Al arremeter contra Israel, el presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad ofreció al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu argumentos para cuestionar los beneficios del diálogo con Teherán, promovido por Washington.
Cuando parecía que la comunidad internacional se encaminaba a presionar al nuevo gobierno israelí para que reanudara las negociaciones con el mundo árabe, en general, y con la Autoridad Nacional Palestina, en particular, Ahmadineyad boicoteó la oportunidad en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Racismo, realizada en Ginebra desde el lunes hasta este viernes.
Esto ocurrió pocos días después de un encuentro entre el enviado especial del gobierno de Estados Unidos para Medio Oriente, George Mitchell, con autoridades israelíes y árabes, a las que planteó la relación entre resolver el problema del programa nuclear iraní y que Israel adhiera a la llamada "solución de los dos estados" para terminar con el conflicto palestino-israelí.
La respuesta de Netanyahu fue hacer su propia asociación de hechos: la reanudación de las conversaciones con los palestinos queda ahora sujeta a que se elimine la amenaza que supone un Irán nuclear.
En ese contexto aparece Ahmadineyad en Ginebra con una salva de denuncias contra Occidente y acusando a Europa y Estados Unidos de despojar a los palestinos.
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"Dejaron sin territorio a una nación entera so pretexto del sufrimiento judío. A fin de compensar las nefastas consecuencias del racismo en Europa ayudaron a que en Palestina llegara al poder el régimen racista más cruel y represivo", sentenció el presidente iraní.
El ataque de Ahmadineyad, quien ya había llamado a "borrar a Israel del mapa", no tuvo ningún sentido de oportunidad, pues coincidió con la conmemoración del Holocausto el lunes, un día especialmente solemne para el Estado judío.
Eso le dio a Netanyahu una plataforma confortable desde la cual lanzar su replica.
"Pocas décadas después del Holocausto, nuevas fuerzas emergen y proclaman su intención de borrar al Estado judío de la faz de la tierra", declaró Netanyahu.
"Los negacionistas no puede perpetrar otro holocausto. Esa es la principal obligación de Israel. Esa es mi principal obligación en tanto que primer ministro", subrayó.
Hace 10 días, el periódico israelí Maariv señaló que Netanyahu había recibido información militar en relación con Irán que lo había dejado "contento".
El fin de semana, el London Times informó que la Fuerza Aérea israelí estaba "entrenándose para atacar a Irán en breve lapso".
"No es coincidencia el momento elegido para difundir esa información. Israel trata de dejar claro que, aun si Estados Unidos pretende iniciar un diálogo diplomático con Irán, conserva una opción militar realista", señaló Amos Harel, conocido analista israelí de asuntos estratégicos.
El sentido de oportunidad es todo, en especial cuando se carece de él.
La retórica de Ahmadineyad permite a los políticos israelíes de línea dura moldear un consenso nacional detrás de su campaña contra Irán y, de paso, contra los palestinos.
Ante la insistencia de Mitchell de adherir públicamente a la "solución de los dos estados", la respuesta de Netanyahu fue firme: antes de reconocer la necesidad de crear un Estado palestino, todos los palestinos deben reconocer a Israel como Estado judío.
Pero Mitchell no se dejó impresionar. Desde la reunión que mantuvo el jueves con Netanyahu, el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos ha aclarado en reiteradas oportunidades que la posición de Washington es que las conversaciones entre palestinos e israelíes deben comenzar lo antes posible "sin condiciones".
Además, en el encuentro que mantuvo el viernes con gobernantes palestinos en Ramalah, Mitchell insinuó que no le había dejado espacio de maniobra a Netanyahu. "La solución de dos estados es la única solución", aseguró.
"La paz absoluta en la región es una cuestión de interés nacional para Estados Unidos", así como para palestinos e israelíes.
La contundente franqueza de Ahmadineyad parece haber abierto una puerta de salida al recalcitrante Netanyahu y haber asestado un duro golpe a la estrategia del presidente estadounidense Barack Obama.
De hecho, la iniciativa de Obama quedó en un aprieto: el Departamento de Estado tuvo que condenar la declaración de Ahmadineyad y reafirmar el compromiso de Estados Unidos al diálogo con Irán.
La intención de Mitchell de combinar la resolución del conflicto palestino-israelí, y las relaciones árabe-israelíes, con una política sólida para contener las ambiciones nucleares de Irán, está en la cuerda floja.
Ahmadineyad permitió que Israel reavivara su argumento de que primero la comunidad internacional debe lidiar con Irán de forma convincente y luego esperar que el Estado judío avance en la cuestión palestina.