Hombres armados que viajaban en una pequeña embarcación abordaron y tomaron control esta semana de un gran buque de carga. Fue la última de las frecuentes acciones de piratas frente a las costas de la caótica Somalia.
Lo que hizo diferente al caso del miércoles fue que esta vez se trató de un buque de bandera estadounidense, el primero atacado por piratas en casi 200 años.
Para Washington, el secuestro del Alabama sirve como poderoso recordatorio de que el mundo está lleno de amenazas diversas, y que su fuerza militar por sí sola no es capaz de neutralizarlas.
Si bien la tripulación del Alabama finalmente logró recuperar el control de su nave, algunos piratas escaparon en un bote salvavidas tomando como rehén al capitán del buque, Richard Philips.
Fue un patético ejemplo de que una ampliada presencia naval estadounidense e internacional en las aguas somalíes no ha logrado impedir actos de piratería y, en el caso del Alabama, se mostró inútil a la hora de resolver una crisis.
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También dejó en evidencia la ridícula situación que se vive en las aguas somalíes: el pequeño bote salvavidas en el que escapan los piratas llevando a Philips es perseguido por un destructor estadounidense de 8.000 toneladas y 125 metros de largo.
Incapaz, por varias razones logísticas y legales, o indispuesto, por temor a que el rehén sea herido, el destructor estadounidense no ha atacado.
"Lo que vemos ahora es la irrelevancia de la respuesta naval", dijo a IPS Peter Chalk, experto en seguridad marítima del centro de estudios Corporación RAND. "Ellos realmente no pueden hacer nada".
"Creo que revela la impunidad de los ataques", añadió.
De hecho, muchas de las compañías que operan los barcos mercantes prefieren no optar por la resistencia a los atacantes. En vez de armar a sus tripulaciones, dependen de las patrullas navales que procuran disuadir a los piratas. Las firmas por lo general terminan por darle a estos lo que realmente quieren: dinero.
"El objetivo número uno en estas situaciones es recuperar la carga y la tripulación", dijo Chalk. "Para ellos (los empresarios), el pago de rescate es la salida más barata".
El monto de dinero que los piratas obtienen es difícil de precisar, pero informes de prensa señalan que sería entre 30 y 120 millones de dólares sólo en 2008, mientras que los más expertos sostienen que el número sería mayor.
"De parte de los piratas, hay un gran incentivo económico para hacer esto, y los costos de ser atrapado son muy bajos", dijo Chalk.
Seguir el rastro el dinero del rescate es difícil por la misma razón que es casi imposible ir a las bases terrestres de los piratas: Somalia ha estado en los hechos sin un gobierno central desde 1991. Esto convierte a ese país en una base ideal para actividades criminales como la piratería.
Expertos concuerdan en que, aunque las operaciones de control en el mar puedan ser efectivas, la eliminación de la piratería requerirá de una solución en tierra, que ponga fin a la anarquía en Somalia.
"Enfrentar la piratería en el mar es enfrentarla demasiado tarde", dijo Chalk. "Ésta es la consecuencia. Hay que tratar la raíz, y está en tierra. Deberá ser enfrentada en algún momento", añadió.
Chalk no defiende los allanamientos en bases terrestres de los piratas. En cambio, sostiene que la parte más importante de un plan completo es la recuperación económica de Somalia.
En un artículo de opinión en el periódico internacional Christian Science Monitor a fines del año pasado, la analista Katie Stuhldreher sugirió que poner el foco en acabar las prácticas destructivas de los grandes barcos pesqueros comerciales frente a las costas somalíes permitiría que muchos de los que se han convertido en piratas regresen a sus antiguos trabajos de pescadores.
Pero Chalk sostuvo que, para proveer oportunidades de empleo como una alternativa a la piratería, se necesita un gobierno efectivo en el poder.
Además, no está claro si los piratas estarían dispuestos ahora a abandonar su lucrativa actividad por algo como la pesca, la ocupación tradicional de los somalíes que habitan en la costa.
"Hacen tanto dinero con la piratería que pescar no puede ser competitivo", dijo el embajador David Shinn, quien ha vivido en la vecina Etiopía y ahora es profesor en la Escuela Elliott de Asuntos Internacionales de la Universidad George Washington. Shinn incluso duda que la pesca comercial siga operando en la peligrosa costa somalí.
"Hay un acuerdo total entre las personas que observan este problema, fuera y dentro del ambiente militar, en que no hay virtualmente una solución a la piratería si no se resuelve antes la situación en Somalia", dijo a IPS. "Lamentablemente, esto no va a suceder de la noche a la mañana".
"Mientras, para prevenir o reducir estos incidentes, hay que tomar acciones más firmes en el mar. Implica riesgos y peligros, pero se debe hacer algo", añadió.