El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, trabaja duro en un plan de estímulo económico para su país, pero aún mantiene silencio absoluto sobre la ofensiva militar israelí en Gaza.
El mutismo de Obama, combinado con el pasivo apoyo a Israel del actual presidente, George W. Bush, ha hecho que Estados Unidos permanezca al margen de la crisis en Gaza, y son los líderes europeos los que asumen los esfuerzos diplomáticos para encontrar una salida a la grave situación.
Pero, aunque la reticencia de Obama a hablar sobre Gaza no es algo que sorprenda a la mayoría de los expertos, sí siembra dudas sobre la posición que tomará su futura administración sobre el conflicto palestino-israelí.
Desde que Israel comenzó a bombardear Gaza el 27 de diciembre con el objetivo de paralizar a Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica), Obama se ha negado a opinar. Su portavoz reitera que "hay sólo un presidente a la vez" y que no tomará ninguna acción antes de que asuma como jefe de Estado el 20 de este mes.
Sin embargo, Obama se ha mostrado dispuesto a involucrarse en algunos asuntos políticos. El lunes visitó a líderes del Congreso legislativo para darle impulso a su plan destinado a recuperar la economía. También ha opinado sobre política exterior: divulgó un comunicado sobre los atentados en la occidental ciudad india de Mumbai en diciembre.
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Mientras líderes europeos como el presidente francés Nicolas Sarkozy y el canciller checo Karl Schwarzenberg han viajado a Medio Oriente para iniciar esfuerzos diplomáticos, el gobierno de Bush responsabilizó a Hamás por el conflicto, pero evitó asumir un papel activo. La secretaria de Estado (canciller), Condoleezza Rice, canceló un viaje el lunes a China para tratar la crisis, pero aún no tiene planes de trasladarse a la región.
Ante la falta de una posición clara del presidente electo estadounidense, analistas comienzan a especular. Algunos recordaron una declaración de Obama en la localidad israelí de Sderot: "Si alguien enviara cohetes a mi casa, donde mis dos hijas duermen de noche, voy a hacer todo lo que pueda para detenerlo". Esto ha sido interpretado como una señal de apoyo a la represalia israelí contra Hamás.
En una conferencia sobre Medio Oriente celebrada el lunes en la Brookings Institution, observadores prestaron particular atención a las afirmaciones hechas por Martin Indyk, ex embajador estadounidense en Israel y asistente del Departamento de Estado para Asuntos de Cercano Oriente durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001). Es considerado un probable candidato para un alto cargo vinculado a Medio Oriente en el gabinete de la designada próxima secretaria de Estado Hillary Clinton. Indyk eludió atribuir culpas por la crisis o dar recetas para solucionarlo. Su llamado a un "sostenido cese del fuego" fue cauteloso, evitando ofender a una de las partes. También sostuvo que el ministro de Defensa israelí Ehud Barak seguramente concluirá la campaña militar antes de la asunción de Obama, lo que facilitará la política exterior del nuevo presidente estadounidense.
"Esta semana se verán intensas operaciones (militares), y la semana próxima habrá una intensa diplomacia", afirmó. "Creo que Obama se encontrará en una situación donde podrá aprovechar esa diplomacia y hacer que ambas partes acuerden un alto al fuego".
También en la conferencia, el politólogo Shibley Telhami, de la Universidad de Maryland, elogió la decisión de Obama de no hablar sobre la situación de Gaza antes de su asunción.
"No va a tener una segunda posibilidad de dar una primera impresión. Si dices algo sobre esta crisis de primera, tus manos quedan atadas. Y es un gran error que él intervenga en esta crisis".
Mientras muchos analistas parecen acordar con Telhami que el silencio es lo mejor, la respuesta de Obama revela la ambigüedad de su administración en los temas relacionados con la crisis palestino-israelí. Quizás deliberadamente, se ha rodeado de consejeros cuyo historial sobre el tema es difícil de leer.
Hillary Clinton se ganó reputación a fines de los años 90 de ser abierta a las preocupaciones palestinas. Llamó en 1998 a la "solución de los dos estados" (uno israelí y otro palestino coexistiendo pacíficamente), mucho antes de que se convirtiera en la visión de consenso.
En 1999 desató polémica cuando apareció junto a Suha Arafat, esposa del ahora desaparecido líder palestino Yasser Arafat, durante un encuentro en el que éste criticó a Israel.
Hillary Clinton también ganó apoyo en el mundo árabe por los esfuerzos de su esposo para promover la paz entre palestinos e israelíes en los últimos años de su administración.
Pero desde que integró el Senado en 2001, adoptó una postura más pro-israelí. Analistas se preguntan si esto fue producto de un cambio en su propia forma de pensar o de las demandas de ser senadora por el nororiental estado de Nueva York, donde existe una enorme colectividad judía, en su abrumadora mayoría partidaria de las políticas de Israel.
Si bien a Obama se lo consideraba inicialmente simpatizante de las preocupaciones palestinas y era visto con recelo por los grupos judíos más belicistas, sus nombramientos en cargos de política exterior parecen poner un matiz sobre esto. Muchos sospechan que compartirá los mismos principios pro-israelíes que la administración de Bush.