Las fuerzas armadas de Estados Unidos reorientarán su acción hacia los conflictos irregulares y la contrainsurgencia, de acuerdo con el nuevo proyecto de presupuesto militar que, además, prevé recortes de varios programas de desarrollo armamentista.
La propuesta, presentada el lunes por el secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, se inscribe en un intenso debate sobre la política de seguridad: ¿deberá concentrarse en la guerra convencional o en las operaciones contrainsurgentes ante enemigos de carácter no estatal?
Además, legisladores afines a la industria militar presentarán una dura batalla para preservar sus lucrativos proyectos.
De todos modos, los cambios propuestos, aunque significativos, están lejos de marcar una reforma fundamental de la política de defensa, según expertos.
"Dicen que representa un cambio fundamental, y eso es verdadero y falso al mismo tiempo", dijo Miriam Pemberton, del Instituto para Estudios Políticos. "Lo verdadero es que el presupuesto propone los recortes más ambiciosos a los programas de armas desde comienzos de los años 90."
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Lo "falso", según Pemberton, es que haya una reducción del gasto militar. "Este presupuesto perpetúa la trayectoria ascendente del gasto de defensa. Es mayor a todos los presupuestos de (el ex presidente George W.) Bush (2001-2009) que lo precedieron, y se aumento el financiamiento a algunos programas a los que creo erróneos", añadió.
La asignación de 534 millones de dólares para el año fiscal 2010 que comienza en octubre —y que no incluye partidas "suplementarias de emergencia" para las guerras de Iraq y Afganistán— es ligeramente superior al del año fiscal en curso.
De todos modos, las deliberaciones sobre este presupuesto serán muy diferente a las de periodos anteriores.
"En estos últimos años salieron a la luz defectos subyacentes en las prioridades, preferencias culturales y recompensas al 'establishment' de defensa", dijo Gates. "Ya hubo suficientes estudios, suficientes cavilaciones, suficiente retórica. Es la hora de la acción."
Uno de los recortes más destacados afectó al programa de aviones de combate F-22. Gates informó que el Pentágono le pondría fin tras la compra de cuatro más este año.
Los rumores en ese sentido que precedieron al anuncio oficial desataron una ola de cabildeos en el Congreso legislativo y en los medios de comunicación. El periodista Mark Bowden advirtió en la revista Atlantic, por ejemplo, que los pilotos estadounidenses "pagarán con sangre" este recorte.
Las partidas de defensa misilística cayeron 1.400 millones de dólares. El programa de modernización del ejército Sistemas de Combate del Futuro se cancelará.
De todos modos, el presupuesto mantiene o acelera programas a los que se consideraba posible recortar, como el de aviones de combate F-35, cuyas compras pasarán de 14 en el año fiscal en curso a 30 en el próximo.
"Hicieron un poco menos de la mitad de lo que yo esperaba que harían. Pero con Bush no habrían hecho nada o habrían ido en la dirección contraria", dijo el experto William Hartung, del centro de estudios New America Foundation.
El presupuesto recorta algunos destacados programas de guerra convencional, pero lo compensa con un aumento radical del financiamiento a programas dedicados a operaciones irregulares y contrainsurgentes.
Gates anunció, por ejemplo, una partida adicional de 2.000 millones de dólares para inteligencia, vigilancia y reconocimiento, que incluye la compra de 50 aviones no tripulados Predator y Reaper. También se eleva cinco por ciento el presupuesto de las fuerzas de Operaciones Especiales.
Analistas prevén gran resistencia al presupuesto de legisladores cuyos distritos se benefician con el gasto de defensa.
"Tienen una gran batalla entre manos. Los secretarios de Defensa suelen intentar recortar los programas armamentistas, y ésta es apenas la primera etapa del proceso", indicó Pemberton.
Los senadores Jeff Session y Richard Shelby, ambos de Alabama, ya manifestaron su descontento bloqueando la designación de Ashton Carter como subsecretario de Defensa para Presupuesto, Tecnología y Logística.
El debate también divide a las fuerzas armadas en dos bandos: los de "esta guerra" y los de "la próxima guerra", como se los suele denominar. Unos atienden las necesidades de las actuales operaciones contrainsurgentes en Iraq y Afganistán y los otros, potenciales conflictos futuros, contra China, por ejemplo.
Gates, miembro del bando de "esta guerra", advirtió que no se deben dedicar recursos para aventar "riesgos remotos o menguantes" en perjuicio de una pérdida de capacidad bélica en Afganistán e Iraq.
Pero también argumentó que el nuevo presupuesto no implica un abandono radical de la guerra convencional, y que apenas 10 por ciento del gasto se dedicaría a operaciones no convencionales.