Antes de que el grupo de obreros llegara a su casa, la chilena Pamela Peña, de 40 años, estaba nerviosa. Le avergonzaba tener que mostrar a otros la pobreza que vive junto a su familia. Pero cuando comenzaron los trabajos, se relajó, compartió y disfrutó de su inesperado regalo de Navidad.
Los improvisados constructores eran 24 jóvenes profesionales dispuestos a levantar en dos días, junto con Peña y sus hijos, una vivienda básica para esta familia que habita en el campamento, o barrio precario, Juan Pablo II de Lo Barnechea, paradójicamente, una de las comunas más ricas de Chile, ubicada en la región metropolitana de Santiago.
La vivienda es una media agua de madera de 18 metros cuadrados, con dos ventanas y una puerta. Son seis metros de largo y tres de ancho, con una altura máxima de 2,8 metros.
"Cuando me avisaron, me puse contenta, pero luego me sentí muy complicada porque no tenía los medios para atenderlos bien. Pensaba en el baño, en la comida. Pero ahora me siento bien porque he compartido con ellos cosas que no tienen que ver con la plata", dijo Peña a IPS el domingo 21, mientras se afinaban los últimos detalles de la edificación.
"Es incómodo que vengan personas con plata a una casa que no tiene comodidades. Da como vergüenza que vean tus cositas viejas. Pero ellos han sido muy amorosos y cariñosos con nosotros, no tengo nada que decir, se han portado demasiado bien", subrayó esta ama de casas en medio del ruido de los martillazos.
"Construcción en Familia" es uno de los cuatro programas de la Fundación Un Techo para Chile, una institución sin fines de lucro creada en 1997 por el sacerdote jesuita Felipe Berríos, que opera en base a donaciones y voluntariado.
El objetivo es que una familia o un grupo de amigos pague los costos de materiales de la vivienda y la construya junto con la familia beneficiada. La fundación compra y transporta los materiales y sus monitores asesoran en el terreno. Los dos grupos son presentados semanas antes del inicio de las obras y orientados sobre el sentido profundo de la iniciativa.
En la última década, Un Techo para Chile ha construido cerca de 33.000 viviendas básicas en todo el país y su meta es erradicar los barrios precarios hacia 2010. Pero no a través de la construcción de estas casas de madera, sino por medio de la postulación de las familias a subsidios habitaciones para viviendas sólidas. Ellos las apoyan y asesoran en todo el proceso con el fin de "empoderarlos" para el futuro.
"Para nosotros las media aguas son viviendas de emergencia para familias en condición de urgencia habitacional, es decir, para familias que en los dos años en que se va a demorar la construcción de su casa tienen que tener un techo más digno para vivir", explicó a IPS Gabriel Prudencio, jefe de construcciones de la fundación.
La iniciativa, que se ha replicado en 13 naciones de América Latina bajo el nombre de Un Techo para mi País, con 8.000 viviendas construidas, obtuvo en noviembre el cuarto lugar del Concurso de Experiencias en Innovación Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que cuenta con el apoyo de la Fundación Kellog.
Aunque el plan de construcción en familia se realiza durante todo el año en Chile, el énfasis está puesto en la fecha en que los católicos recuerdan el nacimiento de Jesús, "para generar lazos de confianza, que enriquezcan el sentido de la solidaridad humana", apuntó Prudencio. Esta Navidad fueron 180 las familias beneficiadas.
Los otros programas de edificación de Un Techo para Chile son ejecutados por estudiantes secundarios, universitarios y empresas. Para algunas familias, las media aguas representan su único hogar, mientras que para otras son la ampliación de sus precarias viviendas, como fue el caso de Pamela Peña.
Esta mujer, madre de cinco hijos de entre 21 y cinco años, más dos pequeños nietos, siempre ha vivido en Lo Barnechea. Triste, cuenta que su madre la abandonó recién nacida y que a su progenitor no lo conoció. Más tarde, el padre de cuatro de sus hijos la dejó por otra mujer mientras estaba embarazada, y no la apoya económicamente.
Hoy convive con Gustavo, con quien tuvo a Francisco. Él trabaja como peón de vehículos de carga y su ingreso mensual no supera los 70.000 pesos (110 dólares). Esto les impidió juntar los 40.000 pesos (62 dólares) que pide Un Techo para Chile para la instalación de la vivienda, lo que quedó pendiente.
Con este requisito, la fundación busca que las familias se involucren activamente en la construcción de sus casas y que las vean como un primer paso hacia un futuro mejor, en el que ellas deben ser protagonistas. Otra exigencia es despejar el terreno donde se levantará la vivienda de emergencia.
Peña estaba cansada del hacinamiento. Aunque en estos momentos vive sólo con tres de sus cinco hijos, todos debían dormir juntos: una de las dos piezas de la casa que la municipalidad les entregó hace 21 años se derrumbó por la acción de las termitas. Lo queda en pie se llueve en el invierno. Para los donantes, la iniciativa es una muestra de amor hacia los otros.
"El sábado, cuando llegamos (a la casa de Peña), todos nos saludamos normalmente. Pero cuando nos teníamos que ir nos abrazamos como si hubiésemos sido amigos de toda la vida. Esto saca lo mejor de uno", relató a IPS Evelyn, una ingeniera informática cubana que lleva 15 años en Chile.
Generalmente, "se crea un vínculo afectivo" entre los donantes y las familias beneficiadas, que se mantiene en el tiempo, remarcó.
"La primera vez que construí una media agua, el año pasado, fue impactante porque no me imaginaba el nivel de carencias y necesidades que tenía la gente", recordó Evelyn, quien con sus compañeros de empresa reunió unos 1.260 dólares para financiar los materiales de las dos viviendas que construyeron este año.
Además de costear y armar las viviendas, el grupo llevó cajas con alimentos y regalos para los niños, "para que pasen una mejor Navidad".
De acuerdo a un catastro realizado por Un Techo para Chile en 2007, en este país hay 533 campamentos con 29.000 familias, la mitad de los más de 1.000 tugurios que había en 1997, en los que habitaban unas 126.000 familias.
"Entendemos que Un Techo para Chile no se puede hacer cargo de esto solo, porque es una labor demasiado titánica, por eso estamos tratando de convencer a todos de que esto es una meta país", indicó Prudencio, quien valoró la política habitacional de la presidenta Michelle Bachelet.
El gobierno ha reubicado "a más de 115.000 familias de campamentos en viviendas definitivas y seguirá trabajando con las 20.000 familias catastradas en 2007", declaró el domingo la ministra de Vivienda y Urbanismo, Patricia Poblete.
Desde marzo de 2006, el gobierno ha entregado 83,5 por ciento de los subsidios habitacionales comprometidos hasta 2010, que suman 557.000, añadió la secretaria de Estado. En el mismo periodo, se han inaugurado 868 nuevos conjuntos habitacionales para casi 61.000 familias.
"Este año se avanzó al máximo en la reducción del déficit habitacional de los más vulnerables, con la entrega de más de 48.000 subsidios. Con ello se llega al 73 por ciento de los 223.000 subsidios comprometidos al 2010" para ese sector, detalló Poblete.
Además, gracias a la nueva política habitacional las casas cuentan con mayor superficie — 44 metros cuadrados en promedio— y con dos dormitorios ampliables a cuatro.
Mientras observaba los trabajos en su hogar, Peña pensaba en la forma de obtener dinero para forrar con planchas de madera el interior de su nueva casa antes de que comience el invierno austral, en junio de 2009. No quiere que el frío se cuele por las rendijas de las tablas.
Ella asegura que se está postulando a un subsidio habitacional, pero calcula que lo conseguirá en 2012 puesto que su nivel de ahorro es mínimo. Pese a todo, no pierde la fe.