ELECCIONES-ISRAEL: ¿A quién felicitar?

Tanto Benjamin Netanyahu, del partido derechista Likud, como Tzipi Livni, del centrista Kadima, continuaban atribuyéndose la victoria electoral en Israel 48 horas después de los comicios generales.

El resultado del martes fue casi un empate, en términos de votos y de escaños obtenidos. Esto se confirmó cuando se anunciaron los resultados finales, este jueves de noche: Kadima obtuvo 28 asientos en la Knesset (parlamento) y el Likud, 27.

Los números fríos muestran un importante viraje hacia la derecha favoreciendo a Netanyahu y a sus aliados. Muy probablemente eso signifique que el líder del Likud podrá formar una coalición viable.

Así que la lucha por ganarse a la derecha para formar una coalición deja la impresión de que la campaña electoral continúa. Kadima mantiene una ventaja de un escaño sobre el Likud, pero hay un solo ganador, y no es Livni.

En la política israelí, el triunfador es el que logra armar el gabinete de gobierno y su respaldo parlamentario. Y ése, casi definitivamente, será Netanyahu.
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Livni continúa manifestando sin pausa que hará todos los esfuerzos para contar con el consentimiento del presidente Shimon Peres a fin de que le dé la primera oportunidad de formar un gobierno de coalición.

La líder de Kadima corteja al partido Israel Beiteinu, abiertamente antiárabe, en su apuesta por frustrar a Netanyahu, que en los papeles comanda una sólida mayoría de derecha, con un respaldo de 65 escaños.

Livni también intensificó la retórica contra su adversario este jueves. "Yo también puedo montar una coalición que esté unida en torno al proceso de paz. Netanyahu no quiere eso, y no podría hacerlo aunque quisiera", aseguró.

El líder del Likud sigue diciendo que está "absolutamente seguro" que será él quien forme el próximo gobierno. La incertidumbre radica en cuáles partidos lo acompañarán.

Netanyahu afronta dos opciones: su corazón o su razón. Lo que elija determinará si se le puede poner la tapa al caldero de Medio Oriente. O si simplemente seguirá revolviendo hasta que se desborde.

El aliado más fuerte de Netanyahu es Avigdor Lieberman, líder de Israel Beiteinu, quien ha formulado varias condiciones para unirse a cualquier coalición. Éstas son todavía más ominosas, porque la política israelí está atada por el sistema de representación proporcional absoluta, que siempre requiere una coalición de varios partidos.

El Likud ganó menos de un cuarto de los votos. Sus potenciales socios de coalición son los partidos más pequeños.

En teoría, Netanyahu tiene suficientes pretendientes en su familia ideológica para formar una coalición propia. Sin embargo, con el Likud como su flanco izquierdista, semejante gobierno será el más extremista de la historia de Israel. Y él lo sabe.

En su mente, ya tiene claro que se enfrenta con dos formidables desafíos: la amenaza iraní —desde Gaza, desde Líbano, desde el propio Irán— y la crisis económica mundial. La forma en que los abordará estará determinado por los miembros de su eventual coalición.

Los miembros de la familia del Likud se ven ante "una oportunidad histórica" de revertir las políticas de "capitulación" de los últimos años, de poner fin al "infinito ceder frente el terrorismo".

Para ellos, un gobierno derechista duro presagia el renacimiento del viejo sueño del Likud de un "Gran Israel", de mantenerse firme en relación a todos los asentamientos, de no acordar con los palestinos, de no hacer concesiones sobre tierra ocupada.

El dilema de Netanyahu es: ¿debería permitirse a sí mismo abrazar el sueño del Likud sin convertirse en su propio rehén? El candidato bien puede estar preguntándose si ésta es realmente la victoria con la que soñó.

Los leales a Netanyahu dicen que él sabe que debe resistirse a la tentación, rechazar los enfrentamientos y formar un gobierno que, desde su punto de vista, pueda mejorar la seguridad nacional.

Si Kadima termina cediendo ante Netanyahu y asume que, pese a haber salido primero, aterrizó segundo, es improbable que esto altere el hecho de que un gobierno liderado por Netanyahu será definitivamente de derecha.

El portavoz de Likud dijo abiertamente que su partido dará la bienvenida a Kadima si éste se alía con Netanyahu y que incluso estará preparado para darle a Livni y a su número dos, Shaul Mofaz, las cruciales carteras de Relaciones Exteriores y Defensa.

El líder del Partido Laborista, Ehud Barak, sigue siendo el favorito de muchos —incluido Netanyahu— para el puesto de Defensa, que actualmente ocupa. Pero parece ser relegado a un segundo plano.

El estado de ánimo en el laborismo es "sentarse en las bancas de la oposición y comprometerse en un minucioso análisis de conciencia sobre qué fue lo que salió tan mal", dijo Sheli Yehimowitz, una de las pocas legisladoras de ese partido en sobrevivir a la debacle.

Dos días después de las elecciones, quién liderará al nuevo gobierno y quién lo integrará todavía son preguntas sin respuesta.

Así que, cuando el miércoles el presidente estadounidense Barack Obama se enfrentó con el dilema de no saber a quién felicitar como ganador de las elecciones en Israel, no llamó ni a Netanyahu ni a Livni, sino al presidente Shimon Peres, elogiando "la solidez de la democracia israelí".

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