Las urnas no resolvieron en Israel la paridad entre el centroderechista Partido Kadima y el derechista Likud indicada en las proyecciones previas a las elecciones generales del martes. Ahora será el complejo sistema de alianzas el que decidirá quién gobernará en los próximos cuatro años.
La ligera sorpresa fue que los electores prefirieron por un estrecho margen a la candidata de Kadima, la actual canciller Tzipi Livni, frente a su contrincante del Likud, el ex primer ministro Benjamin Netanyahu (1996-1999).
Netanyahu tuvo menos votos, pero con seguridad será otra vez primer ministro de Israel gracias a las alianzas que forje, lo cual le dará seguramente una ventaja, pequeña pero mayoría al fin en los 120 escaños de la Knesset (parlamento).
"No perdamos la perspectiva del hecho de que en la derecha aumentamos nuestro poderío entre 10 y 12 por ciento. Ese es el ánimo de la población", sostuvo Moshe Yaalon, un ex jefe del Estado Mayor con posibilidades de ser el próximo ministro de Defensa si Netanyahu decide formar un gobierno inclinado hacia la extrema derecha.
El incierto resultado de las negociaciones para las alianzas de gobierno mantiene en suspenso los esfuerzos tendientes a relanzar las negociaciones de paz con vistas a un acuerdo definitivo en el conflicto palestino-israelí y uno más amplio árabe-israelí.
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Tras conocerse los primeros resultados, el jefe palestino de las negociaciones Saeb Erekat declaró: "el pueblo israelí se decidió por la parálisis política".
El escrutinio primario finalmente le dieron a Kadima 28 asientos parlamentarios, uno más que el Likud.
El otrora fuerte Partido Laborista, de centroizquierda, quedó cuarto, con 13 escaños, detrás del ultraderechista Israel Beiteinu, de Avigdor Lieberman, por dos asientos.
En las semanas previas a los comicios, las encuestas le daban a esa agrupación antiárabe 20 asientos en el parlamento. Pero los votantes tradicionales del Likud parecen haber optado a último minuto por quedarse con Netanyahu.
Pero no fue suficiente.
Netanyahu empezó la campaña con una mejor posición y siguió liderando las intenciones de voto aún tras la guerra de Israel contra Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica) en el territorio palestino de Gaza, del 27 de diciembre al 18 de enero, cuando ambos declararon, de forma unilateral, el cese del fuego, aunque siguieron cayendo cohetes en territorio israelí.
El líder del Likud estaba totalmente seguro de que sería el próximo primer ministro, y al parecer será así. Él será quien probablemente podrá formar primero una nueva coalición de gobierno, aunque de una forma algo decepcionante para sus partidarios.
En cuanto empezaron a aparecer los primeros resultados en la televisión, al cierre de las urnas a las 20:00 hora GMT, políticos y especialistas lanzaron la ajetreada lucha para conformar las posibles nuevas coaliciones.
"Seré el próximo primer ministro de Israel", declaró Netanyahu, quien llamó directamente a los otros integrantes del "bloque nacionalista", todos los partidos a la derecha del Likud y los religiosos ortodoxos, a cerrar filas tras él, aun cuando Kadima venía sacando más escaños.
En los papeles parece que el ex primer ministro está en condiciones de encabezar una pequeña mayoría de extrema derecha.
Netanyahu cuenta con que la actual ventaja de la derecha sobre Kadima y la centroizquierda se mantenga, contando incluso los nueve asientos que tendrían los partidos mayoritariamente árabes, lo que le permitiría empezar antes a formar la nueva coalición.
El Likud también espera obtener uno o dos asientos más tras el conteo de los votos de los soldados.
Por su parte, los más conservadores de Kadima sostienen que la desilusión por el apoyo recibido por Netanyahu "puede dar impulso a un nuevo escenario político", en caso de que su partido logre mantener la ligera ventaja al término del recuento de votos. Livni declaró que instaba al líder del Likud a unir fuerzas para crear un gobierno de unidad nacional.
Israel Beiteinu obtuvo muchos menos votos que lo que daban las encuestas, pero sigue siendo un actor importante. Su concepción es similar a la del Likud, pero resultó ser bastante inconformista para sorpresa de todos. Y Livni cuenta con eso. Pero es un hilo muy fino.
El presidente de Israel, Shimon Peres, es quien decide qué candidato puede formar la nueva coalición, por recomendación de los diferentes partidos.
Lo irónico es que en los comicios de 1984, Peres estuvo en el mismo aprieto cuando, como candidato del Partido Laborista, triunfó sobre el Likud. Pero entonces, la mayoría de los legisladores recomendaron que el líder de esa agrupación, Isaac Shamir, tuviera primero la posibilidad de formar la coalición gobernante.
Los partidos darán su sugerencia al jefe de Estado dos semanas después de pronunciados los resultados oficiales de las elecciones generales. Y hay varios escenarios posibles.
Primero: Netanyahu logra reunir el apoyo suficiente para formar un gobierno de extrema derecha, sin Kadima.
Segundo: El ex primer ministro abre el espectro político y decide incluir a Kadima y al Partido Laborista, en vez de unirse a sus aliados de derecha. Pero se resistirá a renunciar a la mayoría del Likud en una coalición de ese tipo.
Tercero: Es menos probable que Peres se decida por Livni, en caso de que uno o más de los partidos de derecha dejen de recomendar a Netanyahu, y ella logre formar una amplia coalición con Kadima en el centro, y quizá incluyendo al Likud, al Laborista y a los partidos religiosos.
Por último y menos probable es que Kadima y el Likud formen una coalición pareja con un primer ministro rotativo, como ya lo hizo éste último con el laborismo en 1984 y 1988.
Cualquiera sea el resultado de la lucha política de las próximas semanas y, pese al sorprendente apoyo dado a Livni, no hay que equivocarse acerca de qué partido ocupará el centro del poder, el Likud.
"Es una oportunidad histórica para revertir la política israelí de los últimos años, caracterizada por ceder y capitular ante el terrorismo", sostuvo Benny Begin, ideólogo de línea dura e hijo de Menachem Begin (1913-1992), el primer dirigente del Likud en ser primer ministro.
Eso forma parte del sueño de renacimiento del Likud de tener un gobierno fuerte que mantenga con firmeza todos los asentamientos y no se comprometa con los palestinos. La cuestión es si Netanyahu será rehén de esa aspiración.