POLÍTICA-ISRAEL: El que se distraiga primero…

Un indiscreto susurro seguido de una nota garabateada a las apuradas antes de una reunión del gabinete ministerial puso al descubierto la profunda parálisis política que aqueja a Israel desde las elecciones de la semana pasada, pero cuyas consecuencias lo exceden.

El primer ministro Ehud Olmert susurró a la canciller Tzipi Livni, ambos del centrista Kadima, que pretendía comenzar la reunión con una declaración pública a favor de la formación de un gobierno de unidad en torno a su partido y al derechista Likud, que quedaron cabeza a cabeza en los comicios del 10 de este mes.

Al darse cuenta de que los micrófonos ya estaban prendidos, Livni, enojada, le respondió por escrito: "No tengo ningún interés en formar un gobierno de unidad encabezado por Netanyahu, ni lo insinúes". El intercambio fue difundido por los noticieros centrales.

Quién va a parpadear primero fue la pregunta subyacente del susurro y de la nota: ¿Livni o Benjamin Netanyahu, del Likud? Ambos están en pugna para tener la primera oportunidad de formar la coalición que gobernará Israel los próximos cuatro años.

El presidente de Israel, Shimon Peres, debe decidir quién tendrá la primera oportunidad para formar la coalición gobernante.
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El incidente dejó al descubierto los entretelones del pertinaz proceso de negociación política, cuyo inesperado rumbo hace que todavía no se sepa quién gobernará el país.

Kadima obtuvo 28 de los 120 escaños de la Knesset (parlamento) y el Likud 27. Pero la gran cantidad de votos que tuvo la derecha parecen dejarle a Netanyahu la posibilidad de conformar una mayoría capaz de gobernar.

Livni y Netanyahu son como dos jugadores de póquer, dijo el analista político Yossi Verter en el periódico Haaretz, "ambos se estudian y saben que el otro no tiene buenas cartas".

Aun sin tener una buena mano, Livni muestra una inesperada capacidad de juego. La canciller se mantiene firme en que, como su partido obtuvo una ligera ventaja sobre el Likud, ella es la que merece tener la luz verde de Peres para formar la coalición gobernante.

Incluso invitó a Netanyahu a unírsele. Además se opone a la idea de que el Kadima integre un gobierno de la edad de piedra, encabezado por el líder de Likud e integrado por los partidos nacionalistas, extremistas y religiosos.

La debilidad de la apuesta de Livni es que, sin el Likud, no puede alcanzar una mayoría para formar una coalición viable.

Netanyahu, por su parte, se jacta de ser el único capaz de poder formar un gobierno, aun sin ella.

Pero su juego no es tan fuerte. No tiene ninguna seguridad porque sus pequeños aliados, en especial el partido de extrema derecha Israel Beiteinu ("Israel, nuestra casa"), de Avigdor Lieberman, se niegan a formar fila detrás de él.

Otra complicación es que su intención de robarle a Kadima varios ex destacados políticos del Likud se frustró dado que tampoco lleva las de ganar.

Lieberman, disfrutando de unas oportunas vacaciones en Minsk, Belarús, tiene la fórmula para resolver el enigma, dijo el analista Hanan Crystal a la Radio Israel.

El líder de Israel Beiteinu "se niega rotundamente a coronar a Netanyahu", afirmó Crystal. "Si decide coserse la boca por el bien de un gobierno de unidad, el Likud no podrá hacer otra cosa que aceptar que a los dos años cambie el primer ministro, pero Netanyahu prohibió toda mención a la temeraria palabra rotación", explicó.

En 1984 y 1989 se formó una coalición pareja entre Likud y el Partido Laborista y la figura de primer ministro debió rotar a los dos años.

El desesperante juego de póquer puede no terminarse esta semana cuando el presidente reciba las recomendaciones de los legisladores sobre quién puede formar primero la coalición de gobierno.

Peres, incluso, puede llegar a suspender su decisión y urgir a Netanyahu y a Livni a ponerse de acuerdo en una fórmula aceptable para ambos.

Lo único que se sabe es el plazo que tiene para hacerlo. La persona designada tendrá que formar una coalición en 42 días.

La incertidumbre política impulsa al saliente gobierno israelí hacia otro "quién parpadeará primero"; esta vez con Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica).

El gobierno de Olmert dio marcha atrás a sus reivindicaciones y decidió, de forma repentina, condicionar todo acuerdo de cese del fuego, mediado por Egipto, al demorado intercambio de prisioneros.

Hamás siempre insistió en que ese asunto y lo que el movimiento islámico considera un elemento clave de un acuerdo de alto el fuego, la reapertura de los cruces fronterizos con Egipto e Israel, se negocien por separado.

Olmert sorprendió al anunciar el fin de semana que Israel no firmará un acuerdo de cese del fuego ni accederá a la reapertura de fronteras a menos que el soldado israelí Gilad Shalit, secuestrado en junio de 2006, sea liberado. Hamás, por su parte, reclama que Israel libere a 1.000 palestinos.

El gabinete ministerial israelí decidirá este miércoles los términos del cese del fuego y del intercambio de prisioneros, confirmó la oficina de Olmert.

Pero su intento de presionar a Hamás puede generar aún más incertidumbre, de haber una contraoferta del movimiento islámica ante la cual no pueda dar marcha atrás.

Israel apuesta a que Hamás "está desesperado" por abrir las fronteras porque de no lograr pronto un acuerdo, puede no ocurrir más en caso de que Netanyahu encabece un gobierno intolerante.

El líder del Likud puede quedar de rehén de sus aliados de extrema derecha que se han opuesto en reiteradas ocasiones a todo acuerdo semejante a un cese del fuego con Hamás.

En este multifacético juego de póquer es posible que el hecho de que todos los partidos dependan de los otros contribuya a desenmarañar el complejo nudo gordiano de la conformación de una coalición gobernante y de un acuerdo de paz. Pero puede que no.

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