Mientras el mundo cristiano conmemora una vez más la pasión y muerte de Jesucristo, un grupo de personas en el centro de Colombia trepan por la ladera de una montaña de 3.800 metros de altura para llegar hasta la laguna de Iguaque, origen de la vida humana según la mitología muisca.
Los muiscas pertenecen a la familia lingüística chibchas que habitaban las altiplanicies de los actuales departamentos de Cundinamarca y Boyacá, sobre la cordillera Oriental, que presenta las mayores alturas entre las tres ramas montañosas en que se divide la cordillera de los Andes en Colombia.
Los conquistadores españoles llegaron en 1537 a esta zona, donde poco después fundaron Santafé de Bogotá, hoy la capital colombiana y también del distrito de Cundinamarca, y Tunja, cabecera de Boyacá.
Unos 40 kilómetros al oeste de Tunja se encuentra la localidad de Villa de Leyva, declarada monumento nacional en 1954 y cuyo nombre se lo debe al español Andrés Díaz Venero de Leyva. Pero antes fue Saquenzipa.
Desde allí, 12 kilómetros al nordeste se encuentra el camino que conduce al Santuario de Flora y Fauna de Iguaque, a donde se llega atravesando parte del bosque húmedo tropical y pasando por quebradas límpidas como la de Mamarramos, "que abastece de agua pura a la región", según reza un aviso de madera en su orilla.
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Esta riqueza natural es protegida por el Estado desde 1989, cuando el gobierno colombiano de entonces de Virgilio Barco (1921-1997) dispuso que se hiciera cargo el entonces Instituto Nacional de Recursos Renovables (Inderena).
En la época se construyeron cabañas para albergar turistas nacionales y extranjeros, como preámbulo al ascenso por la trocha natural de 3,5 kilómetros hasta la cima de la montaña, en la que se encuentra Iguaque, una de las siete lagunas sagradas de la zona.
De allí, según la mitología que contaron los Cronistas de Indias, "poco después que amaneció el primer día (después de la creación) salió de la laguna una mujer llamada Bachué o Furachogua, que quiere decir mujer buena".
Bachué surgió del agua con un hijo de tres años. "Bajaron al llano en donde vivieron hasta que adulto el niño casó con la Bachué. Y en ellos comenzó el género humano, que se propagó con extraordinaria rapidez" porque, según la leyenda, cada vez nacían cuatro a seis hijos.
Y así fue hasta que "pasados muchos años, viendo la tierra poblada, volvieron a la misma laguna y convirtiéndose en serpientes desaparecieron en sus aguas".
A este regreso acompañaron a Bachué y su hijo-esposo muchos de los descendientes que escucharon mensajes de bondad, paz y solidaridad básicas para mantener el mundo en armonía.
Es esta armonía la que siguen buscando hoy los visitantes de Iguaque, conocida popularmente como "laguna encantada", según explicó a IPS Enrique Rodríguez, conductor del autobús que lleva al camino de acceso.
Laguna encantada, asegura, "porque quien se atreva a bañarse ahí no sale nunca", continuó Rodríguez, una afirmación que IPS intentó comparar con la versión de otros visitantes.
Natalia Campos, tunjana, contadora y propietaria de un "café gourmet" en Villa de Leyva, dijo a IPS que no puede afirmar ni negar tal cosa. "Pero también se dice que, si los visitantes hacen ruido, cantan, gritan o botan piedras al agua, llueve con granizo", narró. "Y eso sí lo vivimos", agregó con expresión de sorpresa.
Tampoco puede asegurar Campos que suceda todas las veces, pero cuenta que tras la ardua caminata llegó con un grupo de amigos frente a Iguaque, en donde se sentaron a descansar en medio de un cielo despejado y el sol ardiente propio del páramo. Tras el almuerzo, la conversación y la risa natural entre ellos durante la charla, cayó un fuerte aguacero con granizo. Es una historia repetida en la región.
Por eso se dice que quien sube lo hace en silencio y con respeto.
"Sin tener la investidura de jerarca muisca, me atrevo a decir que ellos, como la mayoría de nosotros viven la creencia del eterno retorno. Venimos y vamos para el mismo lugar, de paz y eterna libertad. Ese sentimiento se tiene frente a la laguna de Iguaque", sostuvo ante IPS William Gómez, un ingeniero bogotano que reside en la región hace siete años.
La misma zona que antes visitó muchas veces como "ilegal", califica, porque, como ingeniero ambiental tenía contacto con extranjeros "rubios, de piel rosada e idioma distinto", a quienes por cuenta y riesgo llevaba a Iguaque dejándolos prendados de la belleza natural del entorno.
Al mismo tiempo Gómez se enamoraba cada vez más de las montañas enormes, las siete lagunas, los frailejones, los nacederos de agua natural y la gente de la región, que describe como campesinos pragmáticos, buenas personas.
Entonces decidió dejar atrás "el ruido y la violencia de la ciudad", de Bogotá, y trasladarse a Arcabuco, localidad distante 22 kilómetros de Villa de Leyva y un poco más de 10 kilómetros del Santuario de Flora y Fauna de Iguaque
Entonces, cuidando cabras y motivado por el turismo ecológico conformó una empresa comunitaria, hoy integrada con 13 campesinos, quienes desde octubre del año pasado administran el hospedaje y la alimentación de visitantes incluida la zona de campamentos.
Es que, después de levantarse la infraestructura en el gobierno Barco, los cambios administrativos de los últimos años dieron término al Inderena y vida a la Dirección de Parques Naturales, dependiente del Ministerio del Medio Ambiente.
En ese tránsito, la infraestructura de Iguaque quedó suspendida por dos años y medio hasta que el ministerio la entregó en concesión privada.
Entonces los naturales de la región se opusieron con "patas y manos" según se dice coloquialmente, solicitando que, en cambio de entregarla a multinacionales o extranjeros, la atención de la zona fuera concedida a los habitantes naturales del lugar.
Según Gómez, la directora de Parques Naturales, Julia Miranda, decidió apostar a la iniciativa, para lo cual se elaboraron complejos contratos, en los que el ministerio podía retomar el control en cualquier momento.
El contenido de los contratos fue tan novedoso en Colombia, que ninguna aseguradora quiso tomar riesgos, se lamenta Gómez. Sobre esa base se concedieron seis parques a empresas comunitarias.
La segunda de esas empresas fue Naturar Iguaque, dirigida por Gómez, que ha resultado tan exitosa que el contrato inicial de tres años se amplío a 10 cuando sólo han pasado seis meses de trabajo.
En el lapso por cumplir los sueños son muchos. Gina Cárdenas, una joven de la región encargada de la alimentación en las cabañas, dijo a IPS que el proyecto los beneficia a todos.
"Uno aprende, conoce gente de otras regiones y evita irse para las ciudades en busca de otros horizontes. Y si va, vuelve", dice Gina, quien trabajará pocos meses más en las cabañas antes de presentarse a la estatal universidad de Tunja para estudiar ciencias naturales y medio ambiente, con la certeza de ser socia de Naturar Iguaque que un día será rentable.
Una rentabilidad que trascenderá lo económico, porque "desde enero que empezamos a llevar estadísticas de visitantes confirmamos que la mayoría son niños y jóvenes", destaca Gómez.
Esta presencia joven los satisface, porque de ahí deducen que tanto estudiantes de escuelas públicas como de colegios de altos niveles socioeconómicos empiezan a retornar a lo contemplativo, y al amor por el agua y su conservación.
"Ellos se alegran cuando llueve y cuando crece la quebrada", repasa Gómez, convencido de que hechos como los narrados reconvertirán un mundo que su generación recibió contaminado y empobrecido. A ello agrega una confesión: la vergüenza que le causa que uno de sus abuelos fue cazador de osos.
En su empeño, sin embargo, faltan cosas aún por hacer y ofrecer a los visitantes. Pero tiene confianza en que lo podrán concretar, incluido el montar un acompañamiento para los adultos que trepan la montaña que conduce a la laguna.
"Más que una guía será una interpretación del entorno, el disfrute del paisaje y el conocimiento con calma, pues ya no es un lugar para conquistadores sino para amantes de la naturaleza", concluye.