CINE-ISRAEL: Paranoia judía a todo color

«Nunca sufrí antisemitismo en persona, pero siempre que hablo al respecto aparecen una y otra vez junto a esa palabra otras dos: Holocausto y nazi.» Así comienza, en boca del cineasta israelí Yoav Shamir, el documental «Defamation» («Difamación»).

El fenómeno también le resulta familiar a los judíos estadounidenses. La sociedad de este país es tan amistosa con los judíos como ninguna en la historia, pero los medios de comunicación reflejan con frecuencia alertas contra "antiguos odios" que podrían desembocar en un genocidio.

Aunque los defensores de línea dura de la política israelí en Estados Unidos admiten que, al menos en teoría, las críticas al estado judío no son sinónimo de odio a los judíos, varias polémicas recientes incluyeron acusaciones de antisemitismo contra quienes las pronuncian.

Entre los atacados figuran figuras públicas tan variadas como los cuentistas políticos John Mearsheimer y Stephen Walt, el diplomático Charles Freeman y la dramaturga británica Caryl Churchill.

En este contexto, la película de Shamir, presentada la semana pasada en el neoyorquino Festival Cinematográfico de Tribeca, es una bienvenida bocanada de aire fresco. Debajo de su estilo modesto y su tono ligero, oculta una idea subversiva.
[related_articles]
Y ésta es: el antisemitismo, al menos en Israel y en Estados Unidos, es más humo que fuego. Condicionados a ver nazis en cada sombra y en cada esquina, los judíos en los dos países fabrican, con frecuencia, el antisemitismo que perversamente quieren ver, parece decir el cineasta.

La estrella del filme es Abraham Foxman, director nacional de la venerable Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés), célebre en el público estadounidense por acusar con frecuencia a los críticos de Israel de antisemitismo.

"Defamation" capta a Foxman en su elemento: charlando con donantes, encabezando ceremonias junto con políticos israelíes, intimidando a funcionarios extranjeros. El retrato no es muy halagador que digamos.

A sus espaldas, los aliados de Foxman dicen que sus posiciones son extremas inclusos de acuerdo con sus propios criterios. Un rabino ortodoxo de Brooklyn, incluso, sentencia rotundamente que el dirigente "tiene que crear un problema porque necesita un trabajo".

Una empleada de la Liga Antidifamación, interrogada por el cineasta para que informe sobre casos de antisemitismo, solo puede mencionar las dificultades de judíos para que les den el día libre en feriados religiosos.

Finalmente, recordó el caso de un policía que fue sorprendido mientras hacía en privado un comentario de tibio desprecio hacia los judíos, y que luego se deshizo en disculpas.

Foxman tiene problemas para reconciliar su propio poder e influencia con la visión que pretende proyectar de los judíos como víctimas oprimidas del prejucio.

Mientras viaja en un automóvil con chofer a una reunión con funcionarios del gobierno de Ucrania, explica que sus interlocutores lo valoran por su percepción del poder judío, la cual, según él, constituye en sí misma un rasgo antisemita.

"Y si piensan que tenemos ese poder, ¿por qué no usarlo?", se preguntó, frente a la cámara.

El periodista israelí y activista por la paz Uri Avnery acota en el documental que si el antisemitismo fuera realmente fuerte en Estados Unidos, la Liga Antidifamación y el lobby proisraelí no tendrían capacidad para operar como lo hacen.

Shamir le da también un lugar preponderante en la película a Norman Finkelstein, el tábano de Israel y autor de libros como "The Holocaust Industry" ("La industria del Holocausto"), como si fuera la némesis de Foxman.

Finkelstein parece más reflexivo y articulado que Foxman. Cuestiona a los "militaristas de Martha's Vineyard" (una exclusiva localidad turística), el "narcisismo patológico" —que, según él, sirve de respaldo a la sensación de víctima que suelen sufrir muchos judíos— y el mal uso del Holocausto con propósitos políticos.

Pero tampoco queda muy bien cuando responde a los ataques de quienes lo consideran antisemita ofreciendo un sarcástico saludo nazi ante la cámara.

En todo caso, la comparación entre Finkelstein y Foxman es difícil de sostener. Foxman es influyente y muchos poderosos de todo el mundo buscan su sello de aprobación. En cambio, Finkelstein es un marginado que quedó fuera de las universidades DePaul y de Chicago por sus posiciones políticas.

Shamir parece sugerir que en ambos lados hay extremistas, pero también deja en claro que es la derecha y no la izquierda la principal animadora del espectáculo.

De todos modos, muchos de los mejores momentos de "Defamation" no están a cargo de foxman ni de Finkelstein, sino de personajes menos conocidos.

Entre ellos los residentes negros del barrio de Crown Heights, en el área neoyorquina de Brooklyn, que hablan sobre la tensión con sus vecinos judíos y por qué ellos creen que controlan el mundo. También el judío ruso para quien sus correligionarios usan el antisemitismo para tapar sus propios errores.

O el rabino Bleich, que considera que los judíos seculares están más preocupados por el antisemitismo que los ortodoxos, porque eso les da un sentido de identidad religiosa que de otro modo perderían.

La propia abuela israelí de Shamir, en la película, lanza una diatriba tan ácida contra los judíos residentes en la diáspora que podría proceder directamente de los infames "Protocolos de los Sabios de Sión".

Todo está condimentado con escenas de un grupo de estudiantes de secundaria israelíes que visitan sitios emblemáticos del Holocausto en Europa oriental. Durante todo el viaje, se someten a una dieta de horror ante el pasado y de paranoia ante el presente.

Los acompañantes adultos le explican a los estudiantes que la población local polaca es rabiosamente antisemita. Por eso, les prohíben interactuar con ellos. En un momento, tres ancianos intentan entablar una conversación inocente en polaco con un puñado de muchachas, que no entienden una sola palabra.

Por lo tanto, las niñas asumen que los hombres están insultando al pueblo judío, y se apresuran a acercarse a sus compañeros para compartir con ellos una nueva y contundente prueba de la omnipresencia del antisemitismo.

Otras escenas resultan menos divertidas. Mientras miran el memorial del campo de concentración de Auschwitz, los adolescentes se comprometen a vengarse de los nazis y sus "herederos" del presente. No es difícil percibir en esas imágenes la dicotomía "ellos o nosotros" que detonó la reciente masacre en el territorio palestino de Gaza.

En una conferencia en el Festival de Tribeca, Shamir recordó que esos estudiantes están a muy pocos meses de cumplir con el servicio militar. Son parte de la próxima generación de soldados israelíes.

El cineasta insistió en que su película no es sobre el antisemitismo en sí mismo "sino sobre el efecto del antisemitismo en nosotros, víctimas reales o supuestas".

Así, este nuevo documental sugiere que la paranoia ante el antisemitismo tiene, en cierto modo, consecuencias tan perniciosas como el propio antisemitismos.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe