Los líderes israelíes están convencidos de que, en la tercera semana de su ataque contra el territorio palestino de Gaza, ya dominan la situación. Pero, en caso de no lograr una salida diplomática rápida, los «éxitos» militares podrían revertirse, advirtieron analistas israelíes.
El gobierno de Israel se molestó porque la resolución aprobada el jueves por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que llama a un inmediato cese del fuego, le dé cierto grado de legitimidad internacional a Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica), pese a que no aparece explícitamente mencionado en el documento.
También le preocupa que la aprobación misma del documento en cuestión "oficie de crítica" contra este país en el clima frenético que tiene el debate internacional", escribió David Horovitz, jefe de redacción de The Jersualem Post.
Pero la confianza israelí se refleja en el caso omiso que hace del texto de la resolución y en su disposición a soportar el oprobio internacional por la desesperada situación de la población palestina de Gaza.
Los cohetes de Hamás siguen cayendo en el sur de Israel, pero los gobernantes de este país insisten en que dominan la situación en el territorio palestino y en que le infligen duros reveses al ala militar del movimiento islamista.
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"Pero ahora Israel se encuentra en un encrucijada militar y diplomática: cosechar los dividendos de la guerra obtenidos hasta ahora o arriesgarse a seguir el conflicto y enredarse en un enfrentamiento final con Hamás en el corazón de las áreas pobladas de Gaza", señaló la analista Leslie Susser.
"Los belicosos que quieren arrebatar el control de Hamás sobre Gaza se alimentan en sueños pasados", apuntó.
El dilema es claro: apurar una solución diplomática o dar luz verde al ejército israelí para que profundice su ofensiva sobre el terreno, que podría llevar semanas según fuentes militares.
Hasta ahora parecía que las autoridades israelíes pretendían no embarcarse en una operación mayor a fin de evitar la vergonzosa superposición de la guerra con la asunción el 20 de este mes de Barack Obama como nuevo presidente de Estados Unidos.
Pero el ex jefe del Consejo Nacional de Seguridad, general Giora Eiland, declaró que "el ejército no puede seguir así para siempre. Tenemos que tomar una decisión, concluir un cese del fuego en dos o tres días o lanzar una gran operación militar".
La tercera opción, mantener el mismo grado de ataques contra Hamás junto con esfuerzos diplomáticos que van y vienen, es, sencillamente, insostenible, alegó otro especialista en asuntos de defensa.
En círculos políticos israelíes se considera Egipto como el regente del tránsito en los cruces fronterizos. La forma en que ese país lleve la situación puede llegar a resolver el dilema de Israel en los próximos días. El Cairo, de hecho, hace pesar su autoridad.
El líder de Hamás en Damasco, Khaled Meshaal, declaró el sábado que no considerarán la posibilidad de una tregua hasta que Israel no ponga fin a su ofensiva militar y levante el agobiante bloqueo que mantiene sobre la franja de Gaza desde enero de 2008, luego de que el movimiento islamista se arrogara el control de ese territorio por las armas en junio del año anterior.
Hamás triunfó en las elecciones legislativas de enero de 2006.
Sin embargo, delegaciones de la dirigencia de Hamás en Damasco y en Gaza mantuvieron el sábado conversaciones con funcionarios de El Cairo.
También el jefe de la rama de seguridad política del Ministerio de Defensa israelí, Amos Gilad, se trasladó hasta Egipto el domingo para una segunda ronda de intercambio a fin de evaluar medidas concretar para decretar un cese del fuego efectivo.
Desde hace años, Hamás contrabandea cohetes y misiles de largo alcance por los túneles existentes entre Egipto y la franja de Gaza. Israel pretende que El Cairo se haga responsable de frenar el tráfico y de controlar la frontera a fin de que el movimiento islamista no pueda rearmarse.
Antes de empezar, el general Gilad tuvo problemas para dejar claro que "Israel no presiona a Egipto". Además elogió el despliegue de seguridad y logístico de ese país y dijo que era "sumamente capaz" de controlar la frontera.
Otro asunto clave es si Israel acepta lo que Hamás pretende de Egipto, que abra y renuncie a controlar las fronteras entre Gaza y la península del Sinaí y entre ese territorio palestino e Israel.
El Estado judío está dispuesto a que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) se haga cargo de la frontera, con respaldo de especialistas internacionales. Pero su presidente, Mahmoud Abbas, dejó bien claro que sólo podrá ejercer su autoridad una vez que queden saldadas sus diferencias con Hamás.
Para numerosos especialistas israelíes no se trata tanto de presionar a Egipto como de que no se ha intimidado lo suficiente a Hamás. Pero sus análisis se basan en opiniones personales de algunos funcionarios palestinos contrarios al movimiento islamista con esperanzas de derrocarlo.
Para los israelíes, "presionar a Hamás" les trae recuerdos de la guerra librada en Líbano. Pero no el enfrentamiento con Hezbolá de 2006, sino el conflicto con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de 1982.
Ese año, Israel llegó a Beirut y obligó a las fuerzas de Yasser Arafat (1929-2004) a retirarse de ese país y trató de instaurar un régimen cristiano afín en Líbano.
Toda pretensión de tratar de repetir aquello en Gaza habría suscitado el comentario del ministro de Defensa israelí Ehud Barak de que cualquiera que albergue la ilusión de derrocar a Hamás esconde que eso significa la reocupación de ese territorio palestino.
Al principio de su actual ofensiva, al igual que en 1982, la deliberada ambigüedad de objetivos de Israel parecía resultarle beneficiosa.
Pero ahora, su intento de buscar salidas para implementar el cese del fuego dispuesto en la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU le obliga a develar su estrategia: ya sea refrenar las posibilidades militares de Hamás o tratar de destruirlo.