La simple renovación de una visa podría convertirse en la primera prueba sobre las relaciones entre el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el nuevo primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.
En los últimos dos años, a Uzi Arad, ex director del servicio de inteligencia israelí Mossad, se le negó la entrada a Estados Unidos a causa de una reunión que mantuvo en 2004 en el Pentágono (sede del Departamento de Defensa) con un funcionario que desde entonces cumple una pena de 12 años de prisión por haber pasado información clasificada a Israel.
De acuerdo con una sección de la Ley de Inmigración y Nacionalidad, los extranjeros sospechosos de haber participado en espionaje o sabotaje contra Estados Unidos no tienen derecho a visado.
Netanyahu, quien el martes asumió por segunda vez como primer ministro, había anunciado anticipadamente que nombraría a Arad director del Consejo de Seguridad Nacional de Israel, puesto clave que para su designación por lo general se realizan frecuentes consultas con altos mandos estadounidenses.
Cualquier marcha atrás de Estados Unidos en su política de visas sería leída aquí y en todo el mundo como otro indicio de que Obama sigue tratando de eludir cualquier confrontación con Netanyahu, del derechista Partido Likud, y sus partidarios en la comunidad judía estadounidense, aun en temas de seria preocupación para funcionarios de contrainteligencia en Washington que se han quejado desde hace tiempo del espionaje israelí.
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El caso de Arad probablemente traerá tensiones anticipadas entre Netanyahu y Obama, quien ha dejado en claro repetidamente que tiene como prioridad lograr un avance en las conversaciones de paz palestino-israelíes.
La decisión de Netanyahu de elegir a Avigdor Lieberman como ministro de Relaciones Exteriores ya desató expresiones de preocupación dentro del lobby israelí en Estados Unidos.
Lieberman, ex miembro del proscrito partido Kach y ex colono en Cisjordania, hizo un llamado a los israelíes de origen palestino a jurar lealtad al Estado, y la semana pasada repudió los compromisos hechos por el anterior gobierno en el proceso de paz de Annapolis, lanzado en 2007 por el ex presidente estadounidense George W. Bush (2001-2009).
Por otra parte, es probable que los funcionarios estadounidenses encuentren dificultades para negociar con Arad. Al igual que Netanyahu, se opuso al retiro israelí de Gaza y el mes pasado sugirió estar en contra de cualquier compromiso territorial con los palestinos. "Queremos librarnos de la carga de las poblaciones palestinas, no de los territorios", le dijo a un periodista en televisión.
La polémica sobre la visa de Arad se produce además en el marco del retiro la semana pasada de Charle "Chas" Freeman como presidente del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, luego de una campaña de tres semanas por parte de elementos clave del lobby israelí contra su nombramiento.
Freeman, ex embajador en Arabia Saudita y uno de los más destacados diplomáticos de su generación, fue objeto de duros ataques por parte de los partidarios del Likud en Estados Unidos debido a sus críticas a las políticas israelíes, en especial hacia los palestinos en los territorios ocupados.
Sin Freeman en el camino, el caso de Arad podría bien convertirse en la primera prueba para constatar cuánta influencia tendrán Netanyahu y sus partidarios en la administración de Obama.
Por lo pronto, el ex espía ya ha provocado al menos una situación incómoda durante la visita a Israel el mes pasado de la secretaria de Estado (canciller) estadounidense Hillary Clinton.
Junto al enviado especial a la región, George Mitchell, y el embajador de Estados Unidos en Israel, James Cunningham, Clinton visitó a Netanyahu en su oficina poco después de que fuera designado para formar el nuevo gobierno, tras las elecciones del 10 de febrero.
En ese encuentro, además de Netanyahu y la embajadora de Israel en Estados Unidos, Sallai Meridor, Clinton y su delegación conocieron a Yitzhak Molcho, quien se espera se convierta en el canal informal de Tel Aviv con la Casa Blanca, y al propio Arad.
Luego de ser informada sobre la situación de Arad y su identidad como el "funcionario extranjero" citado en los registros de los tribunales que condenaron al ex oficial del Pentágono Lawrence Franklin, Clinton sugirió que cada parte se limitara a tener tres personas en la reunión.
Para su sorpresa, Netanyahu se manifestó de acuerdo, pero fue a Meridor a quién le pidió que abandonara el lugar. Según fuentes citadas por el sitio Foreignpolicy.com, Clinton estuvo inusualmente callada en gran parte de la entrevista. Significativamente, Meridor renunció pocos días después.
No es difícil entender por qué Netanyahu quería que Arad estuviera presente. En última instancia, es un hombre de gran inteligencia y energía. Entre otros logros, es el jefe fundador del Instituto para Políticas y Estrategias en el Centro Interdisciplinario de Herzliya, uno de los más influyentes de Israel, y se ha desempeñado como alto asesor para los comités de defensa y de asuntos exteriores de la Knesset (parlamento) y para el propio Netanyahu en su primer periodo (1996-1999). Durante 25 años fue director de investigaciones del Mossad.
Cuando era miembro del ultraconservador Instituto Hudson de Estados Unidos en los años 70, fue premiado con títulos de la Escuela Woodrow Wilson en la Universidad de Princeton. Escribió un libro publicado por el Consejo de Relaciones Exteriores, con sede en Nueva York, en 1979.
Pero, pese a todos sus logros académicos y profesionales, Arad mostró un muy pobre juicio al reunirse con Franklin en la cafetería del Pentágono "alrededor del 20 de febrero de 2004", como señala la acusación penal presentada en un tribunal federal en agosto 2005. En ese encuentro, según la denuncia, Arad (" una persona asociada con la agencia de inteligencia de una nación extranjera") y Franklin dialogaron sobre el programa nuclear de un país de Medio Oriente.
Entre 2003 y 2004, Franklin había sido el especialista en Irán de la División de Políticas del Departamento de Defensa, presidida por el subsecretario Douglas Feith, un histórico partidario del Likud.
Franklin trabajó en una unidad llamada Oficina para Planes Especiales, a la que se le encargó, entre otras cosas, preparar un caso contra Iraq, acusando a ese país de ser una amenaza para Estados Unidos y de estar cerca de poseer armas nucleares.
Tras la invasión a Iraq en 2003, Israel comenzó a alertar sobre el programa de desarrollo atómico de Irán, que aparentemente fue el tema de la conversación entre Arad y Franklin. Este último estaba siendo vigilado encubiertamente por el Buró Federal de Investigaciones (FBI).
Cuando el diario The Washington Times reveló poco después del encuentro de Clinton con Arad que la solicitud de éste para renovar la visa le había sido negada en 2007, el ex espía insistió, en una entrevista con la agencia Associated Press, que la charla en la cafetería del Pentágono fue "superficial" y que él y Franklin "tomaron café y hablaron sobre la agenda del día, nada clasificado, nada secreto, nada relacionado con espionaje". Si no hubiera trabajado antes para el Mossad, "ni me habrían notado", dijo.
También pronosticó que la cuestión de la visa sería resuelta pronto a su favor, aunque, dado lo vergonzoso de su encuentro con Clinton, el resultado parece aún incierto.
Un ex alto funcionario de contrainteligencia estadounidense dijo a IPS que, basándose en su experiencia, el FBI "podría presentarle al Departamento de Justicia un informe sobre el daño que Arad ha hecho a nuestros intereses de seguridad nacional" cuando solicite la visa.
Pero, al final, la Casa Blanca y el Departamento de Estado tomarán la decisión sobre la visa, probablemente en base a intereses políticos", reconoció, sugiriendo que la combinación del gobierno israelí y sus partidarios en Washington seguramente prevalezcan por encima de las recomendaciones de los funcionarios de contrainteligencia.
Al mismo tiempo, añadió, el FBI podría recomendar que se le otorgue la visa, pero que siga siendo vigilado.
* Con aporte de Jim Lobe (Washington). Stephen Green es periodista y autor de "Taking Sides: America's Secret Relations With a Militant Israel" (Tomando parte: las relaciones secretas de Estados Unidos con el Israel militante, de 1984) y "Living By the Sword: America and Israel in the Middle East" (Viviendo por la espada: Estados Unidos e Israel en Medio Oriente, de 1988).