ISRAEL-PALESTINA: Disputas a punto de ebullición

Algunas diferencias clave entre israelíes y palestinos han llegado a un punto crítico. Pero aunque se resuelvan, el propio conflicto y la parálisis diplomática amenazan con prolongarse y con frustrar todos los esfuerzos por encarrilar el proceso de paz.

En las próximas dos semanas habrá deliberaciones sobre un canje de prisioneros entre Israel y el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) palestino, un cese del fuego tras la guerra en Gaza, el levantamiento del sitio israelí a ese territorio palestino y sobre los esfuerzos internacionales para reconstruirlo.

También habrá intensas gestiones para la formación de gobiernos de amplia base política, tanto en Israel como en la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

Muchos creían que la ofensiva israelí contra Hamás desbloquearía estas negociaciones, detenidas durante casi tres años. Pero, por el contrario, frustró hasta los esfuerzos regionales por la estabilidad.

El canje de prisioneros se refiere al soldado israelí Guilad Shalit, en poder de Hamás desde junio de 2006, por más de 1.000 prisioneros palestinos en cárceles israelíes, entre ellos cientos de condenados por atentados mortales contra el Estado judío.
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Varias semanas después de que Israel retiró sus fuerzas de Gaza, el primer ministro saliente Ehud Olmert condicionó repentinamente la conclusión de las negociaciones de un cese del fuego a un acuerdo de canje de prisioneros.

Pero la semana pasada, cuando Olmert declaró que su gobierno no cruzaría "líneas rojas" y se negó a someterse "a los reclamos de Hamás", la situación pareció experimentar un retroceso.

Entonces se produjo un intercambio de acusaciones sobre quién había saboteado el acuerdo. Cada parte amenazó con endurecer su posición. Luego, el fin de semana, el dirigente de Hamás Moussa Abu Marzouk sugirió que todavía había espacio para reanudar las negociaciones.

En ausencia de tal acuerdo, los palestinos, ansiando que se materialice el compromiso internacional para reconstruir Gaza tras su devastación durante la ofensiva israelí, quedaron a la espera de la apertura de los cruces de frontera a través de los cuales debe pasar la pesada maquinaria.

Y cada vez más, en ausencia de un cese del fuego, Israel, que se enfrenta con la amenaza de esporádicos cohetes de Hamás en las localidades del sur de su territorio, está comenzando a aceptar que la guerra no sólo no eliminó la amenaza del partido islámico sino que además fue inútil.

La táctica de Olmert de vincular el cese del fuego con las negociaciones sobre el canje de prisioneros, en gran medida buscó presionar a Hamás para que concluyera en acuerdo siendo él todavía primer ministro.

Olmert será reemplazado por el líder del derechista partido Likud, Benjamín Netanyahu, a quien se percibe como mucho menos proclive a la clase de concesiones que el actual gobierno decía estar dispuesto a hacerle a Hamás.

El colapso en las conversaciones diplomáticas mediadas por Egipto señaló que la estrategia de Olmert no había funcionado.

Sin embargo, ahora que Netanyahu todavía explora la posibilidad de recentrar su coalición incluyendo al Partido Laborista en vez de depender enteramente de la extrema derecha y de los partidos religiosos, Olmert, que debía abandonar su cargo, seguirá al frente dos semanas más.

La demora en la formación de un nuevo gobierno le da a Netanyahu la esperanza de que, tal vez, Hamás dé marcha atrás y el canje de prisioneros pueda concluirse antes del traspaso del mando.

A cambio, eso serviría para superar el punto muerto relativo al cese del fuego y el sitio a Gaza, cuestiones que le resultarían difíciles de impulsar a Netanyahu, quien está comprometido con el objetivo de librarse de Hamás.

La semana pasada parecía seguro que Netanyahu estaría listo para constituir una coalición derechista. Su repentino acercamiento al Partido Laborista y a su líder, Ehud Barak —actual ministro de Defensa de Olmert—, sugiere que el primer ministro designado quiere, al menos, crear la impresión de que sus políticas hacia los palestinos y hacia el mundo árabe no serán de choque.

Pero incluso si se resuelven los temas polémicos inmediatos —prisioneros, cese de fuego, sitio, reconstrucción—, unas negociaciones de paz significativas no estarán dentro de las posibilidades.

Del lado palestino, Egipto está comprometido en una importante campaña para convencer a Estados Unidos y a la Unión Europea de adoptar un enfoque más pragmático hacia Hamás, a fin de alentar un resultado positivo de las conversaciones de unidad entre ese movimiento y el moderado y secular Fatah.

Pero la propuesta inclusión de Hamás en la ANP no sería precisamente bienvenida en el gobierno de Netanyahu. Incluso en el peor escenario para que palestinos e israelíes solucionen sus respectivas agendas internas, el resultado final sería dos gobiernos de unidad, en cada uno de los cuales hubiera un importante componente que no reconociera al otro y que se opusiera férreamente a una solución de dos Estados.

Más allá de lo que Netanyahu haga o no haga, más allá de si Hamás y Fatah son capaces de reconciliarse, más allá de qué posición adopte la Liga Árabe en su inminente cumbre, por encima de todo hay un tema que prevalece en toda la región: ¿puede Estados Unidos contener la capacidad nuclear de Irán por medios diplomáticos?

El líder supremo de Irán, ayatolá Ali Jamenei, reclamó cambios políticos concretos de parte de Estados Unidos como precio para las nuevas relaciones entre los dos estados.

Pero en las próximas semanas y meses, la atención de toda la región se centrará en el resultado del ofrecimiento del presidente Barack Obama de "un nuevo comienzo" en las relaciones entre Estados Unidos e Irán…

El resultado de esta ofensiva diplomática —exitosa o fallida— determinará el destino de cualquier nueva iniciativa israelí-palestina o israelí-árabe.

Pero en las próximas dos semanas de todos modos será prioritario el eventual acuerdo para el canje de prisioneros.

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