ISRAEL: Augurios de boicot rebotan desde la cancha de tenis

Deporte y política no juegan en canchas separadas. Al menos eso es lo que piensa el primer ministro saliente de Israel, Ehud Olmert. Y muchos de los que rechazan las políticas del estado judío en todo el mundo podrían actuar en consecuencia.

Las primeras palabras que pronunció Olmert al abrir la sesión del gabinete esta semana fueron: "Quedé estupefacto al enterarme de que (el tenista) Andy Ram quiere jugar en Dubai. Alguien debería aconsejarle que muestre patriotismo y solidaridad. Debió boicotear el torneo."

El gobernante se refería a la decisión de Emiratos Árabes Unidos de impedir "por razones de seguridad" la participación de la tenista Shahar Peer en el torneo femenino de Dubai, que se realizó la semana pasada.

Ram, experto en dobles, se dispone a jugar esta semana en el torneo masculino que comenzó el lunes. Al parecer, el gobierno de Emiratos le concedió la visa de ingreso a causa del escándalo que se desató en la Asociación de Tenis Profesional por el veto a Peer.

A Israel le complació que la Asociación de Tenis Femenino (WTA, por sus siglas en inglés) multara a los organizadores del torneo en Dubai con 300.000 dólares, y que periodistas deportivos y hasta rivales de Shahar Peer cuestionaran la decisión de Emiratos.
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Dubai se promueve como potencia deportiva emergente. El torneo de tenis del emirato es uno de los principales del mundo. Sus organizadores insistieron en que el veto a Peer no constituía discriminación contra ella por ser israelí, pues lo atribuyeron a la posibilidad de que a los "fanáticos pueda no agradarle su presencia".

Atletas israelíes sufrieron las consecuencias de la guerra en Gaza. Un fanático turco interrumpió violentamente un partido de basketball en Ankara entre un equipo local y otro de Israel.

La alcaldía de la ciudad sueca de Malmo anunció que en los partidos de tenis entre los equipos de Israel y Suecia por la próxima Copa Davis "no habrá espectadores por razones de seguridad".

En su arrebato, Olmert dejaba en evidencia una sensación generalizada en Israel: las "preocupaciones de seguridad" de los organizadores de un torneo deportivo parecen apenas la punta del iceberg, en un contexto de rechazo internacional al ataque contra Gaza y mientras espera para asumir un gobierno de extrema derecha, opuesto a la creación de un estado palestino.

Ni el predicamento de los atletas israelíes ni los dilemas que la política de Israel despierta en las instituciones a cargo de las competencias de cualquier disciplina se disolverán repentinamente en beneficio del "amor por el deporte".

Olmert tal vez esté viendo cómo se acerca una pelota muy alejada del campo de juego. El primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, anunció que el gobierno podría prohibir a la selección de cricket jugar en Zimbabwe en julio, tanto por "razones políticas" como por "los riesgos de seguridad y de salud" para los deportistas.

"Francamente, no apoyamos al régimen del presidente Robert Mugabe", declaró Key.

¿Qué sucedería si algún país, e incluso aliados tradicionales de Israel, ven con desagrado al próximo "régimen" y consideran que sus políticas son insostenibles?

Una campaña de boicot a Israel gana terreno en Gran Bretaña y otros países europeos. Sus impulsores llaman a rechazar cualquier cosa que proceda del estado judío, sean flores o visitas de académicos. Su intención es convertir a los israelíes en parias internacionales para promover un cambio en sus políticas hacia los palestinos.

El boicot deportivo más efectivo fue el que contribuyó a la caída del apartheid, el régimen de segregación racial institucionalizada en perjuicio de la mayoría negra que imperó en Sudáfrica hasta 1994.

Esa campaña se justificaba en el carácter racista de la selección de los deportistas que representaban al país y en la intención de no dar legitimidad al régimen.

En contraste, quienes rechazan el boicot a Shahar Peer insisten en que la tenista es una profesional que se representa a sí misma y que su nacionalidad es un detalle.

Pero el deporte no es tan crucial para la vida cotidiana de los israelíes como lo era para la Sudáfrica blanca. Y tampoco hay en este país discriminación abierta contra los deportistas árabes.

Hasta ahora, Israel se las ha arreglado para desalentar cualquier propuesta de boicot gracias a su política ambigua hacia los palestinos (mantiene ocupados sus territorios mientras acepta su derecho a un estado propio) y a los propósitos también ambiguos de quienes proponen esas acciones (deslegitimar las acciones israelíes o al propio estado judío).

La recién concluida campaña electoral israelí giró alrededor de la consigna del partido antiárabe Israel Beiteinu: "Sin lealtad no hay ciudadanía."

La frase apunta contra la minoría árabe israelí. Si este principio se pone en práctica, podrían registrarse casos de verdadera discriminación contra deportistas árabes.

A su vez, si un gobierno encabezado por el líder del conservador partido Likud, Benjamín Netanyahu, persiste en negarse a la creación de un estado palestino y cae en prácticas como las del apartheid sudafricano, recrudecerían los llamados a un boicot, sea en materia de deportes o de cualquier naturaleza.

Los críticos del inminente gobierno derechista creen, cada vez más, que la responsabilidad será del propio Israel. Las políticas de Netanyahu podrían dar impulso a cualquier boicot, y no sólo en la cancha de los deportes.

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