Miles de asiáticas emigran todos los años a los prósperos reinos de Medio Oriente para trabajar como empleadas domésticas, y muchas se encuentran con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y con un trato humillante.
"Se enteran de que son portadoras cuando se hacen el análisis para renovar el contrato", señaló Malu Marin, directora de la Iniciativa Acción por la Salud (por su acrónimo inglés Achieve), con sede en Manila, que integra una red de organizaciones no gubernamentales dedicas a asuntos migratorios.
"Es un análisis obligatorio que deben hacerse cada dos años, pero nadie les brinda asistencia" en el proceso, añadió.
"Cuando se descubre que tienen VIH (causante del sida) se notifica al empleador. A ellas las llevan a un centro hospitalario mientras se tramita su deportación", explicó en entrevista telefónica desde la capital de Filipinas. "Es para limitar sus movimientos".
"No les permiten salir. Las deportan sin que puedan recoger sus pertenencias ni cobrar lo que les deben", remarcó. Además, "les prohíben volver a trabajar a esos países".
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El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa Conjunto de las Naciones Unidas para el VIH/sida (Onusida) realizaron un estudio sobre los problemas de las trabajadoras de países como Bangladesh, Filipinas, Pakistán o Sri Lanka que emigran a Medio Oriente.
"Las mujeres se van a trabajar en condiciones laborales inseguras, viven circunstancias difíciles y suelen ser objeto de explotación sexual y violencia antes de ser deportadas, durante su estadía y cuando regresan a sus países", señala el informe "Vulnerabilidad frente al VIH de mujeres inmigrantes: de Asia a los países árabes", presentado el 9 de marzo en Manila.
"La casi absoluta carencia de atención médica y de protección social son factores que se combinan para dejar a las emigrantes asiáticas en una situación de alta vulnerabilidad frente al VIH", añade.
"No suelen tener acceso a asistencia legal ni a un resarcimiento, en especial en los países del Golfo" Pérsico o Arábigo, señala el documento, en alusión a estados como Barhein y Emiratos Árabes Unidos, estudiados por la ONU.
"Las portadoras de VIH sufren la deportación y, en sus países, discriminación y aislamiento social, sumado a la dificultad de encontrar otra forma de sustento", añade.
"Se registraron casos de empleadas domésticas con VIH en numerosos países con muchos emigrantes como Filipinas, Indonesia y Sri Lanka", añade. "En naciones con baja prevalencia del virus, como Bangladesh, Filipinas, Pakistán y Sri Lanka, ellas representan un gran porcentaje de las personas infectadas".
El estudio de la ONU surgió por la preocupación planteada por Pakistán en la asamblea anual de los países miembro de la Organización Mundial de la Salud (OMS), realizada en Ginebra en 2007.
Las naciones de Asia sudoriental están preocupadas por la creciente cantidad de personas que emigran a los países árabes y regresan con VIH.
"Pakistán se reunió en aquella oportunidad con vecinos de la región para discutir el asunto de la deportación de inmigrantes con VIH de Medio Oriente", dijo a IPS Marta Vallejo, una de las editoras del informe del PNUD y Onusida. "Es un asunto delicado en los países árabes".
La preocupación de las naciones asiáticas deriva de la significativa cantidad de divisas que reciben de las emigrantes, según el informe.
Filipinas recibió 2.170 millones de dólares en 2007 de personas que emigraron a los países árabes, según la ONU. "Las remesas enviadas a Sri Lanka ascienden a 3.000 millones de dólares".
Los bangladesíes de Emiratos enviaron a su país unos 804,8 millones de dólares en el último año fiscal, que terminó en julio, según el Banco de Bangladesh, es decir 7,4 por ciento de los 6.000 millones de dólares que llegaron a ese empobrecido país.
Hay unos 9,5 millones de extranjeros trabajando en los países del Consejo de Cooperación del Golfo, integrado por Arabia Saudita, Barhein, Emiratos, Kuwait, Omán y Qatar. De ellos, 7,5 millones son asiáticos, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
"Las emigrantes son mayoritariamente de Indonesia y se concentran en Arabia Saudita", indicó Manolo Abella, de la oficina de la OIT para Asia Pacífico. "Las de Sri Lanka representan 75 por ciento y las de Filipinas, 85 por ciento".
La razón de su vulnerabilidad en Medio Oriente es que el "trabajo doméstico remunerado no está amparado por leyes", explicó. "No pueden recurrir a la justicia cuando no les pagan su salario o violan sus derechos laborales".
En los casos en que el contrato les garantiza ciertos derechos, es casi imposible que accedan a los mecanismos de protección porque "están confinadas a las casas", remarcó. "Están totalmente sometidas a sus empleadores".
"Es extremadamente difícil para ellas defender sus derechos", concluyó. "Las empleadas domésticas tienen muy poco margen de acción".