Los israelíes comprenden cada vez mejor la posición de los palestinos en el conflicto que los enfrenta, pero la visión de muchos todavía está sesgada por la dicotomía «judíos buenos»-«árabes malos», advierte una encuesta.
El psicólogo político Daniel Bar-Tal, de la Universidad de Tel Aviv, y el investigador Rafi Netz-Zehngut examinaron la memoria colectiva de Israel, tanto formal como popular.
En otras palabras, analizaron la representación que el país se construyó de sí mismo en el pasado a través de documentos del gobierno, libros y manuales escolares, donde consta la explicación "oficial" de los acontecimientos.
Y, por el otro, analizaron los recuerdos, representaciones y relatos de esos mismos acontecimientos construidos en la mente de las personas.
El estudio concluye que existen elementos que permiten mantener viva la esperanza de paz. Entre otros, que las narrativas sesgadas y victimizantes comienzan a abrir espacio a perspectivas imparciales y críticas.
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El estudio, realizado en el verano boreal pasado, se inició con medio millar de entrevistas a judíos israelíes adultos.
Cuarenta y siete por ciento de los encuestados dijeron creer que los palestinos fueron expulsados en 1948 de territorio israelí, un porcentaje que supera al 40,8 por ciento que coinciden con la versión sionista tradicional: que abandonaron sus hogares por su propia iniciativa.
Al parecer, la Naqba (catástrofe), palabra con que los palestinos describen su expulsión del actual Israel, comienza a ser reconocido por cada vez más judíos israelíes.
Los libros de historia y algunos manuales escolares ofrecen información en la materia. "Tekuma", un programa especial de televisión sobre los primeros 50 años de Israel, le dedicó un espacio a la expulsión de los árabes.
Cuarenta y seis por ciento de los entrevistados consideran que la responsabilidad por el conflicto recae sobre judíos y árabes más o menos por igual, 43 por ciento creen que la mayor culpa corresponde a los palestinos, y 4,3 por ciento, a los judíos.
Nets-Zehngut destaca el avance de la sociedad judío-israelí. "Nos estamos apartando de la versión sionista y sesgada de los hechos, lo cual, en mi opinión, es la conclusión más importante del estudio", dijo el experto a IPS.
"Es sorprendente. Las sociedades suelen abandonar las versiones sesgadas de ese tipo sólo cuando el conflicto se resuelve. Y nosotros ya estamos cambiando nuestra perspectiva. Los judíos israelíes estamos yendo hacia las versiones críticas y, por lo tanto, hacia la paz, aunque aún no hayamos salido del medio del conflicto", agregó.
"El conflicto no es hoy lo que era hace 30 años", coincidió Bar-Tal. "No avanzamos lo suficiente hacia un acuerdo. Y la mayoría de los judíos israelíes aún tienen una versión simplista de los hechos. Pero hay una minoría crítica sustantiva en Israel capaz de mirar el espejo y de ver allí el otro lado de la historia", dijo a IPS.
Las viejas nociones, de todos modos, mantienen bastante fuerza en las mayorías. De los encuestados, 56,6 por ciento coincidieron en que el ex primer ministro Ehud Barak ofreció en 2000 un acuerdo de paz muy generoso al que el líder palestino histórico, Yasser Arafat, rechazó porque "no quería la paz".
Apenas 25,4 por ciento manifestaron que las dos partes eran responsables del fracaso, y tres por ciento afirmaron que Barak no había hecho concesiones suficientes como para que Arafat las aceptara. Dieciséis por ciento no arriesgaron una respuesta.
Cuarenta y cinco por ciento de los entrevistados sostuvieron que Arafat había planificado con anticipación la segunda intifada (revuelta popular contra la ocupación israelí), que estalló en 2000 tras una polémica visita del entonces líder opositor Ariel Sharon, luego primer ministro, a la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén oriental.
Apenas 25 por ciento consideraron que esa intifada fue consecuencia de resentimientos palestinos comprensibles, aunque ésa fue la interpretación del propio servicio de inteligencia oficial israelí Shin Bet.
Cuarenta por ciento de los encuestados ni siquiera sabían que a fines del siglo XIX los árabes constituían la mayoría abrumadora de la población del actual estado de Israel.
El estudio, según Bar-Tal, constata una falta generalizada de voluntad en grandes sectores de la población judía israelí a abrirse a información alternativa, a pesar de que ésta está fácilmente disponible.
Pero ninguna de esas conclusiones son sorprendentes, ni tampoco la aprobación de 81 por ciento de los encuestados a la guerra contra Gaza, dijo Bar-Tal.
"Pregúntenle a los belgas qué sucedió en Congo, a los estadounidenses qué les sucedió a los indígenas norteamericanos, a los franceses sobre Argelia o a los británicos qué hicieron en Kenia. Usualmente le insume muchos años a la gente afrontar la realidad", explicó a IPS.
La visión simplista de la mayoría de los judíos israelíes es consecuencia de vivir a diario con la amenaza del violento conflicto. Cada uno se construye una infraestructura socio-psicológica para facilitar la autopreservación. Eso, por un lado, resulta funcional para lidiar con el conflicto, pero, por el otro, lo alimenta.
Muchos israelíes no quieren admitir sus propias atrocidades, dijo Bar Tal
"Prefieren no admitir hechos que los ponen bajo una luz negativa. Por lo tanto, la memoria colectiva se vuelve una historia en blanco y negro, que glorifica a su propio bando y acusa y deslegitima al otro", sostuvo.
Una consecuencia es la aceptación de un "ethos de guerra", un bajo nivel de pensamiento crítico, la creencia en los valores tradicionales, alta identificación con el judaísmo y el apoyo a las acciones agresivas contra los palestinos.
Bar-Tal acotó que el sentimiento de victimización es una fuente adicional de violencia. "Esta sensación tan fuerte atraviesa de manera muy profunda la cultura y la tradición judía", sostuvo.
"Comienza con mil años de diáspora. El Holocausto, obviamente, agregó una parte muy importante a la identidad judía, basada sobre la victimización. Y ahora, en este conflicto, nos presentamos otra vez como víctimas, lo cual juega un papel muy importante en la psique israelí", dijo.
"Eso conduce a una mentalidad de asedio, a la falta de confianza en el mundo exterior, al temor a la venganza, a concentrarnos en nuestro propio sufrimiento y en la negación del sufrimiento de los demás", agregó.
El "ethos de guerra" y la victimización de los judíos israelíes alimenta un círculo vicioso de violencia. Tanto israelíes como palestinos están tan profundamente inmersos en la cultura del conflicto que tal vez les resulte imposible sortear los obstáculos psicológicos hacia la paz sin ayuda del mundo exterior, sugiere el estudio.
"El mundo debe participar más activamente en el proceso de paz", dijo Bar-Tal. "Después de la guerra en Gaza, la desconfianza y el odio crecieron tremendamente."
"Paradójicamente —concluyó—, éste es uno de los únicos logros de la guerra. Pienso que resulta muy difícil, si no imposible, alcanzar un acuerdo de paz por nuestros medios. No veo a nadie que hoy pueda evacuar a los colonos judíos de Cisjordania, a nadie entre nosotros que pueda convencer a israelíes o palestinos que el otro bando es honesto y digno de confianza."