ISRAEL-PALESTINA: La utópica alternativa de «un Estado»

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha defendido enérgicamente, incluso esta semana en Turquía, la llamada «solución de los dos estados», con la creación de uno palestino al lado del de Israel.

Sin embargo, muchos palestinos han recordado que también el ex mandatario George W. Bush (2001-2009), en los últimos años, había expresado su compromiso con esa idea. Pero ni Bush ni Obama han tomado las acciones necesarias para concretarla, señalan.

Mientras, Washington continúa dándole un apoyo muy generoso a Israel, cuyos sucesivos gobiernos han construido colonias judías en la ocupada Cisjordania y dado otros pasos que sólo han dificultado la creación de un estado palestino.

Muchos palestinos y algunas voces importantes en lo que queda del ahora maltrecho sector pacifista israelí señalan que en estos momentos es imposible concretar la "solución de los dos estados".

Esto ha llevado al resurgimiento de una vieja idea: la creación de un solo Estado binacional entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, en el que tanto los israelíes judíos hebreo-parlantes y palestinos árabes tengan derechos iguales como ciudadanos.
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Este objetivo fue defendido elocuentemente en los años 30 y comienzos de los 40 por Judah Magnes, Martin Buber y otros intelectuales de la Universidad Hebrera de Jerusalén. Sin embargo, la mayoría de los israelíes la desecharon después de que Israel se estableció como Estado en 1948.

Más tarde, en 1968, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) propuso una meta muy similar: construir un "Estado democrático secular" que incluyera tanto los territorios que tenía Israel antes de la Guerra de los Seis Días en 1967 como a Cisjordania y Gaza, ocupados desde ese año.

Sin embargo, los líderes de la OLP nunca lograron un acuerdo sobre el número de inmigrantes judíos llegados a Israel antes y después de 1948 que debían ser incluidos en el proyecto.

Pocos años después, en 1974, la mayoría de los partidarios de la OLP se apartaron decisivamente del modelo de "un Estado". Comenzaron a trabajar en cambio por la "solución de los dos estados": uno palestino independiente en Cisjordania (incluyendo Jerusalén oriental) y Gaza, junto al israelí.

A partir de 1974, los gobiernos israelíes permanecieron profundamente opuestos a la creación de un Estado palestino. Todas esas administraciones realizaron enormes inversiones en el proyecto, ilegal ante el derecho internacional, de instalar a sus propios ciudadanos como colonos en Cisjordania. También anexaron Jerusalén oriental. Cuando se les preguntaba sobre el futuro de los palestinos, respondían que esperaban que ellos pudieran ejercer sus derechos en Egipto o Jordania, no dentro de la histórica Palestina. Esta idea ha regresado recientemente, incluso entre los asesores del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.

En 1992, Israel finalmente reconoció a la OLP y concluyó los Acuerdos de Oslo. En este pacto, ambas partes crearon un nuevo ente llamado Autoridad Nacional Palestina (ANP), diseñada para administrar algunos aspectos de la vida diaria en partes de los territorios ocupados, aunque no en la crucial parte de Jerusalén oriental.

Incluso después de Oslo, los funcionarios israelíes dejaron en claro que no habían prometido la creación de un pleno Estado palestino. También dijeron que sus derechos y responsabilidades como fuerza ocupante permanecerían. La disposición final de las áreas ocupadas espera la conclusión de un completo pacto de paz.

Los Acuerdos de Oslo especificaban que ese tratado debía estar firmado para 1999. Diez años después, aún parece distante. Mientras, Israel ha aprovechado los 16 años desde Oslo para incrementar tanto el número de colonos en Cisjordania como el control sobre la economía palestina.

La politóloga palestino-estadounidense Leila Farsakh llama a las políticas israelíes con la economía palestina como "la ingeniería de la pauperización". Indicó que, a pesar la gran cantidad de ayuda internacional para Cisjordania, la pobreza ha aumentado. La mayoría de las áreas cisjordanas fuera de Ramalah, la capital, son pobres y cada vez más dependientes de la asistencia.

Los espléndidos asentamientos judíos, con 480.000 habitantes en total, utilizan gran parte de las mejores tierras de Cisjordania y engullen su agua, explicó Farsakh.

En una población israelí de 7,2 millones, esos colonos ahora conforman un formidable bloque de votantes. Los intentos de sacarlos parecen imposibles. En la última ronda de negociaciones de paz iniciada en 2000, ambas partes han discutido vías para mantener a un número de colonos a través de un intercambio de tierras, pero esas modificaciones a las fronteras parecen complejas, y posiblemente inviables.

Mientras, la negociación sobre un pequeño Estado palestino en Cisjordania y Gaza deja de lado los intereses y derechos de tres importantes sectores palestinos.

Los 1,2 millones de palestinos ciudadanos de Israel pasarían a ser una afligida minoría en un Estado todavía ideológicamente comprometido con el sionismo, trayendo más inmigrantes judíos. Mientras, los 270.000 que viven en Jerusalén podrían también sentirse rodeados y vulnerables, en tanto que los cinco millones que todavía –61 años después de que ellos y sus ancestros debieron huir de sus hogares en lo que ahora es Israel—habrían perdido para siempre su esperanza de regresar.

Desde 1982 —año que los líderes de la OLP y las fuerzas guerrilleras fueron expulsadas de Líbano— hasta hace poco, el principal motor del nacionalismo palestino se ha ubicado en las comunidades palestinas de Cisjordania y Gaza. Pero, en los últimos años, esas comunidades se han debilitado seriamente. Se han atomizado administrativamente, divido políticamente y viven bajo un sentido palpable de amenaza física.

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