«Es común ver funerales de personas que murieron de cólera. Pero parece que a nadie le importa. Las aguas servidas fluyen por todos lados. Es como vivir en el infierno», dijo Tapiwa Hove, habitante de Budiriro, un poblado suburbio de la capital de Zimbabwe.
Mientras los datos oficiales hablan de 565 muertos, el gobierno de Zimbabwe declaró emergencia nacional a la creciente epidemia de cólera, y apeló a la asistencia internacional.
Incluso antes de esa petición, Budiriro estaba repleto de trabajadores de asistencia que intentaban frenéticamente distribuir agua a los residentes desesperados. Hubo conmoción e intercambio de palabras duras, mientras niños, hombres y mujeres con pequeñitos sujetados a sus espaldas intentaban asegurarse por lo menos un balde lleno de agua limpia para beber.
"Estamos sedientos en esta tierra de abundancia. Los grifos secos se han vuelto una forma de vida", dijo Hove.
Por todo Harare, la gente habla de cómo personas que parecen saludables mueren en apenas horas, tras consumir el agua sucia a la que muchos recurren por falta de agua limpia.
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"La gente muere a un ritmo alarmante. Hay velorios en muchos hogares. El gobierno podría tratar de negar esto, pero la realidad está allí para que todos la vean", dijo Hove.
Organizaciones locales como Médicos de Zimbabwe por los Derechos Humanos estiman que la cantidad de muertos ya ronda los 1.000, o sea que es mucho más elevada de lo que el gobierno admite. Para empeorar las cosas, hay muy pocos lugares donde la población pueda buscar atención médica, dado que la mayoría de los hospitales están o bien cerrados o bien funcionando sin equipamiento básico.
Y hay temores de que la situación empeore. "Lo que me temo es que, ahora que llegó la temporada lluviosa, todas las heces que hay en los matorrales fluyan con el agua hacia pozos llanos y contaminen" el líquido, dijo a los medios estatales el ministro de Salud, David Parirenyatwa.
"El manejo del agua y el saneamiento es primordial para el problema del cólera", agregó.
CARE International, la Sociedad de la Cruz Roja y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) están construyendo letrinas, distribuyendo medicinas y equipos de higiene, y han asumido de manos de la Autoridad Nacional del Agua de Zimbabwe (Zinwa, por sus siglas en inglés) la responsabilidad de distribuir agua, además de estar reparando alcantarillas tapadas en todo el país para mitigar la emergencia del cólera.
La mayoría de las áreas urbanas de Zimbabwe han pasado varios meses sin agua. Muchos hogares de las ciudades no pueden usar sus retretes, que están completamente bloqueados por aguas servidas desbordantes. El mes pasado, instituciones clave como la Alta Corte y el parlamento tuvieron que cerrar sus edificios por la severa falta de agua.
Las ciudades de Zimbabwe han luchado para proporcionar agua y servicios de recolección de residuos, mientras el país es sometido a frecuentes cortes de electricidad a consecuencia de una severa restricción de divisas extranjeras. Se culpa del actual brote de cólera a las alcantarillas rotas, la basura sin recolectar y la escasez de agua limpia para beber.
A la búsqueda diaria de dinero, pan, combustible y transporte, los residentes de Harare ahora suman el tiempo que pierden buscando agua. Los suficientemente afortunados para tener un empleo formal ahora llevan con ellos un balde vacío al trabajo, por si allí hay agua limpia. Quienes viven en otras áreas muy afectadas por esta crisis, como Budiriro y Glen View, tienen que caminar distancias de hasta cinco kilómetros para obtener agua en los pozos de los concejos locales.
Quienes todavía reciben agua de los grifos prácticamente no se arriesgan a usarla. "El agua sale con un olor pesado. Unas veces es verdosa y otras es marrón. Nunca sirve para nada, sólo la usamos para limpiar el retrete", dijo Tadiwa Chireya, jardinero en el suburbio de Greendale.
El gobierno del presidente Robert Mugabe —que todavía controla firmemente los asuntos administrativos del país, hasta que se instaure un gobierno de unidad— culpa de los males del agua a las sanciones que los países occidentales le impusieron a Zimbabwe.
La Unión Europea y Estados Unidos han impuesto sanciones a altos funcionarios zimbabwenses por autoritarismo y abusos a los derechos humanos.
Los donantes internacionales de estos países alimentan a casi la mitad de la población, y en los últimos años brindaron la mayor parte de los fármacos utilizados en el servicio de salud del gobierno, entre ellos los que se usan ahora para tratar el agua y a las víctimas del cólera.
El agua es apenas la última víctima, dado que los servicios públicos en la mayoría de los pueblos se han deteriorado durante más de una década, por falta de mantenimiento por parte del gobierno.
El primer alcalde democráticamente electo de Harare, el ingeniero civil Elías Mudzuri, es uno de los tantos expertos que hace varios años advirtieron que los sistemas de distribución de agua y saneamiento del país estaban al borde del colapso y requerían una atención urgente.
En 2004, las autoridades locales transfirieron la administración de los asuntos hídricos a la Zinwa. Así, le confirió a esta entidad poderes sobre la distribución de agua y el cobro de aranceles. Pero la Zinwa se negó a hacerse responsable de mantener las cañerías de agua y saneamiento, tarea que quedó en manos de las autoridades locales.
Bajo este acuerdo, la Zinwa recolectaría las ganancias derivadas del uso del agua, pero la responsabilidad de arreglar y mantener el sistema hídrico de Harare se le dejó a los ingenieros de la alcaldía capitalina, cuya capacidad financiera se vio drásticamente reducida.
En determinado momento, la alcaldía enfrentó un éxodo de ingenieros contrariados. Muchos otros abandonaron Zimbabwe para irse a países vecinos, mientras que los que todavía trabajan allí a menudo se niegan a aceptar instrucciones de la Zinwa.
El ministro de Recursos Hídricos de Zimbabwe, Munacho Mutezo, en cuya órbita se encuentra la Zinwa, se negó a formular declaraciones sobre la catastrófica escasez de agua.
Aunque este líquido abunda en las represas, las ciudades de Zimbabwe, sin productos químicos para tratar el agua y sin los medios de llevar a cabo las necesarias reparaciones a los sistemas de agua y saneamiento, todavía continúan enfrentando estos devastadores problemas.