En Italia coexisten dos fenómenos: un tesoro sumergido, las mujeres, y un tabú, las pensiones. La cuestión de la diferencia de la edad jubilatoria entre los géneros, que aún subsiste en Italia, se halla precisamente en la intersección de estos dos fenómenos. Se trata de una diferencia que juzgo discriminatoria, insostenible y adversa a las mujeres.
La situación ocupacional de las mujeres en Italia era particularmente grave aún antes que la crisis económica mundial se abatiese sobre el país. Hay datos tan reveladores de la desigualdad que cuesta admitirlos. En Italia el 67% de las personas inactivas son mujeres. Esta categoría las coloca en una zona gris, que confina entre la ocupación y la desocupación. Según las estadísticas, tres millones y medio de mujeres inactivas en este país de 59 milllones de habitantes estarían dispuestas a emprender una actividad laboral si se presentara la ocasión, pero topan con los obstáculos de falta de servicios y de demanda de las empresas. A las tres millones y medio de inactivas quizás pronto se agregarán las incluidas en la masa de trabajadores que perderán sus puestos por causa de la recesión que ya está afectando a la península.
Se considera que la inactividad es la "tumba" del mercado del trabajo, ya que es frecuentemente el pasaje definitivo de una actividad laboral a la renuncia a un empleo.
El tema de la ocupación femenina y el de la discriminación que enfrentan las mujeres italianas en el curso de su vida laboral es un antiguo problema que confrontan desde el ingreso al mercado y las persigue hasta la edad del retiro. Sólo el 46,7% de las mujeres ingresan al mercado laboral, mientras el porcentaje masculino es del 70,9. En este marco hay una profunda diferencia entre el norte de la península donde ronda el 60% -equivalente al promedio europeo- mientras a medida que se pasa al centro-sur se desciende a cifras inferiores al 30%. Esta situación coloca a Italia en las peores posiciones en Europa, donde sólo Grecia y Malta tienen menores promedios de ocupación femenina.
Esta distancia entre Italia y el resto de Europa es extraña y preocupante. Cuando aquí todavía se discute sobre la eventualidad de equiparar la edad jubilatoria -actualmente 65 años para los hombres y 60 para las mujeres- en los demás países de la Unión Europea es de 65 años sin distinción de géneros y en algunos se está discutiendo la extensión hasta los 70 años.
En este país el tabú de las jubilaciones provoca actitudes esquizofrénicas hasta el punto de relegar sistemáticamente el tratamiento del argumento por distintos motivos: porque hay muchos intereses en juego, por temor a granjearse enemistades o para no enfrentar la oposición de los sindicatos.
Pero el expediente dilatorio ya no es sostenible pues, recientemente, el Tribunal de Justicia europeo ha emitido una sentencia contra Italia por la falta de equiparación de la edad jubilatoria de los empleados públicos de ambos sexos, cuyo incumplimiento implicará una multa prohibitiva. De modo que el gobierno italiano debe responder en breve a la sentencia y sentar una política sobre la materia.
La sentencia ha desencadenado un debate en el que hasta ahora han prevalecido enfoques de tipo ideológico. Por ello, conviene examinar algunos datos para comprender porqué el monto de las jubilaciones femeninas, el promedio de ocupación, la continuidad de la carrera laboral, la equiparación de la edad jubilatoria y las redes de los servicios sociales deben ser consideradas prioridades en la agenda política italiana.
El importe medio mensual percibido por las mujeres equivale al 52% del masculino para las pensiones de vejez y al 70% de las de invalidez, mientras en el caso de las reversibles es de 147% ya que las mujeres son más longevas. En el último decenio el importe medio de las jubilaciones masculinas ha crecido un 40%, las femeninas un 35%. Además, los salarios de las mujeres son inferiores en un tercio a los de los varones que desempeñan las mismas funciones.
Ante todo esto ¿cómo responde el Estado italiano? Enviando a las mujeres de vuelta a casa anticipadamente y por lo tanto con una pensión más baja, para que hagan de niñeras de los hijos de sus hijos.
Este status quo es evidentemente dañoso e indefendible. Por ello, es necesario encarar la sentencia del Tribunal de Justicia europeo como una oportunidad para introducir la equiparación de la edad jubilatoria, de los salarios, de las carreras e iniciar una nueva política de asistencia social. En caso contrario, tendremos que pagar una multa de millones de euros que es mejor utilizar para la solución parcial de las desigualdades entre hombres y mujeres. Porque creo que nadie, en este país, puede hoy considerar civilizado, paritario, justo y sensato mantener las discriminaciones entre los géneros y legarlas a las próximas generaciones. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Emma Bonino, dirigente del Partido Radical Transnacional, senadora y Vicepresidenta del Senado italiano.