MEDIOS DE COMUNICACIÓN: LA METAMORFOSIS

Las grandes depresiones mundiales, como la actual, desencadenan un efecto dominó, afectan a casi todas las actividades económicas y sociales. Pero la atención de los medios de comunicación se concentra sobre algunas de sus múltiples y continuas manifestaciones, las que estremecen a los centros de poder, mientras se interesan poco o nada por la periferia, donde la pobreza agravada por la crisis asesta las más dramáticas consecuencias.

Lo estamos viendo día a día desde hace más de un año. Las primeras planas informan sobre los miles de millones de dólares que los países desarrollados vuelcan para apuntalar in extremis a sus grandes bancos, sobre las reuniones y debates en las capitales del Norte para arrostrar la crisis, el aumento de la desocupación y el descenso del crecimiento en los países industrializados. Las informaciones sobre el sistema financiero y la recesión en los dos restantes dos tercios del planeta no merecen más que citas escasas y fragmentarias.

Este tratamiento desigual de la información que previlegia al Norte y posterga al Sur no es una novedad, pero resalta en medio de la crisis ecónomica, cuando es mayor la necesidad de que la opinión pública conozca la situación en los países en desarrollo y pueda respaldar las políticas de cooperación económica internacional.

Esto sucede mientras una transformación tiene lugar en los medios de comunicación que afecta en particular a la prensa diaria y reduce progresivamente el espacio que los medios destinan a la información internacional y a temas globales «poco vendedores» como la pobreza, el cambio climático, el crecimiento sustentable, los derechos humanos, la democratización y la seguridad entendida como solución pacífica de los conflictos, desarme y no proliferación nuclear.

Mientras la depresión, aunque profunda, es necesariamente pasajera y tarde o temprano dejará lugar a un período de crecimiento económico, la transformación de los medios de comunicación es estructural y por lo tanto la tendencia a reducir la cobertura de la información internacional y de los asuntos globales, parece destinada a prolongarse.

Este proceso adverso a la tradicional prensa escrita -diarios, revistas y periódicos- comienza con la competencia que después de la II Guerra Mundial plantea la televisión, seguida más recientemente por el acceso gratuito via internet a las propias ediciones electrónicas y a las de la competencia, a lo que se ha sumado la aparición de medios escritos y electrónicos gratuitos financiados sólo por la publicidad. Todo ello impulsa la emigración de gran parte de la publicidad hacia los nuevos medios y la consiguiente tendencia al desequilibrio financiero de los tradicionales.

Lo que está sucediendo en Estados Unidos es significativo. En los dos últimos años el lector estadounidense de informaciones on line creció el 19% mientras sólo en 2008 los lectores de los mayores 50 sitios aumentó el 27%. Este dato nos muestra el pasaje de los lectores de los medios escritos a los electrónicos, aunque una parte de ellos ha dejado de comprar un diario para leer la versión del mismo on line. Paralelamente, la publicidad que ha abandonado los medios impresos es muy superior a la que se ha dirigido a sus versiones electrónicas gratuitas y a ese déficit se añade la sensible reducción de la venta de diarios.

Aún hoy en Estados Unidos la tirada total de diarios impresos alcanza a 48 millones y muchos de ellos siguen obteniendo ganancias. Pero en los dos úlitmos años los ingresos han caído en 23%.

Para sobrevivir -ya que algunos han quebrado y otros están tambaleando- los medios reducen sus plantillas, cierran sus corresponsalias en el exterior, embargan parte de sus propiedades, se limitan a versiones virtuales y/o disminuyen el número de páginas. Se estima que el sector periodístico estadounidense se ha achicado en 10% en el año pasado y que, entre el 2001 y fines de este año, la pérdida de empleo en el periodismo ascenderá a 25%.

Todo esto explica la difundida previsión de que en un futuro próximo podría desaparecer la edición impresa de un diario como el New York Times -que arrastra una deuda de 400 millones de dólares- y sobrevivir sólo su versión electrónica. Se trata de un dilema, ya que con los ingresos de la versión on line el Times sólo podría mantener el 20% de su plantel periodístico actual.

Estamos ante un proceso complejo y contrastante que sólo en parte podrá atenuar la inversión del ciclo económico; por ello, preocupan los efectos negativos sobre la información de los temas del desarrollo. Los medios que los focalizan, sean los tradicionales o los nuevos, se caracterizan por la dispersión. Tienen dificultades para centralizar sus mensajes, al contrario de las multinacionales de las comunicaciones, que imponen sus temas en la agenda informativa internacional. Uno de los pasos que pueden dar estos medios es organizar un sistema de intercambio (similiar al de algunas redes de grandes diarios) acerca de los temas del desarrollo combinando y compartiendo informaciones especializadas y profesionales. Pero hace falta mucho más para contrarrestar estas tendencias.

Afrontar esta situación no es sólo un problema de los comunicadores. En esta batalla deben participar la sociedad civil, actor dinámico y a la vez consumidor de esta información, los círculos académicos que deben formar a los profesionales para afrontar esta ardua etapa y para ello deben incrementar su capacidad de investigación a fin de comprender y saber responder a los nuevos desafíos, y naturalmente los comunicadores del Norte y del Sur, que tienen un vasto terreno para incentivar la cooperación recíproca. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Mario Lubetkin, Director General de la agencia informativa IPS.

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