Los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) están indignados por el gran número de víctimas causadas por la ofensiva militar israelí en Gaza, pero a la vez temen que tanto Israel como Irán estén usando a Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica) para resolver sus diferencias.
El CCG, integrado por Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Qatar y Kuwait, ha calificado de "racistas" las acciones de Israel y pidió a la comunidad internacional que actúe en forma decisiva para poner fin a la catástrofe humanitaria.
Pero, más allá de ofrecer ayuda y solidarizarse con los palestinos, el CCG, a pesar de sus mejores esfuerzos, no ha tenido éxito diplomático para garantizar un cese del fuego.
El conflicto palestino-israelí no es sólo importante para el CCG por su contexto político. Constituye un tema sensible para estos seis países también porque todos tienen una gran población de expatriados palestinos.
Varias manifestaciones pro palestinas fueron realizadas en los países del CCG desde que comenzaron los ataques israelíes en Gaza la última semana de 2008.
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Este tipo de movilizaciones son raras en la región y tienen potenciales consecuencias políticas, dada la brecha que existe entre el público, por lo general partidario de los que se enfrentan a Estados Unidos e Israel, y el gobierno, que posee gran afinidad con esos países por intereses de seguridad.
"Israel ha puesto a los países del Golfo a la defensiva, y de todos ellos Qatar es el que se siente más presionado debido a sus relaciones con Tel Aviv", dijo a IPS el director del Centro para Estudios Internacionales y Regionales del campus de la Universidad de Georgetown en Doha, Mehran Kamravam.
Qatar tiene una oficina israelí de intereses comerciales.
En su sermón del 9 de este mes, el erudito islámico egipcio, radicado en Qatar, jeque Yousuf Al Qaradawi, alertó a los líderes árabes sobre el peligro de "perder legitimidad si siguen haciendo oído sordo a la voz de sus pueblos", en tanto renovó su llamado a un boicot contra los bienes estadounidenses e israelíes.
Por otro lado, Israel y Estados Unidos han liderado una incesante campaña para pintar a Hamás como un representante de Irán, sin darle crédito como un legítimo movimiento de resistencia que ganó las elecciones legislativas palestinas en 2006.
Esta campaña ha influido a una gran parte de la comunidad internacional que evita a Hamás arguyendo su resistencia a reconocer el Estado de Israel.
Mientras todos los países árabes tienen su atención fija en la ofensiva en Gaza, considerada por muchos como un esfuerzo del gobierno israelí para ganar la confianza de su público de cara a las elecciones de febrero, sobre todo tras la debacle de la guerra en Líbano de 2006, los países del Golfo a la vez ven con preocupación los últimos avances de Irán.
Estos avances incluyen la continuación de su programa nuclear, la sorpresiva resistencia del movimiento chiita libanés Hezbolá (Partido de Dios) a Israel en 2006 y la declarada intención del presidente electo estadounidense Barack Obama de negociar con Teherán, revirtiendo así 30 años de alejamiento.
Aunque el CCG se ha abstenido de criticar públicamente a Irán por su supuesto involucramiento en Gaza, está definitivamente preocupado por la creciente influencia iraní y sus intentos de convertirse una superpotencia en Medio Oriente.
"Hamás es polémico. Ha sido difícil decidir cómo tratar a ese movimiento. Aunque fue elegido en forma legítima, (luego) tomó el poder por la fuerza en Gaza y se considera a sí mismo una potencia más fuerte y radical gracias al apoyo de Irán, y es considerado un títere" de Teherán, dijo a IPS el analista Abdulkhaleq Abdulla, de la Universidad de Emiratos Árabes Unidos.
"Por tanto, restringir a Hamás sería lo mismo que restringir a Irán", sostuvo.
"La sinceridad del CCG nunca puede ser cuestionada. Hay varios esfuerzos en marcha, y cada país del CCG intenta hacer lo mejor para poner fin a esta masacre sin sentido", añadió.
Según Abdulla, el tema palestino no es político, sino de principios. "Los palestinos merecen un estado completo y justo, y han sido gravemente maltratados en los últimos 60 años".
El apoyo del Irán a Hamás es significativo debido a que el régimen en Teherán pertenece a la rama chiita del Islam, en tanto que los palestinos son sunitas. Aunque varios países del CCG —predominantemente sunitas, en primer lugar Arabia Saudita— han respaldado financieramente a Hamás, Irán es visto también como una importante fuente de recursos.
Mientras Arabia Saudita habría transferido cerca de 100 millones de dólares en ayuda al gobierno de Gaza liderado por Hamás en 2006, convirtiéndolo en su principal patrocinador en el mundo árabe, el apoyo de Irán a los palestinos en general, y al movimiento islámico en particular, ha crecido desde que llegó al poder el presidente Mahmoud Ahmadineyad en agosto de 2005.
Estados Unidos y la Unión Europea suspendieron sus aportes a la Autoridad Nacional Palestina cuando asumió Hamás, pero Irán habría colaborado con 120 millones de dólares con esa organización durante la primera mitad de ese año.
En junio de 2007, Ali Larijani, entonces presidente del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, admitió que su gobierno canalizaba fondos, pero negó que proveyera armas.
Lo que complica la situación para los países árabes es su incapacidad de alcanzar un consenso en cada cumbre para enfrentar la situación. La Liga Árabe alertó que no era posible ayudar hasta que Hamás regresara a las conversaciones por la unidad nacional palestina con su rival, el partido Fatah.
Mientras es poco probable que aun un consenso árabe tenga algún impacto en Israel, los acontecimientos en los últimos 20 días sin duda agravan los temores de seguridad en Medio Oriente.
Los llamados como el realizado por el líder de la red radical Al Qaeda, Osama bin Laden, que en una grabación de audio divulgada el miércoles acusó a los líderes árabes de colusión con Israel, podrían alimentar el extremismo e inflamar el sentimiento antiestadounidense, sobre todo en un momento en que los países del Golfo están eufóricos con la asunción de Obama y optimistas de que pueda curar las heridas dejadas por el saliente presidente George W. Bush en el mundo árabe.