ISRAEL-PALESTINA: Se acercan decisiones difíciles

Los actores del conflicto palestino-israelí comienzan a comprender que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se propone realmente resolver el inextricable problema, y quiere hacerlo pronto.

En las próximas semanas, Obama recibirá por separado al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, al presidente de Egipto, Hosni Mubarak, y al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.

Tras el encuentro del martes con el rey de Jordania, Abdulah II, el primer gobernante de Medio Oriente en visitar la Casa Blanca de Obama, éste reconoció el "profundo cinismo" que rodea el proceso de paz y puso en duda que así haya "posibilidad de lograr algún tipo de avance".

"Lo que queremos", subrayó Obama, "es alejarnos del abismo, es decir, por duro que parezca, por difícil que pueda ser, aún existe la posibilidad de tener paz, pero va a requerir de ciertas decisiones difíciles".

Decisiones difíciles para todos, para Israel, para los palestinos y, quizá, para el propio Obama.
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Estados Unidos no oculta la idea central de su estrategia para resolver el conflicto palestino-israelí, expresada por el enviado especial de la Casa Blanca, George Mitchell, en su visita a la región la semana pasada.

"La solución de dos estados es la única solución", insistió. "La paz definitiva es una cuestión de interés para Estados Unidos".

La responsabilidad recae principalmente sobre Israel, en tanto que potencia ocupante, que debe estar dispuesto a abandonar los territorios palestinos para permitir la creación de un nuevo estado.

Estados Unidos parece decidido a seguir presionando, en especial debido a la firmeza con que Netanyahu se niega a aceptar abiertamente la solución de dos estados.

Poner fin a la ocupación siempre fue una decisión difícil para Israel.

La política de Netanyahu durante su anterior gobierno (1996- 1999) fue "rectificar" lo que él consideraba como "errores" de los acuerdos de Oslo (1993), que derivaron en el reconocimiento mutuo de Israel y de la Organización para la Liberación Palestina (OLP).

En 1998, Netanyahu logró que el entonces presidente estadounidense Bill Clinton (1993-2001) presionara al histórico líder palestino Yasser Arafat (1929-2004) para que eliminara de la Constitución de la OLP los capítulos que negaban el derecho a la existencia de Israel.

En su segundo gobierno, Netanyahu parece seguir el mismo camino: si los palestinos se niegan a reconocer a Israel como Estado del pueblo judío, entonces Israel no tiene obligación de reconocer el derecho a la autodeterminación de los palestinos sobre su propio Estado.

En la primera oportunidad que tenga, el primer ministro israelí le dirá a Obama que esa es la forma de logar la paz, dijeron funcionarios cercanos a Netanyahu.

Los opositores del primer ministro israelí consideran que el acento en el "Estado judío" es sólo un intento de frenar la determinación de Obama de apurar una verdadera resolución del conflicto. Pero por ahora es una incógnita si Netanyahu tiene en mente algo más que tácticas dilatorias.

El argumento de Netanyahu tiene, por cierto, un gran respaldo de la ciudadanía de este país.

Los israelíes no aceptan el derecho de los palestinos a la autodeterminación porque los palestinos no aceptaron totalmente a Israel, alegó el columnista Ari Shavit, del periódico Haaretz.

"El conflicto palestino-israelí no es por la ocupación. Sí así fuera, habría estallado en 1967", cuando ésta comenzó, alegó. "Si esa fuera la causa, se hubiera solucionado con el retiro de Israel y el posterior reconocimiento total de los palestinos a la existencia de este Estado".

"Pero el conflicto no es por la ocupación. Son tres sus causas, los hechos de 1967 (la ocupación), los de 1947 (el plan de las Naciones Unidas de partición de Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío) y los de 1917", cuando el gobierno de Gran Bretaña reconoció en la Declaración de Balfour el derecho del pueblo judío a tener un "hogar nacional" en el territorio de Palestina.

Con el argumento del "Estado judío" en el centro del conflicto, Netanyahu confía en "poder llegar al corazón de Obama", según un asesor que pidió reserva de su identidad.

El primer ministro israelí quedó impresionado con la forma en que Obama llegó a la Presidencia, no por sus declaraciones ni por sus acciones, sino porque construyó su posición en torno a los procesos históricos sobre los que giran los valores y las acciones de los estadounidenses.

Netanyahu cuenta con que Obama también esté dispuesto a tomar una decisión difícil, y se muestre sensible a lo que el primer ministro israelí considera principios históricos de Israel y reconozca que las posibilidades de tener una paz duradera requieren algo más que la fórmula "paz por territorios" y su implementación, es decir la retirada de Israel a las fronteras previas a la guerra de 1967.

Si Obama acepta este concepto de "dos estados nación" de Netanyahu como base del proceso de paz, no sólo los palestinos tendrán que tomar una decisión difícil, sino también los israelíes.

Aceptar que Israel es un Estado judío significa para los palestinos renunciar al derecho de retorno de los refugiados a sus tierras, de las que fueron expulsados por la guerra de 1948 cuando se creó este país.

Pero también significa que Israel debe aceptar la existencia de dos estados, uno al lado del otro, es decir que además de reconocer uno que refleje la identidad judía del estado de Israel, debe consentir que otro represente la identidad palestina, lo que implica la creación de un Estado palestino.

Para Obama será difícil lograr que los palestinos acepten que su derecho a la autodeterminación va de la mano del reconocimiento de la identidad de Israel y que eso tiene un costo, renunciar a la exigencia del regreso de los refugiados, uno de los valores centrales de su identidad nacional y de la solución del conflicto.

Por otro lado, la insistencia de Netanyahu en cuestiones elementales le permitiría a Obama convencerlo de que Israel debe asumir lo que tanto le ha costado, la necesidad de terminar la ocupación.

El presidente estadounidense podría argüir: "Si tengo que convencer a los palestinos de que acepten ese principio que usted dice que es vital para su pueblo, mientras el regreso de los refugiados no lo es para ellos, entonces usted debe aceptar que seguir ocupando los territorios palestinos no es vital para Israel".

Aun en ese contexto, Israel tendría que terminar la ocupación para lograr la paz.

En el escenario del "profundo cinismo" del que se lamenta el presidente estadounidense, hay algún atisbo de esperanza.

La mayoría de los israelíes están más dispuestos a resistir a cualquier ataque a su identidad nacional que a mantener la ocupación de Cisjordania. Mientras, entre los palestinos comienza a perder peso la necesidad del regreso de los refugiados como condición no negociable.

"Las opciones son claras y concretas", escribió el ex ministro palestino Ziad Abu Sayyad, en la última edición de la revista Palestine-Israel Journal.

"Nos comprometemos con una solución política, mediante la cual nos obligamos a renunciar al regreso de los refugiados, exceptuando quizá algunas medidas simbólicas, o admitimos que la solución política nos impide ejercer ese derecho y, puesto que insistimos en él, tendremos que erradicar de nuestro vocabulario la expresión ‘solución política al conflicto’", subrayó.

"Entonces tendremos que canalizar nuestras energías hacia una lucha prolongada contra el régimen de apartheid que Israel mantiene en los territorios ocupados, a fin de que el Estado renuncie a su identidad judía y se cree un Estado binacional".

La fórmula de "paz por territorio" no logró resolver el conflicto. Si Estados Unidos no acepta esta nueva preocupación de Israel sobre la identidad nacional, la nueva iniciativa de paz será misión imposible.

Desde el comienzo de su gobierno, Obama demostró una singular capacidad para traducir sus ideas en políticas concretas, lo que hace factible un proceso de paz concertado que aspire a reunir en una única propuesta las dos cuestiones fundamentes, el fin de la ocupación israelí y el derecho a la existencia de dos estados, uno árabe al lado de otro palestino.

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