ELECCIONES-ISRAEL: De capa caída

Poco más de una semana antes de las elecciones, los israelíes tienen el ánimo por el suelo. Los propios candidatos alimentan el pesimismo, al atacarse unos a otros con evaluaciones deprimentes de los desafíos futuros.

"Después de todo, no tenemos más opción que tomar el camino del enfrentamiento. ¿Para qué debemos prepararnos más que para un desastre?", anotó en su columna del diario Haaretz el periodista Doron Rosenblum, resumiendo en una frase cruda el estado de ánimo del público.

La ciudadanía no percibe el fin del conflicto con los palestinos y el mundo árabe. Esa perspectiva resta eficacia a los ataques de los partidos gobernantes, el centroderechista Kadima y el centroizquierdista Laborista, al belicismo del conservador Likud, que domina las encuestas de intención de voto aliado con grupos de extrema derecha.

"No importa", sostuvo Rosenblum, "si Bibi (Benjamin Netanyahu, líder del Likud) gana las elecciones. La ‘agenda Bibi’ ya ganó, y por lejos."

Por primera vez desde el fin de la guerra contra el territorio palestino de Gaza hace dos semanas, la cantidad de cohetes lanzados desde allí al sur de Israel superó el domingo el promedio de antes del comienzo de la operación, el 27 de diciembre.
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Los proyectiles también golpearon objetivos, incluida la ciudad de Ashkelon sobre el mar Mediterráneo, que no habían sido alcanzados antes de la ofensiva de tres semanas que lanzó Israel contra Hamás (acrónimo en árabe del Movimiento de Resistencia Islámica).

Para la opinión pública, la disuasión, principal objetivo del ataque militar de Israel, se vio neutralizada. Según una encuesta realizada el fin de semana por el Canal 10 de televisión, existe paridad entre los israelíes consultados que evaluaron la guerra como un "éxito" y quienes lo niegan.

La represalia de la fuerza aérea israelí, en especial contra los túneles que unen la franja de Gaza con Egipto y por los que circulan armas y personas, no ayudó mucho a revertir la opinión de quienes consideran que la guerra no cumplió su objetivo.

El pesimismo se profundizó tras el enfrentamiento de los líderes de los dos partidos gobernantes sobre cuál es la mejor forma de responder a las provocaciones de Hamás.

El primer ministro israelí Ehud Olmert y su sucesora en el partido Kadima, la canciller Tzipi Livni, reclamaron una represalia enérgica. En palabras del primero, "una respuesta desproporcionada".

Por su parte, el ministro de Defensa, Ehud Barak, líder del Partido Laborista, rechazó los enfoques más agresivos. "En tiempos electorales hablan muchas personas que nunca tomaron un arma y no entienden las condiciones bajo las cuales debemos actuar y cuándo es necesario contenerse", dijo.

Dolida por esas declaraciones, a las que sus seguidores calificaron de "puro machismo", Livni replicó: "Necesitamos aplicar mucha fuerza. No hay razón para esperar".

En la reunión de gabinete del domingo, el jefe de inteligencia militar, Amos Yadlin, subrayó que "pese al fanfarroneo de Hamás", la guerra sirvió para disuadir al movimiento. "Comienzan a entender" la dimensión del golpe recibido, sostuvo.

Barak llevó a otro frente la idea de que la capacidad de disuasión de Israel había sido restaurada al advertir al pro iraní y libanés Partido de Dios (Hezbolá) de abstenerse de correr un riesgo mayor con ataques a objetivos israelíes en el exterior.

Incluso se recomendó a los viajeros israelíes tomar precauciones por temor a que Hezbolá pretendiera vengar el asesinato hace un año de su líder militar Imad Mughniyeh.

"Ellos saben que no vale la pena", declaró Barak este lunes a una emisora de radio israelí.

El gobierno israelí trata de revertir otro "fracaso" sentido de la guerra.

Casi la mitad de los encuestados que consideraron que el enfrentamiento "no fue un éxito" alegaron que no se logró liberar al soldado israelí Gilad Shalit, secuestrado por Hamás hace dos años y medio. El movimiento islamista sostiene eso depende de que Israel haga lo mismo con los 1.000 palestinos que mantiene prisioneros.

La salvación del gobierno israelí depende de que Egipto logre que un amplio acuerdo de cese del fuego entre Hamás e Israel.

Hamás trata de mostrar que la guerra no afectó su poder, pero el gobierno israelí anticipa que la tregua permitirá que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, del secular partido Fatah, vuelva controlar el paso hacia la franja de Gaza.

Una de las cláusulas del acuerdo promovido por Egipto estipula que la ANP controle el cruce de Rafah siguiendo el tratado de 2005, tras el retiro unilateral de Israel de la franja de Gaza. Pero todavía no queda claro el papel de Hamás.

Pero cualquier acuerdo de alto al fuego que incluya el rearme de Hamás o la reapertura de la frontera para personas y mercancías no logrará cambiar el ánimo del electorado israelí.

Netanyahu simplemente convenció a muchos con el argumento de que nunca se debió abandonar Gaza sin "purgarla" de Hamás.

Que El Cairo logre, o no, un acuerdo antes de las elecciones israelíes del 10 de febrero es un hecho que no cambiará el ánimo de la población.

Las encuestas divulgadas en la prensa el fin de semana estiman que el partido Likud y sus aliados religiosos de extrema derecha obtendrán entre 65 y 70 asientos del Knesset (parlamento) de 120 escaños.

La mayoría de los israelíes se sienten rehenes de varios hechos, pese al devastador ataque lanzado por Israel contra Hamás.

Sienten que dependen de las políticas del movimiento islamista, de las acciones de su propio gobierno en tiempos electorales y de un razonamiento generalizado que determina el manejo del conflicto con los palestinos, pero no su resolución, que excederá el mandato de las autoridades que están por poner al frente de su país.

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