Organizaciones conservacionistas tienen pocas esperanzas en que se acuerde una reducción de la caza en la 61 reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), iniciada este lunes en la isla portuguesa de Madeira.
Delegados de más de 80 países continuarán hasta el día 26 la disputa de dos décadas entre países favorables a la captura de ballenas, como Japón, Islandia y Noruega, y los que se oponen a esta práctica, entre ellos Australia, Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea.
Una propuesta de acuerdo a estudio de la CBI cambiaría parte de la cuota de captura "de investigación" en manos de Japón en el océano Antártico por un permiso para cazar en sus aguas territoriales.
"No creo que ésta sea la reunión de los grandes logros", dijo a la agencia de noticias Associated Press (AP) Rémi Parmentier, del estadounidense Proyecto Pew de Conservación de Ballenas, desde Madeira.
La activista de Greenpeace Sara Holden teme que las conversaciones no logren poner fin al prolongado estancamiento.
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"Mi principal preocupación es que los delegados aquí se limiten a cruzarse de brazos, satisfechos de hablar otro año, mientras las ballenas continúan muriendo", dijo Holden a AP Television News.
Japón, Islandia y Noruega capturan comercialmente a unas 2.000 ballenas al año, y se resisten a abandonar la práctica. Quieren levantar la prohibición al comercio de sus partes, ilegal bajo la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites).
Los países balleneros alegan que la población de muchas especies del cetáceo es tan abundante que nada debería impedirles continuar con su caza.
Una moratoria de la CBI a la caza ballenera comercial entró en vigor en 1986. Desde entonces, la flota japonesa ha capturado a unos 12.000 ejemplares en el océano Antártico y en el Pacífico noroccidental, al amparo de una exención de la CBI para investigaciones científicas.
Los críticos sostienen que el programa de investigación es una mera fachada para la caza comercial de ballenas, y que los avances tecnológicos vuelven innecesario arponear a estos animales.
Islandia y Noruega objetaron formalmente la moratoria y quedaron al margen de la prohibición, según las normas de la CBI.
Japón comenzó a importar carne de ballena en 2008: unas pocas decenas de toneladas de Islandia y menos de 10 toneladas de Noruega. Las naciones nórdicas esperan aumentar esa cantidad este año.
"Eso muestra la desesperación de la industria ballenera, que no puede vender sus productos en Noruega y está intentando colocarlos en el exterior a cualquier precio", dijo Truls Gulowsen, director de Greenpeace-Escandinavia.
Según Reece Turner, de la misma organización, este año Dinamarca intentará obtener una autorización para cazar más ballenas con fines de subsistencia.
Groenlandia procura que se le asigne para el año próximo una cuota de 10 ballenas jorobadas, dijo.
Si estas cuotas prosperan, sumándose a las capturas anuales de Noruega, "esas naciones europeas podrían, por primera vez, estar cazando más ballenas de las que actualmente captura Japón", agregó.
El gobierno islandés, aquejado por una grave crisis económica, aumentó en enero su cuota ballenera anual de 49 a 300. Los ambientalistas señalan que el nuevo gobierno no ha hecho nada para impedir la caza.
La semana pasada, cuatro ballenas de aleta, listadas como especie amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), fueron capturadas y procesadas en Hvalfjördur, en el occidente de Islandia.
Son las primeras de una cuota prevista de 150 ballenas de aleta.
"El gobierno no logró mostrar liderazgo, pese a su propia y manifiesta oposición a la caza", dijo Holden, de Greenpeace.
"Hoy está claro que la política ballenera de Islandia realmente es administrada por el ballenero Kristjan Loftsson y su empresa Hvalur ehf. Pero, por menor que sea, la ganancia que logre de esta caza de ballenas de aleta la hará a un gran costo para Islandia, tanto económico como político", añadió.
Greenpeace sostiene que ya no hay un mercado para la carne de ballena en Japón.
El director gerente de Asia Trading Co. Ltd., son sede en Tokio, le dijo este mes a un investigador de Greenpeace que el año pasado había aceptado por amistad una importación de carne de ballena de aleta y minke de Islandia y Noruega, como un favor al ballenero islandés Kristjan Loftsson, pero que no tenía planes de repetir el trato.
"Si uno no puede venderles a sus amigos y las tres empresas pesqueras más grandes de Japón ya dijeron que ni siquiera quieren carne de ballenas japonesas, entonces no hay posibilidades de que haya un mercado exportador viable de Islandia a Japón", dijo Wakao Hanaoka, activista del capítulo japonés de Greenpeace, hablando en Islandia.
Los países contrarios a la caza de ballenas, con apoyo de organizaciones conservacionistas, quieren intensificar las restricciones introducidas por una moratoria de 1986.
"Las grandes ballenas de nuestro planeta afrontan más amenazas hoy que en cualquier momento de la historia. Es tiempo de librarse de la caza ballenera comercial, no de su prohibición", dijo Patrick Ramage, director del programa ballenero en el Fondo Internacional para la Protección de los Animales y su Hábitat (IFAW, por sus siglas en inglés).
En su declaración inaugural ante la CBI, Greenpeace advirtió que, de no mantenerse la prohibición a la caza comercial de ballenas, la población de estos animales estaría en peligro de extinción.
"Si no se reducen severamente o se interrumpen las capturas incidentales en las redes, la actual captura de ballenas grises occidentales llevará a la población a su extinción durante este siglo", señaló.
La supervivencia de la ballena franca glacial está en entredicho, dado que el impacto de los barcos y las capturas accidentales en las redes impiden que su población se recupere, agregó.
"La Vaquita está en peligro crítico. Hace dos años la Baiji fue declarada extinta", aseguró.
Según el IFAW, el acuerdo violará la moratoria y procedimientos científicos establecidos, legitimará la actual captura ballenera con fines de investigación e ignorará décadas de trabajo por parte del Comité Científico de la CBI.
"Los países que apoyan la ciencia y la conservación ballenera deberían rechazar este acuerdo y, en cambio, actuar dentro y fuera de la CBI para volver efectiva la moratoria a la caza ballenera comercial", dijo Ramage.
"El futuro de la CBI es la conservación basada en la ciencia, no la matanza comercial aprobada", sostuvo.
Se requiere una mayoría de tres cuartos de votos para que se realicen cambios importantes a la convención de la CBI que regula la captura de ballenas.
Greenpeace urgió a la CBI a transformarse, pasando de ser "un organismo que intenta manejar a las ballenas para beneficio de la industria ballenera, a una organización que busca conservar y proteger a los cetáceos en todo el mundo".