanyahu se niega a seguir.
Sharon había dispuesto el retiro unilateral de Israel del territorio palestino de Gaza.
Las críticas de palestinos e israelíes coinciden en que el discurso de Netanyahu sólo pretendió calmar a Obama y no aportó nada nuevo a la acostumbrada retórica respecto de la existencia de un Estado palestino.
El cálculo de Netanyahu es claro y apunta a que los palestinos lo salven de sí mismo rechazando sus términos para reanudar el proceso de paz.
El modus operandi de Israel en los últimos 20 años de negociaciones con los palestinos siempre fracasó.
Aun cuando diferentes gobiernos israelíes trataron de impulsar la paz de forma genuina, siempre ocurrió algo en el terreno que llevó a Israel a imponer nuevas condiciones.
"La pelota está en terreno estadounidense. Habrá que ver si compran el producto fallido que Netanyahu trata de venderles", sostuvo Samir Awad, politólogo de la Universidad de Birzeit, en Cisjordania.
"Sin mucha sutileza, Netanyahu echó por tierra dos reclamos básicos de Obama. Se negó a detener la ampliación de los asentamientos y se refirió a un tipo de Estado palestino que no será realmente independiente para los estándares internacionales", dijo Awad a IPS.
"Los palestinos no tendrán control sobre sus fronteras ni sobre sus recursos naturales ni sobre su espacio aéreo, además de que tendrán un estado desmilitarizado", añadió.
El rechazo de Netanyahu a detener la construcción de asentamientos implica que los refugiados y los ciudadanos palestinos no podrán ejercer sus derechos sobre la Cisjordania actualmente ocupada.
Los recursos naturales palestinos, como la tierra y el agua, son expropiados para beneficiar a los 500.000 colonos israelíes que viven en ese territorio palestino y en Jerusalén oriental, contraviniendo el derecho internacional.
La Convención de Ginebra, base del derecho internacional humanitario que rige el trato a los prisioneros de guerra y a la población civil en conflictos armados, prohíbe el traslado de civiles a territorios ocupados.
Un tercio de los israelíes que viven en Cisjordania se asentaron allí durante el proceso que culminó con los acuerdos de paz de Oslo de 1993. Otro tercio llegó tras su interrupción.
Cuarenta y cinco por ciento de los israelíes que viven en Jerusalén oriental se mudaron entre 2001 y 2009.
Netanyahu reclamó que los palestinos reconozcan a Israel como un Estado judío. La ANP y la Liga Árabe ya reconocieron su derecho a existir, pero sostienen que reconocer que es un Estado judío es infringir el derecho de las minorías residentes en ese país.
Además de que también sería negar el derecho de retorno de al menos una pequeña cantidad de los cientos de miles de palestinos que huyeron o fueron expulsados por las fuerzas israelíes durante las varias guerras entre árabes e israelíes.
Netanyahu ya dijo que ningún refugiado palestino podrá regresar a Israel.
Además, fue categórico respecto de que Jerusalén entera será siempre la capital de Israel, lo que colisiona con resoluciones de las Naciones Unidas que consideran ocupada su parte oriental.
La posición de Netanyahu impide que la ANP establezca su futura capital en esa parte de la ciudad.
Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica) y las autoridades de la ANP, que están duramente enfrentados, coincidieron en que el discurso del primer ministro de Israel fue menos que auspicioso.
Fue pura retórica florida, sentenció el vicecanciller de Hamás, Ahmed Yusef.
"Todo apuntó a satisfacer a Obama. Básicamente no tuvo sentido ni intenciones de impulsar un acuerdo de paz con los palestinos. Ni la complaciente ANP puede tragarse eso", dijo Yusef, también asesor del líder de Hamás, Ismail Haniyah.
El discurso de Netanyahu fue cuidadosamente medido para obtener el visto bueno de Washington, con la intención de quedar en posición de reclamar a la Casa Blanca que atienda otra preocupación de Israel, que Irán obtenga armamento nuclear, señaló el politólogo Yaron Dekel, en el canal estatal israelí.
El triunfo de Mahmoud Ahmadineyad en las elecciones iraníes del viernes puede haber alentado en ese sentido al primer ministro israelí.
Pero no está claro que Estados Unidos vaya a permitir que Netanyahu pase por alto las verdaderas cuestiones para transformar su compromiso verbal en un proceso de paz tangible. Difícilmente pueda eludir tan fácilmente el reclamo de frenar por completo el avance de los asentamientos.
* Con aportes de Jerrold Kessel y Pierre Klochendler (Tel Aviv).