Taiwán logró reducir 50 por ciento en tres años la infección con el virus del sida (VIH) entre los usuarios de drogas intravenosas, en un campaña que renueva las esperanzas de sus vecinos de Asia en la lucha contra la enfermedad.
Las gestiones de la isla para contener el VIH y el sida (síndrome de inmunodeficiencia humana) en ese sector de la población de alto riesgo recibieron el aplauso unánime de los expertos de todo el mundo reunidos en Bangkok.
En 2005, Taiwán batió su record de nuevas infecciones con el VIH, 3.300, casi el doble que en el año anterior. Esa cantidad se redujo a 1.752 en 2008.
El secreto del éxito fue el enfoque humano del acercamiento a los usuarios de drogas intravenosas, a través de un programa nacional de reducción de daños, dijo quien encabezó hasta el año pasado el MInisterio de Salud, Sheng Mou Hu, a los participantes en la conferencia en Bangkok.
"El tiempo demostró que teníamos razón", dijo Sheng. "Nuestro enfoque consistía en que la práctica de la reducción de daños debía basarse sobre los derechos humanos."
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En consecuencia, los usuarios de drogas intravenosas de Taiwán no fueron considerados por las autoridades como delincuentes, sino que, por el contrario, eran presentados al público como "pacientes" que necesitaban ayuda.
La iniciativa de salud pública lanzada en 2006 por el gobierno taiwanés consistió en rastrear con más ahínco a los portadores de VIH que se inyectaban drogas, facilitarles el control de su estado, establecer un programa de entrega de agujas nuevas y otro de terapia por reemplazo de drogas (heroína por metadona).
Pero "tuvimos muchísima resistencia desde los medios de comunicación y el parlamento", recordó el ministro Sheng. Estas iniciativas pudieron implementarse en medio de fuertes críticas desde vastos sectores del público.
"Ningún otro país de Asia iguala los logros de Taiwán", dijo Ton Smits, director ejecutivo de la no gubernamental Red Asiática de Reducción de Daños (AHRN), radicada en al septentrional ciudad tailandesa de Chiang Mai..
"En la mayoría de los otros países, las políticas de control de drogas están en conflicto directo con las políticas hacia el VIH, lo que, a su vez, socava los programas de reducción de daños en toda la región", explicó.
"En el sudeste asiático, apenas tres por ciento de los usuarios de drogas intravenosas tienen acceso a servicios de reducción de daños", afirmó Smits. "El financiamiento de esos proyectos pasa por una crisis. La brecha que debe cubrirse para este año es de 90 por ciento."
Cuatro países de la región que se encaminan en la misma dirección que Taiwán marcó en 2006 —China, Malasia, Tailandia y Vietnam— muestran signos alentadores.
Sus gobiernos dieron pasos tentativos para ayudar a quienes se inyectan drogas mediante un enfoque de salud pública, un cambio respecto de los anteriores, basados sobre la represión y la acción policial y judicial.
Pero la región aún tiene un largo camino por recorrer, pues los usuarios de drogas intravenosas son una de las comunidades más vulnerables al VIH.
"Se estima que en 2006 poco menos de la mitad de los portadores de VIH en China eran personas que se contagiaron por compartir agujas contaminadas", informó el año pasado el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH y Sida (Onusida). "Los escenarios son similares en partes de India, en Pakistán y en Vietnam.
En Asia viven hoy más de cinco millones de los 33 millones de portadores de VIH.
Y los usuarios de drogas intravenosas son cerca de 16 millones en 158 países, según la Asociación Internacional de Reducción de de Daños (IHRA), que organizó la conferencia en la capital de Tailandia.
"La abrumadora mayoría, 80 por ciento, viven en países de ingresos bajos y medianos", considera el informe al respecto.
"La prevalencia del VIH entre usuarios de drogas inyectables varía considerablemente en todo el mundo", indica un informe divulgado en la conferencia de la semana pasada. "Se estima que más de tres millones de ellos son portadores del virus", agrega.
Algunas estimaciones se refieren a la existencia de más de 6,6 millones de personas que se inyectan drogas en todo el mundo.
Pero el financiamiento para atender a esta comunidad vulnerable es muy limitado. "Sólo entre dos y tres por ciento (entre 200 y 300 millones de dólares) de los recursos destinados a la lucha contra el VIH se canalizan a la reducción de daños", dijo Gerry Stimson, director ejecutivo de IHRA.
"Si hablamos en serio, necesitaremos entre 2.000 millones y 3.000 millones de dólares este año y el siguiente", alertó.
"Los usuarios de drogas y activistas reclamamos tratamiento. Pero a los usuarios nos castigan. El tratamiento debería comenzar viéndonos como seres humanos", dijo Paisan Suwannawong, cofundador del Grupo de Acción y Tratamiento Sida de Tailandia.
No ayudar a quienes se inyectan drogas y tienen VIH equivale a condenarlos a una muerte más temprana.
"El acceso al tratamiento antirretroviral le asegura a cualquier portador de VIH de entre 20 y 30 años de edad en el mundo industrial unos 40 años más de vida", dijo Michael Kazatchine, director ejecutivo del Fondo Mundial de Lucha contra el Sida. "Pero los usuarios de drogas intravenosas viven 12 años menos."