EE UU-PAKISTÁN: Las relaciones siguen complejas

Tres días después de la asunción de Barack Obama como presidente de Estados Unidos, las fuerzas de ese país estacionadas en Afganistán volvieron a lanzar sus misiles sobre zonas tribales de Pakistán en su afán de terminar con la insurgencia islamista que opera en la frontera entre ambos países asiáticos.

"Los ataques mediante aviones teledirigidos enfada a los pakistaníes porque las autoridades, confabuladas con la prensa, se niegan a explicar que gobiernos anteriores fueron cómplices por buscar réditos de Washington para luchar en lo que, al parecer, es una guerra sólo de Estados Unidos", explicó la analista independiente de asuntos militares y estratégicos Ayesha Siddiqa.

Esas aeronaves, manejadas a control remoto, vuelan alto y disparan misiles contra objetivos elegidos con total precisión. Pero en Pakistán esa puntería muchas veces falló afectando significativamente a la población civil en lo que Washington llama "daños colaterales".

En 2008 hubo 32 ataques de ese tipo contra militantes islamistas en ambos lados de la frontera en los que murieron 216 combatientes y 84 civiles, según un informe del Instituto de Estudios de Paz de Pakistán (PIPS, por sus siglas en inglés), con sede en Islamabad.

Más de 34 civiles murieron por ataques de misiles en territorio pakistaní. Ningún país del mundo ha sido sometido a una campaña similar con aviones teledirigidos. La operación obedeció a que Washington considera que Islamabad no hace lo suficiente para terminar con las operaciones trasfronterizas de islamistas o, últimamente, contra rutas de abastecimiento de Afganistán vía Pakistán.
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Siddiqa, dedicada a estudiar el entramado militar tras la publicación en 2007 de su último libro titulado "Ejército Inc.: dentro de la economía militar de Pakistán", señaló que Obama simplemente protege los intereses estadounidenses.

Obama "entiende que, tras la entrega de 12.000 millones de dólares, Pakistán no cumplió con su promesa" de perseguir a militantes de la red extremista Al Qaeda y del movimiento islamista afgano Talibán, escondidos en las áreas tribales rurales de este país.

La política de Obama, quien reemplaza desde el 20 de enero a Goerge W. Bush, parece ser emplear una zanahoria más pequeña y un palo más grande para obligar a Islamabad a cumplir con su parte del trato.

En su primer día como presidente dijo que la asistencia anual para fines no militares de 1.500 millones de dólares dependería del "rendimiento" de Pakistán en la lucha contra los extremistas.

Washington también dedujo 55 millones de dólares del monto que reembolsa a este país por gastos asignados a la "guerra contra el terrorismo". Sólo devolvió 101 millones de dólares de los 156 millones reclamados por Pakistán.

La actitud molestó a Islamabad. El presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, señaló en un artículo publicado el 28 de enero en el diario estadounidense The Washington Post que su país no "necesita lecciones" respecto de su compromiso con la guerra, sino "asistencia".

"El abandono de Pakistán y Afganistán, tras derrotar a los soviéticos en ese último país en los años 80, allanó el camino para la de terrorismo que padecemos. El apoyo de Estados Unidos a las dictaduras de entonces y, una vez más, al comienzo de este milenio, descuidaron el desarrollo económico y social de nuestra nación y las necesidades de la población", escribió Zardari.

Por su parte, la analista Nasim Zehra, sostuvo en una columna publicada en el periódico pakistaní en inglés The News que Washington debe ofrecer los insumos militares que este país le solicitó en reiteradas oportunidades a fin de asegurar un efectivo trabajo de inteligencia "para luchar contra las milicias que operan en su territorio y mantener segura su frontera con Afganistán".

"A estas alturas, Pakistán no puede disminuir su capacidad y presupuesto militar", alegó Sher Zaman Taizai, reputado escritor pashtún y ex agregado de Defensa de Pakistán radicado en Kabul. "Las Fuerzas Armadas de la mayor parte de las provincias fronterizas no son lo suficientemente fuertes como para controlar la situación".

Las operaciones militares de Pakistán en el noroeste fueron financiadas por Estados Unidos, según Taizai. "Con el recorte de fondos, el ejército quizá tenga que retirarse y los insurgentes de las áreas tribales avanzarán sobre los distritos habitados y serán una amenaza mayor para la supervivencia de Paksitán".

Tras cada ataque aéreo el año pasado, el gobierno pakistaní se quejó con vehemencia frente a Estados Unidos por los "daños colaterales" que causaba.

"La CIA (Agencia Central de Inteligencia estadounidense), que opera en Afganistán, controla y ejecuta los ataques en la frontera y el ejército pakistaní ni está informado", señaló Taizai, quien añadió que "es escéptica acerca del los servicios de inteligencia pakistaníes (ISI)".

La desconfianza entre Washington e Islamabad se profundizó en septiembre, cuando el ejército de Pakistán señaló que había ordenado "abrir fuego" contra soldados estadounidenses que cruzaran la frontera persiguiendo insurgentes. El 25 de ese mismo mes hubo un incidente entre ambas fuerzas.

El 19 de noviembre, tras un ataque de un avión teledirigido contra Bannu, en lo profundo del territorio pakistaní y lejos de las áreas tribales, la embajadora de Estados Unidos en Pakistán, Anne Patterson, fue llamada al Ministerio de Relaciones Exteriores para presentarle una protesta formal.

El primer ministro de Pakistán, Yusuf Raza Gilani, sostuvo en su alocución en el Foro Económico mundial, realizado a fines de enero en la localidad suiza de Davos, que los ataques estadounidenses contra objetivos en su país eran "contraproducentes" y una "violación a la soberanía territorial".

La declaración de Gilani estuvo dirigida a la opinión pública, según el legislador y avezado periodista Ayaz Amir.

"No tiene sentido derramar lágrimas de cocodrilo. Si tuviéramos agallas, podríamos al menos haber amenazado con dejar de cooperar", señaló Amir, en alusión al acuerdo tácito entre Islamabad y Washington acerca de cómo contener la insurgencia en las áreas tribales.

Existe el temor de que los islamistas estén ganando terreno en las zonas tribales, pero también de que avancen sobre areas urbanas.

La población de las áreas rurales ya no confía en nadie y sufre de algo similar al "síndrome del menor maltratado", señaló Rahimullah Yusufzai, editor de The News.

Los ataques con aviones teledirigidos "dan distintos mensajes a la población", indicó. "Primero, que tienen que valerse por sí mismo y, en segundo lugar, que la única fuerza dispuesta a luchar contra los estadounidenses son los talibanes".

El periodista, especializado en el Talibán y Afganistán, estimó que el continuo ataque de aviones teledirigidos avivará el sentimiento antiestadounidese y advirtió que hará que la población local simpatice con el movimiento islamista y su lucha por limpiar la zona de fuerzas extranjeras.

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