ESTADOS UNIDOS: El inolvidable Bush

El saliente presidente de Estados Unidos, George W. Bush, dijo estar convencido de que su administración de ocho años será vindicada por la historia, particularmente su política exterior. Sea como sea, su desempeño como mandatario será largamente recordado.

Crédito: Depto. de Defensa de EEUU
Crédito: Depto. de Defensa de EEUU
Ya en la primavera boreal pasada, cerca de dos tercios de los 109 historiadores profesionales consultados por la Red de Noticias de Historia consideraron a Bush el peor presidente que ha tenido la nación, en tanto 35 por ciento dijeron que estaba entre los 10 peores de los 42 que lo precedieron.

Y esta encuesta fue realizada seis meses antes de la crisis financiera a mediados de septiembre, que la mayoría de los economistas coinciden es la peor desde la Gran Depresión de los años 30.

Bush, que comenzó su primer mandato en 2001 y lo renovó en 2005, abandonará la Casa Blanca el próximo martes 20 con los más bajos índices de aprobación de cualquier presidente moderno. Asumirá en su lugar el primer jefe de Estado negro del país, Barack Obama.

Con la excepción de los neoconservadores de línea dura y otros "halcones" (ala más belicista) que dominaron el primer periodo de gobierno de Bush, el abrumador consenso de analistas es que la "guerra contra el terrorismo", por lo cual será más recordado, infligió un daño sin precedentes y posiblemente permanente sobre la imagen de Washington en el exterior.
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Pero esto último no parece ser un problema para aquellos que, como el vicepresidente Dick Cheney y los neoconservadores, han desdeñado la diplomacia y otras formas de "poder blando".

Las inesperadas dificultades que afrontaron las fuerzas militares en Afganistán y en Iraq, así como el claro fracaso de su estrategia de "poder duro" para tener el efecto deseado en los principales escenarios de la "guerra contra el terrorismo", como Somalia y Pakistán (o Líbano, en el caso de Israel), han expuesto los límites del "mundo unipolar" dominado por Estados Unidos y la capacidad de las fuerzas armadas de este país para imponer sus deseos.

"La verdad elemental que parece eludir a los expertos una y otra vez, en la guerra del Golfo, en Afganistán y en la próxima guerra, es que el poder es su propia recompensa", escribió Charles Krauthammer, columnista del periódico neoconservador The Washington Post y campeón de la "unipolaridad", luego de que las fuerzas estadounidenses expulsaran al movimiento islamista Talibán y a la red extremista Al Qaeda de Afganistán a fines de 2001.

Además, hizo una declaración concisa y ahora paradójica sobre la imagen mundial y el intento estratégico de la primera administración de Bush: "La psicología en la región (de Medio Oriente) ahora es de temor y de profundo respeto ante el poder estadounidense".

Particularmente destructivas de la imagen de Washington, por supuesto, fueron la invasión a Iraq en 2003 y el uso de "técnicas agresivas de interrogatorio", un eufemismo para referirse a las torturas aplicadas a prisioneros en la base militar de Guantánamo, Cuba, en la prisión iraquí de Abu Ghraib y en las cárceles secretas controladas por Estados Unidos alrededor del mundo.

También fue perjudicial su incondicional apoyo a Israel, incluso cuando este país lanzó severas campañas militares, la última de ellas en Gaza, mostrando poco interés en la seguridad de la población civil.

"La administración de Bush ha dejado un legado vergonzoso y una postura imprudente ante el derramamiento de sangre y las masacres de inocentes en Gaza", declaró el ex embajador y jefe de inteligencia de Arabia Saudita Turki Al Faisal, en un discurso la semana pasada que causó sensación entre analistas de este país.

"Ni Israel ni Estados Unidos pueden beneficiarse de una guerra que produce esta reacción de una de las más sabias y moderadas voces en el mundo árabe", dijo la semana pasada Anthony Cordesman, especialista en Medio Oriente del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, quien en una ocasión señaló que la intención de Bush de "democratizar" el mundo árabe y de invadir Iraq era "cruzar la línea entre ser neoconservador y ‘neo-loco’".

Pero el unilateralismo y el militarismo que dominaron la mayor parte del primer periodo de Bush —cuando Cheney, el entonces jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, y sus asesores neoconservadores mantenían el control— amainaron considerablemente en el segundo.

Este "ablandamiento" se debió tanto al descrédito de los argumentos usados para invadir Iraq como a la creciente influencia de los "realistas", liderados por la secretaria de Estado (canciller), Condoleezza Rice y, tras la renuncia de Rumsfeld en noviembre de 2006, de su sucesor Robert Gates.

Mientras los halcones se oponen firmemente a cualquier acercamiento con Corea del Norte e Iraq, sobrevivientes de lo que llamaban el "eje del mal" junto a Iraq, los realistas exitosamente persuadieron a Bush de que presionar, aislar y amenazar militarmente demostraron ser tácticas contraproducentes a los intereses de Estados Unidos.

Los realistas también lo convencieron de que la participación diplomática tendría el beneficio de demostrarle al resto del mundo de que Washington está preparado para agotar al menos algunas vías pacíficas antes de recurrir a la guerra.

De hecho, el segundo periodo de Bush mostró un claro "ablandamiento" –los halcones dirían "contemporización"— en la postura de Washington sobre varios temas, incluyendo una limitada cooperación con la antes despreciada Corte Penal Internacional, un discurso más abierto sobre el cambio climático y hasta deferencia hacia los aliados europeos al tratar con Rusia, especialmente durante el conflicto en Georgia de agosto.

Tras el estancamiento militar en Afganistán e Iraq, el multilateralismo y la diplomacia dejaron de ser malas palabras.

Mientras Bush intentó en su segundo periodo reconstruir lazos con lo que Rumsfeld llamó despectivamente una vez la "vieja Europa", se alejó del mundo árabe y hasta cierto punto de América Latina, donde resurgieron resentimientos contra Washington por su apoyo, si no complicidad, con un fallado intento de golpe de Estado contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en 2002.

Expertos coinciden en que Bush tuvo mejor desempeño en Asia, donde, a pesar de Rumsfeld y Cheney, y sobre la base de los progresos logrados por su padre George Bush (1989-1993) y por Bill Clinton (1993-2001), profundizó las relaciones con China sin alienar a su más estrecho aliado en la región: Japón.

Además, su cortejo a India, en especial gracias a un polémico acuerdo de energía nuclear ratificado por el Congreso legislativo el pasado verano boreal, es considerado por muchos analistas su mayor logro en política exterior.

Su iniciativa contra el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) por 15.000 millones de dólares y a cinco años, lanzada en parte para mostrar su "conservadurismo compasivo" en vísperas de la invasión a Iraq, ayuda a explicar la apreciable popularidad que goza en África subsahariana (aunque 15.000 millones de dólares es actualmente lo que gasta su gobierno cada mes en las operaciones militares en Afganistán e Iraq).

También se le dio crédito por su papel en poner fin a la larga guerra civil entre Jartum y la insurgencia en el sur de Sudán, aunque ese frágil éxito diplomático queda eclipsado por la terrible crisis humanitaria en la occidental región sudanesa de Darfur, así como en la República Democrática del Congo y en Somalia.

(*El blog de Jim Lobe sobre política exterior, y particularmente sobre la influencia neoconservadora en la administración de Bush, puede leerse en http://www.ips.org/blog/jimlobe/).

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