Todos los días, una nube de esmog y polvo se cierne sobre las calles de la capital de Afganistán. Se pega en el rostro de las personas, quema los ojos y mancha las manos, empaña los autos, por lo general varados en el tráfico, y obstruye la visión de las montañas distantes.
«Mis amigos y yo preferimos quedarnos adentro y nunca nos reunimos porque no podemos soportar el aire afuera», dijo Habib Zahori, de Kabul.
El mayor asesino en Kabul podría no ser el movimiento islamista Talibán, sino la contaminación del aire. Expertos consideran que esta ciudad es una de las más contaminadas del mundo, y la escala del problema ha motivado una gran campaña gubernamental.
«La contaminación del aire es un gran problema aquí», dijo el director para salud ambiental del Ministerio de Salud Pública, Amanullah Hosseini. «Causa muchas enfermedades respiratorias, alergias, abortos espontáneos e incluso cáncer», añadió.
El Ministerio estima que unas 3.000 personas mueren de enfermedades causadas por la contaminación en Kabul cada año, convirtiéndola en la mayor causa de muerte no violenta en esta ciudad de cinco millones de habitantes.
[related_articles]
Casi 80 por ciento de los pacientes en los hospitales de la ciudad sufren enfermedades por la contaminación del agua y el aire, según la gubernamental Agencia Nacional de Protección Ambiental (NEPA).
Debido a un incremento en la exposición de 10 microgramos por metro cúbico de partículas en suspensión, «hay un aumento de seis por ciento en las enfermedades cardiovasculares y de ocho por ciento en las muertes por cáncer de pulmón al año», señala un reciente informe del Ministerio.
Kabul tiene un nivel tres veces mayor de partículas en suspensión por metro cúbico que cualquiera de las ciudades de los países vecinos, según NEPA.
Y la brecha es aun mayor en comparación con países industrializados. Una muestra de dióxido de nitrógeno en Kabul, una sustancia peligrosa, registra un nivel de 52 partículas por millón (medida científica utilizada para determinar la contaminación), en tanto que la misma lectura en Estados Unidos muestra un nivel de 0,53 partículas por millón.
En los años 80, Kabul era una ciudad pintoresca con exuberantes paisajes verdes y aire limpio procedente de las montañas. Pero la guerra, el derrumbe de los servicios públicos y la explosión poblacional llevaron a la ciudad a sufrir una contaminación poco vista en el mundo.
Los principales culpables son los 900.000 vehículos que obstruyen las calles de la ciudad, sostuvo el subdirector de la NEPA, Muhammad Baheer. «Más de 90 por ciento de estos tienen más de 10 años». La mayoría de los habitantes no pueden comprar autos nuevos, y los viejos carecen de convertidores catalíticos (sistema que trata los gases de escape del motor antes de dejarlos libres en la atmósfera) y otros avances tecnológicos que limitan las emisiones dañinas».
Y los autos se trasladan por lo general sobre calles sucias y sin pavimentar, esparciendo gran cantidad de polvo que flota en el aire por días hasta la lluvia, lo que significa un gran peligro sanitario para los transeúntes.
Además, Afganistán importa combustible de muy mala calidad. Los gases generados por este combustible amontonan varios contaminantes en la atmósfera, incluyendo el plomo. Una investigación de la NEPA sobre una muestra de 200 personas elegidas al azar concluyó que 80 por ciento tenían altos niveles de plomo en la sangre.
«Yo sé que este combustible causa problemas en el aire. Mis ojos me queman al final del día, pero tengo que vivir de alguna forma», dijo Sayed Farhad, propietario de una gasolinera.
En el norte del país, el combustible procede de Turkmenistán, y en el oeste, de Irán. Los comerciantes importan el de más baja calidad para maximizar los beneficios. «La gente quiere hacer más dinero. No le presta atención a la vida de las personas. Sólo quiere beneficiarse», dijo Baheer.
En las noches donde Kabul queda a oscuras (la electricidad todavía es intermitente aquí) se propaga el uso de los generadores a diésel. La NEPA estima que más de 200.000 de esos aparatos funcionan en las noches, llenando el aire de más contaminantes.
Otro problema es la creciente población de Kabul. La ciudad fue diseñada para 500.000 personas, pero ahora tiene casi cinco millones, la mayoría de las cuales son refugiados que regresaron luego de que el Talibán fuera derrocado por Estados Unidos en noviembre de 2001.
Kabul produce casi 2.000 toneladas de basura sólida al día, cuando la capacidad para tratarla es de 400 toneladas, señaló Baheer.
Además, «Kabul es la única capital del mundo que yo conozca que carece de un sistema para las aguas servidas», añadió.
El problema es tan grande que el presidente Hamid Karzai ha formado un equipo especial para enfrentarlo. La NEPA lidera un grupo de ministerios para tratar las causas de la contaminación, comenzando con el combustible sucio importado.
El gobierno estudia la posibilidad de impedir la importación de combustible de baja calidad. Una delegación visitó el Ministerio de Petróleo de Turkmenistán, al que comprometió a colaborar de ese lado de la frontera.
También instalará estaciones de vigilancia para inspeccionar a todos los vehículos que ingresen y garantizar que cumplan los estándares de emisiones. «Luego, planeamos inspeccionar a los automóviles que ya están aquí en el país. Estudiaremos las emisiones y le pediremos a los propietarios de esos vehículos que los adapten», dijo Baheer.
La municipalidad de Kabul también lanzó una campaña contra otros contaminantes, como los ubicuos hornos a leña, usados en particular para la fabricación de pan. Funcionarios señalaron que más de 2.400 panaderías en la ciudad usan esos hornos.
Una solución más efectiva, según analistas, sería un completo programa urbano. Kabul hoy se expande, tiene alcantarillas abiertas, asentamientos ilegales, ocupantes, calles llenas de basura y tráfico agobiante que deja a muchas calles cerradas.
La ciudad no tiene un plan completo para asimilar a los millones de nuevos residentes, dijo Baheer.
Mientras, una de las vistas más comunes en las calles de Kabul es la de vendedores callejeros y guardias de seguridad con la nariz y boca tapadas con pañuelos.
«Si tuviera una lista de deseos, respirar aire limpio estaría en el primer lugar», dijo Zahori.
* Este artículo es parte de una serie producida por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales) para la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org). Excluida la publicación en Italia.