LA GUERRA FRIA PASÓ A LA HISTORIA, EL ESTADO DE ALERTA NUCLEAR SIGUE PENDIENTE

Protestar contra la guerra y las armas nucleares no es un ejercicio de emotividad ni de autocompasión. Es la más alta expresión de la razón humana basada en un decidido compromiso con la dignidad de la vida.

En la búsqueda de la paz global y de estimular la discusión de varios asuntos críticos, he estado presentando anualmente desde 1983 una propuesta de paz. Este año, de nuevo, la concreción de un mundo libre de armas nucleares es un tema principal en mi propuesta.

Un primer paso crucial en este proceso es conseguir que Estados Unidos y Rusia mantengan lo antes posible una reunión cumbre sobre desarme nuclear.

El flamante Presidente Barack Obama afirmó durante su campaña presidencial: “Necesitamos trabajar con Rusia para que sea retirado el estado de alerta inmediato de los misiles balísticos estadounidenses y rusos y para reducir radicalmente nuestros arsenales de armas y materiales nucleares.”

Entretanto, el presidente ruso, Dimitri Medvedev, subrayó en octubre pasado la “importancia excepcional” que su gobierno le otorga a la conclusión de un nuevo y legalmente vinculante acuerdo ruso-estadounidense para reemplazar al tratado de reducción de armas estratégicas START 1, que expira en diciembre de este año.

Estados Unidos y Rusia poseen el 95% del arsenal nuclear mundial. Estos dos estados tienen la oportunidad histórica de establecer nuevos objetivos en la reducción de cabezas nucleares en el acuerdo que reemplace al START 1, de concretar un firme régimen de verificación y de iniciar conversaciones sobre el Tratado de Limitación de Material Fisible (FMCT). También es importante que Estados Unidos ratifique el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares (CTBT).

No debemos olvidar que el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT) no le otorga a los cinco estados poseedores de armas nucleares el derecho de retener indefinidamente su estatus especial. Previo consenso entre Estados Unidos y Rusia, se debería convocar regularmente a una reunión cumbre de esos cinco estados para discutir la cuestión del desarme nuclear, con la participación del Secretario General de la ONU, y con el cometido de trazar un mapa de ruta sobre medidas específicas en materia de desarme de acuerdo con el artículo VI del NPT.

Tales esfuerzos de buena fe por parte de los estados con armas nucleares son esenciales si se quiere restaurar la confianza en el NPT. Sólo entonces será posible sumar a los países que no integran el régimen del NPT y obtener compromisos en materia de desarme.

Junto a tales pasos, la comunidad internacional, a través de las Naciones Unidas, debería presionar para que se acuerde una Convención sobre Armas Nucleares (NWC) que establezca la meta de una prohibición de las armas nucleares, incluyendo su desarrollo y sus ensayos. El único medio efectivo para protegernos de la amenaza de las armas nucleares es el de abolirlas dentro de un marco legal.

Un modelo de NWC ha circulado ya como un documento de la ONU. En una acción sin precedentes para un Secretario General de la ONU, el año pasado Ban Ki-moon alentó a los gobiernos a considerar la aprobación de una NWC.

El apoyo público a la abolición de las armas nucleares está reuniendo impulso: una encuesta realizada en 2008 en 21 países, incluyendo a los estados poseedores de armas nucleares, mostró que el 76% de los encuestados favorecía un acuerdo para la eliminación de las armas nucleares. Ello es altamente significativo, así como lo fue la adhesión de la sociedad civil que condujo las revolucionarias campañas a favor del tratado para la prohibición de las minas terrestres y de la convención sobre las bombas de racimo en 1997 y 2008.

Es necesario que los pueblos del mundo se unan para “poner sitio” a la idea misma de fabricación y posesión de armas nucleares. La campaña Global Zero lanzada en diciembre de 2008 también se centra en la movilización de la opinión pública internacional para lograr la eliminación de esas horrorosas armas.

En 2007, el movimiento internacional budista SGI inició la campaña Década de los Pueblos para la Abolición de las Armas Nucleares, que incluye la creación de un DVD en cinco idiomas en el que se documentan las experiencias de los sobrevivientes de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. Basados en un compromiso con la seguridad humana, continuaremos desarrollando esta campaña en colaboración con otras organizaciones no gubernamentales activas en el campo del desarme.

El SGI ha estado efectuando campañas para la abolición de las armas nucleares durante más de medio siglo. Este movimiento, originado en Japón, el primer país en sufrir los máximos horrores provocados por las armas nucleares, afirma que ellas son una manifestación de los más oscuros impulsos de la naturaleza humanan y un mal absoluto que amenaza nuestro derecho colectivo a la vida.

Necesitamos a todos los niveles una revolución en la conciencia que avive nuestro amor por la humanidad si es que queremos derrotar al mito de que la seguridad puede ser construida sobre la amenaza de una masiva y quizás mutua destrucción.

El trayecto puede parecer largo y desalentador, pero debemos recordar que cada paso valiente que demos puede conducir a un proceso de transformación que cambie el curso de la historia. Yo exhorto a los pueblos de todo el mundo a que eleven sus voces contra las armas nucleares para desencadenar una marejada de diálogos a favor de la paz que definirán a nuestra época. Ésta es la senda más segura y más auténtica hacia la paz. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Daisaku Ikeda, filósofo y Presidente de la asociación budista Soka Gakkai Internacional (SGI) (www.sgi.org). Su propuesta de paz de este año está disponible en http://www.daisakuikeda.org/.

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