Con ciencia de ligas mayores, organización social y una estrategia que pone acento en la prevención y el control ambiental, la cubana Cristina Díaz y su equipo pusieron a raya la epidemia de dengue en su país. Lo mismo hizo la guatemalteca María Monroy con el mal de Chagas.
Díaz es doctora en bioquímica y por su labor recibió en enero el Premio Nacional de Ciencias de Cuba. Monroy es doctora en entomología y obtuvo similar reconocimiento en su país en 2004.
La primera lidia con una enfermedad que sólo desde enero a octubre afectó a 866.000 personas en América Latina y el Caribe, mientras que la segunda lucha contra un mal del que son portadores más de 10 millones también en esta región.
Ambas científicas coincidieron esta semana en Mérida, la ciudad ubicada en la sudoriental península mexicana de Yucatán, donde se realizó el Foro Internacional Ecosalud 2008 con la participación de unos 600 científicos, activistas y expertos de gobiernos de varios países, que debatieron sobre la relación entre salud y ambiente.
En sendas entrevista con IPS, Díaz y Monroy coincidieron en que ambas enfermedades, que se transmiten por picaduras de insectos vectores, se potencian con el cambio climático, el fenómeno que altera las temperaturas y los ciclos estacionales, así como por la destrucción de los ecosistemas.
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DENGUE DESCIENDE A CERO
"Ahora, en este mismo año, no registramos dengue en Cuba, lo hemos controlado. Si existe algún caso, es importado (a través de portadores que llegan de otros países)", señaló con orgullo la científica cubana.
Díaz atribuye el éxito "al enfoque multidisciplinario", que afirma se aplicó en su país, donde en el pasado los casos de dengue se contaban por miles.
En 1981 fue en esa isla caribeña donde se presentó la primera epidemia de dengue en su variante hemorrágica en el continente americano, con más de 10.000 casos.
Las consecuencias del dengue se pagan en el sector salud por la atención médica que requieren los enfermos, pero las causas del problema están en el ambiente, indicó la doctora.
Junto a su equipo del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kouri, Díaz convenció a las autoridades cubanas de que era necesario incorporar el control ambiental y la participación social en la lucha contra el dengue.
Así, a partir de 2002, se localizaron las zonas que favorecen la vida y reproducción del mosquito vector y junto a los habitantes de esos lugares se pusieron a trabajar.
El dengue es un virus del que hay cuatro variantes, siendo el hemorrágico el potencialmente mortal. El portador o vector transmisor es el mosquito Aedes aegypti, que se mueve especialmente en zonas urbanas con condiciones sanitarias deterioradas, donde hay agua estancada.
El dengue genera en el afectado diversos síntomas, siendo los más importantes la fiebre y el dolor de cabeza, así como algunas erupciones cutáneas.
Datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) con corte al 26 de octubre, señalan que en este año los casos de dengue llegaron casi a 866.000 en la región, provocando la muerte a 238 personas. Los países más afectados por esta epidemia son los de América del Sur, en especial Brasil.
"Si el vector aparece es que tenemos un problema de medio ambiente y hay que atacarlo", expresó Díaz.
El enfoque multidisciplinario supera el hecho de la simple fumigación de zonas afectadas, que por sí sólo no es efectivo, sostuvo la científica cubana.
MENOS BOSQUES, MÁS CHAGAS
"Hace tres semanas, Guatemala fue el primero de América Central en ser declarado por la OMS (Organización Mundial de la Salud) un país donde se paró la transmisión de (la enfermedad de) Chagas", indicó Monroy, fundadora del laboratorio de Entomología y Parasitología de la escuela de Ciencias y Farmacia de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Esta científica, que estudió en Suecia, relata que hace una década en su país se presentaban cientos de casos del llamado mal de Chagas. Pero este año, luego de varios de trabajar con comunidades y bajo un "enfoque holístico, hemos controlado el problema", aseguró.
La enfermedad de Chagas, que puede causar la muerte en los casos agudos, se transmite cuando el portador, que es un tipo de vinchuca, deposita sus excrementos al momento de tener contacto con la piel humana. El parásito ingresa al torrente sanguíneo y al llegar al corazón destruye sus tejidos.
El contagio es tratable clínicamente, pero es largo, costoso y doloroso, explicó la doctora guatemalteca.
Monroy explicó que la mayoría de estos insectos viven en los árboles. "Cuando cortamos los bosques, el bicho se tiene que ir a algún lado y nosotros les proveemos las condiciones ideales. ¿Qué temperatura le gusta al bicho?…. 23 grados, igual que a mí. Entonces llega a nuestras casas donde está calientito, humedito, oscurito", señaló.
"Nosotros damos las condiciones para que la enfermedad de Chagas esté presente y sea un problema de salud pública", añadió.
Junto a las autoridades de salud de Guatemala, Monroy trabaja contra la propagación de la enfermedad directamente con las comunidades afectadas. La población aprende del mal y de sus características y con esa información adecúa sus viviendas para que la vinchuca no entre y trata de vivir en armonía con el ambiente, explicó.
Sólo un enfoque integral, "que deja de lado la fumigación como único método de combate", logra frenar al Chagas, sentenció.
La OPS señala que el impacto socioeconómico de la enfermedad de Chagas en América Latina es altísimo, sólo por detrás de las infecciones respiratorias, enfermedades diarreicas y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
"En Guatemala hemos frenado la enfermedad, ya no tenemos casos importantes gracias al enfoque integral. Si en el resto de los países aplicamos esta estrategia" se ganará la batalla, apuntó Monroy.