Iglesias de Sudáfrica y Alemania cuestionan la globalización neoliberal en un proceso de discusión cuyas conclusiones quieren elevar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y distribuir entre sus congregaciones para que la «gente se haga responsable de lo que ocurre en su mundo».
La Alianza Reformada Mundial (ARM) adoptó en 2004 la Confesión de Accra, una crítica rigurosa al capitalismo neoliberal. El planeta y la humanidad están en crisis debido al principio neoliberal de que "la competencia desmedida, el consumo, el crecimiento económico ilimitado y la acumulación de riqueza es lo mejor para el mundo", reza el documento.
Sus supuestos son que "ser dueño de una propiedad privada no conlleva obligaciones sociales y que la especulación del capital, la liberalización y la desregulación del mercado, la privatización de los bienes públicos y de los recursos nacionales, la apertura sin condiciones a las inversiones extranjeras y a las importaciones, los bajos impuestos y el ilimitado movimiento del capital generaran riqueza para todos".
La Confesión de Accra ataca además al neoliberalismo por sostener que "las obligaciones sociales, la protección de pobres y desamparados, sindicatos y relaciones interpersonales quedan subordinadas a los procesos del crecimiento de la economía y la acumulación de capital".
También critica a la globalización neoliberal por "alegar que no tiene alternativa, reclamar el sacrificio sin fin a los pobres y de la creación". "Hace la promesa falsa de que puede salvar al mundo generando riqueza y prosperidad, reclama soberanía sobre la vida y exige lealtad total, lo que equivale a la idolatría", añade.
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Tras la adopción del documento en la capital de Ghana, la Confesión de Accra generó discrepancias entre las Iglesias.
A fin de crear un muto entendimiento al respecto, la Iglesia Unificadora Reformada de Sudáfrica y la Iglesia Evangélica Reformada de Alemania trabajan en lo que se conoce como el "proyecto de globalización".
La iniciativa de tres años se propone evaluar la mejor forma de socializar la comprensión de la globalización neoliberal a través de iglesias, congregaciones, sacerdotes y organizaciones de la sociedad civil a fin de que la gente común comience a hablar del asunto y asuma su responsabilidad.
La Confesión de Accra siguió un modelo adoptado por las iglesias reformadas negras de Sudáfrica. En 1982 adoptaron la Confesión de Belhar contra el apartheid, régimen de segregación racial impuesto por la minoría blanca en detrimento de la mayoría negra. Entonces el sacerdote y fundador del Frente Democrático Unido, Allan Boesak encabezó el proceso.
En el marco del proyecto de globalización, encabezado por Boesak y su contraparte alemán Johann Weusmann, vicepresidente de la Iglesia Evangélica Reformada, organizaron su segunda conferencia en la que teólogos, académicos y representantes de la sociedad civil presentaron documentos sobre el asunto.
Boesak, también director del proyecto en su calidad de profesor extraordinario del Centro Beyers Naudé de la Facultad de Teología, de la Universidad de Stellenbosch, Sudáfrica explicó a IPS el proyecto de globalización.
IPS: ¿La actual crisis económica es la comprobación de la advertencia que hicieron las iglesias en 2004?
Allan Boesak: La ARM previó algunas de estas cosas en 2004 y alertó de la situación. Hablamos de idolatría. Eso de actuar como si el mercado fuera Dios. Se habla de que el mercado "dicta" y de cómo va a "responder", como si fuera una suerte de deidad y como si todos estuviéramos a su merced.
Ahora vamos a demostrar que esa deidad tiene pies de barro. Las consecuencias del crac de los mercados financieros en Europa quedaron expuestas a la vista de todos.
La crisis financiera es el resultado directo del deseo ilimitado del capitalismo global de no ser regulado. Es el llamado libre mercado, ese sustento básico que dice que el mercado dicta todo. Las personas y sus necesidades no cuentan. El mercado responderá.
Se dice que hará esto y aquello. Eso es lo que llamamos idolatría en 2004. Las demandas del capitalismo impusieron casi esclavización en los últimos años.
IPS: Hablemos del proyecto de globalización y de las ideas que lo sustentan.
AB: La ARM es sensible a cuestiones de justicia e injusticia y a lo que tiene que ver con nuestra responsabilidad en el mundo sobre diferentes asuntos y en distintos niveles. Así que empezamos a pensar en este fenómeno llamado globalización dirigido por el capital global.
¿Qué decimos respecto de la guerra y la paz, del papel de la Iglesia sobre la llamada guerra contra el terrorismo? ¿Qué pasa si todo el mundo se inclina hacia la militarización? Pues bien, para los países en desarrollo es muy simple. Cada dólar gastado en armas significa no poder invertir en salud, educación, creación de empleo y llevar comida a la mesa
Las consecuencias de ello en los últimos años son horrendas. No hay forma de describirlas. Las iglesias levantan la voz para denunciar que muy pocas personas se benefician de la globalización, unos pocos países del Norte.
En las naciones en desarrollo se beneficia una elite, pero las masas son cada vez más pobres. La brecha entre naciones ricas y pobres se profundizó y lo mismo ocurrió en países pobres como Sudáfrica.
IPS: ¿Sobre qué asuntos han deliberado? ¿En qué punto están ahora?
AB: Discutimos el extraño fenómeno de que la Unión Europea, en tanto que bloque de países poderosos y ricos del Norte, mantiene negociaciones comerciales con Sudáfrica, uno a uno, y lo llaman "bilateral".
Tiramos sobre la mesa asuntos como que los mercados financieros solían gobernar el mundo y que colapsaron desde que comenzamos el proyecto. Hablamos de la militarización mundial, del impacto de la globalización sobre cuestiones de género. En eso estamos.
Los defensores de la globalización dicen: "es como un tsunami. No lo puedes detener. Los gobiernos casi no tienen poder". El de Sudáfrica, por ejemplo, "no tiene poder" porque basta con que las corporaciones trasnacionales amenacen con retirar sus inversiones y cerrar fábricas.
Pero descubrimos que eso no es verdad. Es decir, en una democracia, la ciudadanía no carece de poder.
Lo decepcionante es que estamos a mitad de camino y descubrimos muchas cosas que no podemos atender por falta de tiempo, pero que son fundamentales. Por ejemplo, no podemos discutir sobre un asunto tan importante como el papel de la religión en todo esto.
IPS: ¿Cuáles son las alternativas?
AB: La Iglesia comienza a comprender que el capitalismo neoliberal no es lo que pretende ser. No es un punto de inflexión histórico e inamovible y respecto del que no se puede hacer nada.
Empezamos a comprender que, si es cierto que podemos reclamar nuestro espacio democrático en nuestros países, donde vivimos y trabajamos, quiere decir que podemos ayudar a nuestro pueblo a entender cómo cambiar la situación, ya sea mediante protestas, educación, leyendo la prensa con ojo crítico o reuniéndonos como iglesias.
IPS: ¿Qué ocurrirá de aquí en más con el proyecto?
AB: Si sigo y el proyecto sale adelante, el informe final será distribuido no sólo a nuestras dos iglesias sino a la ARM y a todos sus miembros el año que viene.
Le preguntamos al arzobispo Desmond Tutu y él dijo que sí. Es una buena idea entregárselo al grupo The Elders (integrado por políticos influyentes como Nelson Mandela que deliberan sobre problemas de actualidad), que él preside y, a través de ellos, tenemos esperanzas de llegar a la ONU.
La idea es poder llevar el documento al foro mundial y mostrar la respuesta de las iglesias a este desafío a nuestra responsabilidad como ciudadanos del mundo respecto de lo que ocurre en y a nuestro planeta y a la población mundial.