SIRIA-ISRAEL: Acuerdo en el horizonte brumoso

La posibilidad de un acuerdo entre Siria e Israel es cada vez más real. Mientras, sucede lo contrario en Palestina: la reconciliación entre las distintas facciones es esquiva y la paz con el Estado judío se desdibuja.

Hace varias semanas, Estados Unidos despachó a dos altos funcionarios a Damasco, en un claro indicio de deshielo inminente de las relaciones.

Washington retiró a su embajador de Siria en 2005 tras el asesinato del ex primer ministro libanés pro estadounidense Rafiq Hariri, del que se acusó a los servicios de inteligencia sirios.

Hariri fue dos veces primer ministro, de 1992 a 1998 y de 2000 a 2004.

Siria e Israel mantienen conversaciones indirectas, con la mediación de Turquía, desde el ataque israelí contra Líbano de 2006. Pero Damasco suspendió los intercambios en protesta por la sangrienta ofensiva israelí contra Gaza, del 27 de diciembre al 19 de enero.
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Hasta ahora, Washington trataba de desalentar las negociaciones entre sirios e israelíes. El ex presidente estadounidense George W. Bush (2001-2009) sostenía que Siria estaba muy cerca de lo que él denominó "eje del mal", integrado por Corea del Norte, Irán e Iraq.

Desde hace tiempo, los dos principales protagonistas de Medio Oriente, Estados Unidos e Irán, están distanciados por diferencias políticas y el apoyo que dan a sus aliados regionales, mediante el que fortalecen su táctica de "divide y triunfarás" mediante la cual aseguran sus intereses geopolíticos.

Washington expresó varias veces su preocupación por el fortalecimiento de la media luna chiita, que se extiende de Irán al Líbano, y la ambición de poder regional de Teherán.

La República Islámica es el principal aliado político de Siria. Además, ambos países financian, arman, entrenan y brindan apoyo político a numerosas organizaciones resistentes como el movimiento libanés chiita y pro sirio Hezbolá (Partido de Dios) y el palestino Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica).

Siria es un país sunita, pero bajo el presidente Bashar Assad, la mayoría de los gobernantes son alawita, corriente escindida del Islam chiita. Hamás también es sunita, pero su ideología es afín a la teocracia iraní.

Estados Unidos, por su parte, ha sido el principal partidario de Israel, al que apoya económica y militarmente desde hace décadas. Pero ofreció su ayuda a los países árabes hostiles o temerosos de Irán, incluidos Arabia Saudita, Egipto, Jordania y las naciones del Golfo Pérsico o Arábigo.

En el marco de la política de distensión, dispuesta por el presidente Barack Obama, Washington tantea a las autoridades sirias en su intento por comenzar a resolver los problemas sin recurrir a la confrontación.

El presidente sirio aplaudió la decisión de Washington de enviar a dos altos representantes a Damasco para reunirse con el canciller Walid Moallem y estudiar la forma de mejorar las relaciones diplomáticas.

Al comentar la actitud más conciliadora de Washington, el embajador sirio en Estados Unidos, Imad Mustapha, declaró que ese país "abandonó su idea de que Siria tiene que hacer esto y aquello".

Estados Unidos necesita a Siria. Ni las amenazas ni las intimidaciones lograron que se reconciliara con Israel. Al contrario lo empujaron a los brazos de Irán, lo que terminó por fortalecer a la media luna chiita.

Además de la influencia que Damasco pueda ejercer sobre Hamás y Hezbolá, un acuerdo de paz entre Israel y Siria sería un elemento de presión para que Líbano siga el mismo camino y el Estado judío deje de estar rodeado de vecinos hostiles.

Estados Unidos también necesita a Siria para que impida a insurgentes islámicos anti-estadounidenses cruzar la frontera con Iraq, lo que ahora no hace, según Washington.

Siria, por su parte, quiere que Estados Unidos levante las sanciones contra el régimen del Partido Árabe Socialista Baaz, que bloqueó las transferencias bancarias, las importaciones de productos tecnológicos y obligó a permanecer en tierra a muchos aviones por falta de repuestos.

Pero la principal prioridad para Siria es recuperar las Alturas del Golán, capturadas por Israel durante la Guerra de los Seis Días de 1967, para lo que Washington es fundamental.

Para el Estado judío la zona tiene una importancia estratégica y sólo consideraría su devolución a condición de que, primero, Siria cese el apoyo a Hamás y Hezbolá.

Además, hay más de 15.000 colonos israelíes en la zona y más de 70 por ciento de población se niega a un acuerdo. Israel depende del agua de las Alturas del Golán.

Pero las autoridades israelíes reconocen la importancia de un acuerdo con Siria porque no sólo socavaría la influencia de Irán en la región, sino que también eliminaría el apoyo económico y militar a las organizaciones resistentes.

Para Israel, un pacto significaría también abrirse a la región desde el punto de vista económico, diplomático y turístico. Siria, por su parte, recuperaría su territorio, tendría estabilidad a largo plazo, apoyo económico y una situación interna más estable y próspera.

Además, si decide abandonar la media luna chiita podría unirse al club sunita y obtener nuevo prestigio político entre países con ideologías afines. Esa posibilidad existe, pues Siria es laico y no un aliado natural del fundamentalismo islámico.

Pero para que eso ocurra, Siria tendría que redefinir su relación con Irán, y debe estar convencido de que es la opción correcta.

En ese punto, Turquía podría oficiar una vez más de mediador y, de hecho, ya se ofreció.

Con una población mayoritariamente musulmana, Turquía tiene muy buenas relaciones políticas, económicas y de seguridad con Irán, pero no está atado a una alianza política ni militar.

Las principales diferencias entre Israel y Siria quedaron resueltas en negociaciones anteriores. Pero el punto final y la implementación de un acuerdo, en especial el retiro israelí del territorio sirio, pueden demorar años en concretarse y probablemente deba hacerse en varias etapas.

Por último, para que el acuerdo de paz entre Israel y Siria sea exitoso es necesario que Estados Unidos participe de forma totalmente imparcial. Eso significaría, entre otras cosas, presionar a Israel para que haga las concesiones necesarias.

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